Que bueno es saber que a pesar de los golpes que nos puede dar la vida, tenemos y contamos con el poder de Dios en nuestras vidas. Los hijos de Dios nunca estamos solos ante ninguna circunstancia, Dios está presente siempre, el Señor va delante de ti peleando tus batallas y llenándote de su poder para que obtengas la victoria en esa situación que estás atravesando. En (2 Corintios 12:9-10) Dios te dice que te bastes en su gracia porque su poder se perfecciona en tu debilidad, es hermoso saber que en medio de eso que vives, tus problemas, tu debilidad, Dios está allí perfeccionando su poder en tu vida. Dios nos reviste de su poder (Lucas 24:49) Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto. Contamos con un Dios todo poderoso, para Dios no hay nada imposible él puede hacer lo que sea, confía en él y Dios obrará en tu vida.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres.
Jesús le respondió: 'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente'.
Está llegando la hora (o mejor, ya ha llegado) en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre espiritualmente y con toda sinceridad, tal y como él desea ser adorado.
Porque Dios es Espíritu, y los que le adoran han de adorarle con pureza de espíritu y sinceridad de corazón.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres.
Así el Señor os dará la parte de herencia que os corresponde, porque en realidad es a Cristo el Señor a quien estáis sirviendo.
Porque Dios es Espíritu, y los que le adoran han de adorarle con pureza de espíritu y sinceridad de corazón.
Con la ayuda del Señor continuemos ofreciéndole el mejor de todos los sacrificios de