Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene en la Tierra autoridad para perdonar los pecados (dijo al paralítico): Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Entonces aquellos varones, maravillados, dijeron: ¿Quien es este a quien los vientos y el mar le obedecen?
Y Jesús iba por toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre el pueblo,
y su fama se extendió por toda Siria. Y le trajeron a todos los que estaban afectados por diversas enfermedades, y a los que eran atormentados con severos dolores y por espíritus malignos, a los lunáticos[7] y a los paralíticos, y los sanaba.
No es el hombre quien me la quita, sino que yo la pongo por mi propia voluntad, porque tengo autoridad para ponerla y tengo autoridad para tomarla de nuevo, porque esta autoridad he recibido de mi Padre.
Él es el esplendor de su gloria y la imagen de su esencia, y sustenta todas las cosas con el poder de su palabra. Y Él, habiendo llevado a cabo en su persona la limpieza de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Y sucedió que habiendo Jesús terminado de hablar estas palabras, las multitudes estaban admiradas por su enseñanza,
porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas y fariseos.
Y sucedió cierto día, que mientras Jesús enseñaba, se encontraban sentados algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y el poder de Yahweh estaba con Él para sanarlos,
Por medio de Él fueron hechas todas las cosas, y nada de lo que ha sido hecho se hizo sin Él.
Al atardecer le trajeron a muchos que tenían espíritus malignos, y con la palabra expulsó de ellos a los espíritus malignos, y sanó a todos los que tenían alguna enfermedad,
para que tuviera cumplimiento lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: 'ÉL TOMARÁ NUESTRAS AFLICCIONES Y LLEVARÁ NUESTRAS ENFERMEDADES'.
y puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de Él, pues Él vive eternamente e intercede por ellos;
Jesús les dijo: ¿Por qué han tenido miedo, hombres de poca fe? Entonces se puso de pie, y habiendo reprendido a los vientos y al mar, se produjo una gran quietud.
Entonces aquellos varones, maravillados, dijeron: ¿Quien es este a quien los vientos y el mar le obedecen?
que fue manifestado como el Hijo de Dios con poder y por el espíritu santo, que resucitó de entre los muertos: Jesucristo, Señor nuestro,
acerca de Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con el espíritu santo y con poder. Él es quien anduvo sanando a los oprimidos por el Maligno, porque Dios estaba con él.
A este mismo, Dios lo ha constituído Príncipe y Salvador, y lo ha exaltado con su diestra para conceder a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
pero para los llamados, judíos y gentiles, el Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios,
Y recorriendo Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñaba en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda aflicción.
Llamando, pues, a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para que los expulsaran, y para que sanaran toda enfermedad y aflicción.
Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
pero a la cuarta vigilia de la noche, vino Jesús a ellos andando sobre las aguas.
Al verlo los discípulos andando sobre las aguas, se turbaron, y dijeron: ¡Es un fantasma!, y empezaron a gritar de miedo,
pero Jesús, hablándoles de inmediato, dijo: ¡Tengan ánimo, soy yo, no tengan miedo!
y al reconocerlo los hombres de aquel lugar, mandaron avisar a todas las aldeas circunvecinas, y le llevaban a todo el que padecía algún mal,
y le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y cuantos lo tocaban eran sanados.
Acudieron entonces a Él grandes multitudes trayendo consigo a cojos, ciegos, mudos, lisiados y a muchos otros, y los ponían a los pies de Jesús, y Él los sanaba,
de modo que quedaban admiradas las multitudes cuando veían que los mudos hablaban, que a los lisiados se les restauraba, que los cojos caminaban y que los ciegos veían. Y glorificaban al Dios de Israel.
Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Seol no la vencerán,
y yo te daré las llaves del reino del Cielo, y todo lo que ates en la Tierra, será atado en el Cielo, y lo que desates en la Tierra, será desatado en el Cielo.
Jesús les dijo: Por su incredulidad; porque en verdad les digo que si tuvieran fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: 'Muévete de aquí', y se movería, y nada les sería dificil.
Pero esté género no sale sino con ayuno y oración.
De cierto les digo que todo lo que aten en la Tierra, será atado en el Cielo, y lo que desaten en la Tierra, será desatado en el Cielo.
Les digo otra vez: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la Tierra sobre cualquier cosa que pudieran pedir, lo tendrán de parte de mi Padre que está en el Cielo,
porque donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estaré yo entre ellos.
Acercándoseles Jesús, habló con ellos, y les dijo: Toda autoridad me ha sido dada sobre los cielos y sobre la Tierra. Y tal como mi Padre me ha enviado, también yo los envío a ustedes.
Y todos se maravillaron, y discutían unos con otros diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva enseñanza es esta que hasta a los espíritus inmundos ordena con autoridad y le obedecen?
Y su fama se difundió rápidamente por toda la región de Galilea.
Cuando Jesús vió la fe de ellos, dijo al paralítico: Tus pecados te son perdonados, hijo mío.
Pero allí se encontraban sentados algunos de los escribas y fariseos, quienes pensaban en su corazón:
¿Por qué este habla blasfemias? ¿Quién es capaz de perdonar pecados, sino solamente Dios?
Pero Jesús, sabiendo en su espíritu que pensaban de esta manera para sí mismos, les dijo: ¿Por qué están pensando estas cosas en su corazón?
¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico: 'Tus pecados quedan perdonados', o decirle: 'Levántate, toma tu camilla y anda'?
Pues para que sepan ustedes que el Hijo del Hombre tiene en la Tierra autoridad para perdonar los pecados (dijo al paralítico),
a tí te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
Él se levantó de inmediato, tomó su camilla y salió a la vista de todos, de tal manera que todos estaban maravillados, y glorificaban a Dios, y decían: Nunca habíamos visto algo semejante.
porque había sanado a muchos, de tal modo que se arrojaban sobre Él para tocarlo.
Y cuando lo veían los que eran afligidos por espíritus inmundos, caían ante Él y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios,
Él se puso de pie y reprendió al viento y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Entonces el viento cesó y hubo una gran calma.
Luego les dijo: ¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué no tienen fe?
Ellos temieron con gran temor, y se decían unos a otros: ¿Quién es este a quien los vientos y el mar le obedecen?
Habiendo llegado al otro lado del mar, a la región de los gadarenos,
cuando desembarcó le salió al encuentro de entre los sepulcros un varón con un espíritu inmundo
que vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni con cadenas,
porque todas las veces que era atado con grilletes o con cadenas, rompía las cadenas y destrozaba los grilletes sin que nadie pudiera controlarlo,
y todo el tiempo, de día y de noche, estaba entre los sepulcros y en los montes, gritando y lastimándose con piedras.
Pero cuando vio a Jesús desde lejos, corrió, y postrándose ante Él,
gritó en alta voz, diciendo: ¿Qué hay entre tú y yo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes,
porque le decía: 'Sal del hombre, espíritu inmundo!'
Y Él le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y respondió: Nuestro nombre es Legión, porque somos muchos,
y le rogaba insistentemente que no lo mandara fuera de la región.
Y había allí, a corta distancia del monte, una gran piara de cerdos paciendo,
y los espíritus malignos le suplicaban, y decían: Mándanos a los cerdos para que entremos en ellos,
y Él se los permitió, y saliendo los espíritus inmundos entraron en los cerdos, y la piara, que era como de dos mil, corrió y precipitándose al mar por un acantilado, se ahogaron en el agua.
Entonces, huyendo los que los apacentaban, avisaron en la ciudad y también en las aldeas, y la gente salía a ver lo que había ocurrido.
Y cuando llegaron a Jesús, viendo al que había estado poseído por la legión de espíritus malignos, con ropa, en su sano juicio y sentado, tuvieron temor,
porque los que lo habían visto les contaron cómo le había sucedido al que había estado poseído por los espíritus malignos, y así mismo lo de los cerdos,
y comenzaron a suplicarle que se marchara de sus alrededores.
Y cuando subió a la barca, el que había estado poseído por los espíritus malignos le suplicaba que lo dejase ir con Él,
pero Él no lo dejó, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho por tí y que ha tenido misericordia de tí.
Y él se fue y comenzó a proclamar en Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos se quedaban asombrados.
Y cierta mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años,
y que había padecido mucho en manos de muchos médicos y había gastado cuanto tenía sin ningún provecho, sino que había empeorado aún más,
cuando escuchó hablar de Jesús, vino por detrás, entre la multitud, y tocó sus vestidos,
porque decía: 'Si tan solo tocara sus ropas, quedaré sana'.
Y la fuente de su sangre se secó al instante, y ella sintió en su cuerpo que había sido sanada de su enfermedad.
Entonces Jesús, sabiendo dentro de sí que había emanado poder de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién tocó mis vestidos?
Sus discípulos le respondieron: Ves que la multitud te oprime, y dices: '¿Quién me tocó?'
Pero Él buscaba para ver quién había hecho esto.
Entonces la mujer, temerosa y temblando, sabiendo lo que había sido en ella, fue y postrándose ante Él, le contó toda la verdad.
Y Él le dijo: Tu fe te ha sanado, hija mía. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad.
Entonces tomó a la niña de la mano, y le dijo: Niña, ¡levántate!
Y la niña se incorporó de inmediato y empezó a caminar, pues su edad era de doce años. Y quedaron maravillados por completo.
Enseguida llamó a sus doce y empezó a mandarlos de dos en dos, y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos,
Y en cualquier lugar que entraba, en las aldeas o en las ciudades, ponían a los enfermos en las calles y le suplicaban poder tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaban eran sanados.
Entonces ordenó a la multitud que se sentara en el suelo. Y tomando los siete panes, los bendijo, los partió y los entregó a sus discípulos para que lo sirvieran, y ellos lo sirvieron a la multitud.
Y tenían unos cuantos pescados, y bendiciéndolos también, les dijo que los sirvieran.
Comieron hasta saciarse, y de los pedazos que sobraron, recogieron siete cestos llenos.
Y los hombres que comieron eran alrededor de cuatro mil. Y Él los despidió.
Pero Jesús los miró y les dijo: Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.
Y estas señales seguirán a los que creen: en mi Nombre expulsarán espíritus malignos, hablarán nuevas lenguas;
tomarán en sus manos serpientes, y si bebieran algún veneno mortífero no les hará daño; impondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán.
'EL ESPÍRITU DE YAHWEH ESTÁ SOBRE MÍ. POR ESO ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR BUENAS NUEVAS A LOS POBRES, Y ME HA ENVIADO PARA RESTAURAR A LOS QUEBRANTADOS DE CORAZÓN,
PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS Y VISTA A LOS CIEGOS, PARA FORTALECER CON EL PERDÓN A LOS QUEBRANTADOS, Y PARA PROCLAMAR EL AÑO AGRADABLE DE YAHWEH'.
Y se apoderó de todos ellos un gran asombro, y se hablaban el uno al otro, diciendo: ¿Qué es realmente esta palabra, que con autoridad y con poder da órdenes a los espíritus inmundos, y salen?
Y su fama se difundió por toda la región circundante.
Y mientras estaba Jesús en una de las ciudades, llegó un varón completamente cubierto de lepra, que al ver a Jesús cayó sobre su rostro, y suplicándole, dijo: Señor mío, si quieres, puedes sanarme.
Entonces Jesús, extendiendo su mano, lo tocó, diciéndole: Quiero, se limpio. Y su lepra se fue de él inmediatamente.
Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene en la Tierra autoridad para perdonar pecados (dijo al paralítico): A tí te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
Descendiendo, pues, Jesús con ellos, se detuvo en una llanura. Y había una gran multitud de sus discípulos y un gran número de personas del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían asistido para escuchar su palabra y para ser sanados de sus enfermedades,
y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban restaurados.
Y toda la multitud procuraba tocarlo, porque de Él emanaba un poder que sanaba a todos.
y acercándose, tocó la camilla y los que la llevaban se detuvieron. Luego dijo: Joven, a tí te digo: ¡Levántate!
Entonces, el que había estado muerto se incorporó y empezó a hablar, y él lo entregó a su madre.
Y en aquella misma hora sanó a muchos de enfermedades, de aflicciones y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista.
Luego Él les dijo: ¿Dónde está su fe? Pero ellos asustados y asombrados, se decían unos a otros: ¿Quién, pues, es este que manda incluso a los vientos, a las tempestades y al mar, y lo obedecen?
Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, que había gastado en médicos todo su patrimonio, pero no había podido ser sanada por nadie,
se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto, y su flujo de sangre cesó de inmediato.
Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y al negarlo todos, Simón Pedro y los que estaban con él le dijeron: Maestro nuestro, las multitudes te oprimen y te apretujan, y tú dices: '¿Quién me ha tocado?'
Pero Él dijo: Alguien me tocó, porque me di cuenta de que emanó poder de mí.
Entonces, al ver la mujer que no había pasado inadvertida, se acercó temblando, cayó postrada frente a Él, y dijo ante todo el pueblo la razón por la cual lo había tocado y cómo había sido sanada inmediatamente.
Y Jesús le dijo: Hija mía, ten ánimo, tu fe te ha sanado, vete en paz.
Llamando Jesús a sus doce, les dio poder y autoridad sobre todo espíritu maligno, y para sanar enfermedades,
y los mandó a proclamar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
pero al enterarse las multitudes, fueron tras Él, y habiéndolos recibido, les hablaba de Dios y sanaba a los que necesitaban ser sanados.
Y todos ellos estaban atónitos por la grandeza de Dios. Y mientras todos se admiraban por todo lo que Jesús hacía, Él dijo a sus discípulos:
Cuando regresaron con gran gozo los setenta que había enviado, le dijeron: Señor nuestro, aún los espíritus malignos se someten a nosotros en tu Nombre.
Y Él les dijo: Yo veía que Satanás caía desde el cielo como un rayo.
He aquí, les doy autoridad para que aplasten serpientes y excorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada los dañará.
Y yo enviaré sobre ustedes la promesa de mi Padre. Pero ustedes permanezcan en la ciudad de Jerusalén, hasta que sean investidos con poder de lo alto.
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria; gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad.
Jesús les dijo: Llenen las tinajas con agua. Y las llenaron hasta arriba.
Enseguida les dijo: Saquen ahora y llévenle al encargado de la fiesta. Y le llevaron.
Y al probar el encargado de la fiesta el agua convertida en vino, sin saber de dónde era (pero los que servían, que habían sacado el agua, sí sabían), llamó al novio,
porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que Él quiere da vida,
De cierto, de cierto les digo: El que escucha mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no va a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.
De cierto, de cierto les digo: Viene el tiempo y ahora es, en el que los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen vivirán,
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, no tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida,
Nuevamente Jesús les habló, y dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que encontrará para sí la luz de la vida.
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que tengan lo mejor.
y yo les doy vida eterna. Jamás perecerán y nadie las arrebatará de mi mano,
porque mi Padre que me las ha dado es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y mi Padre somos uno.
Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene a mi Padre, sino solo por medio de mí.
De cierto, de cierto les digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará, y mayores que estas hará, porque yo voy al Padre?
Y lo que pidan en mi Nombre, les concederé, para que el Padre sea glorificado en su Hijo.
Si me piden en mi Nombre, yo lo concederé.
Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este producirá mucho fruto, porque sin mí nada pueden hacer.
Les he hablado estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero tengan ánimo, yo he vencido al mundo.
así como le diste autoridad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le has dado.
pero cuando el espíritu santo venga sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, aún en la región de Samaria y hasta los confines de la Tierra.
Escuchen estas palabras, varones israelitas: Jesús el Nazareno, varón manifestado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y portentos que hizo Dios entre ustedes por medio de Él, tal como ustedes lo saben,
Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho el Señor y el Cristo.
Simón le dijo: No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy: ¡En el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, levántate y anda!
esto sea conocido por ustedes y por el pueblo entero de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por Él ahora este varón está de pie y sano delante de ustedes.
mientras tu mano está extendida para hacer sanidades, portentos y prodigios en el nombre de tu Santo Hijo Jesús.
Y muchos milagros y prodigios eran hechos mediante los apóstoles entre el pueblo, y todos estaban congregados unánimes en el pórtico de Salomón.
Y de esta manera lo hacía durante muchos días. Entonces Pablo, enojado, dijo al espíritu: ¡En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella!, y en ese mismo momento salió.
Porque si debido a la transgresión de uno reinó la muerte, mucho más reinarán en vida los que han recibido la abundancia de la gracia, del don y de la justicia mediante uno, Jesucristo.
porque nosotros sabemos que el Cristo resucitó de entre los muertos, y no morirá de nuevo, porque la muerte no tiene dominio sobre Él,
ya que por cuanto Él murió, al pecado murió una vez, pero por cuanto vive, para Dios vive.
Porque si el espíritu de Aquel que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos también vivificará sus cuerpos mortales, por medio de su espíritu que habita en ustedes.
¿Quién es el que condena? El Cristo es el que murió y resucitó, y está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros.
porque Dios, que resucitó a nuestro Señor, a nosotros también nos resucitará con su poder.
pero Él me ha dicho: 'Mi gracia te es suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad'. Así que me sentiré gozosamente orgulloso en mis debilidades, para que el poder del Cristo more en mí.
y cuál es la excelencia de la majestad de su poder en nosotros los que creemos, conforme a la operación de la inmensidad de su poder,
el cual ejerció en el Cristo, resucitándolo de entre los muertos, y haciéndolo sentar a su diestra en el Cielo,
sobre todos los principados, autoridades, potestades y señoríos, y sobre todo nombre que se nombra, no solamente en esta edad, sino también en la venidera,
para que, conforme a la riqueza de su gloria, les conceda el ser fortalecidos con poder por su espíritu.
Que habite el Cristo en su hombre interior mediante la fe, y en sus corazones por medio del amor, fortaleciéndose su raíz y su cimiento,
por lo cual tambén Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre más excelente que todos los nombres,
para que toda rodilla se doble en el nombre de Jesús, tanto de los que están en los cielos y en la Tierra, como de los que están debajo de la tierra,
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios su Padre.
Por medio de Él todas las cosas fueron creadas, tanto las que están en los cielos como las que están en la Tierra, todo lo visible y todo lo invisible, ya sean tronos, o dominios, o principados, o poderes; todo fue creado por medio de Él y para Él.
Él es antes que todas las cosas, y todas las cosas por Él existen.
porque agradó a Dios que habitara en Él toda la plenitud;
y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, ya sean las que están en la Tierra como las que están en los cielos, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz.
en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
y ustedes también han alcanzado en Él la plenitud, porque Él es la cabeza de todos los principados y dominios,
pues en cuanto a ustedes, nuestra proclamación no fue solamente con palabras, sino también con poder y en el espíritu santo, y con genuina convicción. También están enterados de cómo estuvimos entre ustedes por su causa,
Porque ellos será retribuidos en el juicio con perdición eterna procedente de la presencia de nuestro Señor y de la gloria de su poder,
Palabra fiel y digna de ser aceptada: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, de quienes yo soy el primero,
y por esto alcancé misericordia, para que Jesucristo manifestara primero en mí toda su paciencia, para ejemplo de los que habrían de creer en Él para vida eterna.
Por tanto, al Rey de las edades, a Aquel que es incorruptible e invisible, al único Dios, sean honra y la gloria eternamente y para siempre. Amén.
siendo ahora manifestada por la revelación de nuestro Salvador Jesucristo, quien habiendo abolido la muerte, manifestó la vida y la incorruptibilidad mediante el Evangelio,
Por tanto, puesto que los hijos han participado de carne y sangre, también Él participó de igual manera de estas cosas, para anular mediante su muerte al que tenía el poder de la muerte, es decir, a Satanás;
y desatar a los que por medio a la muerte estaban durante toda su vida sometidos a servidumbre.
porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestra debilidad, sino que tenemos uno que fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de su gracia para recibir misericordia y hallar gracia para ser auxiliados en tiempo de aflicción.
Y Él mismo cargó con todos nuestros pecados, levantándolos en su cuerpo a la cruz, para que nosotros, al estar muertos al pecado, vivamos en su justicia, porque por sus heridas fueron ustedes restaurados;
porque el Cristo también murió por nuestros pecados una sola vez, el Justo por los pecadores, para llevarnos a Dios, y murió en el cuerpo, pero vive en espíritu.
El que practica el pecado es de Satanás, porque Satanás ha sido pecador desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras de Satanás.
Porque todo el que es nacido de Dios vence al mundo, y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.
Porque, ¿quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Yo soy el Alef y la Tau[1] - dice Yahweh Dios - el que es, el que era y el que ha de ir, el Todopoderoso.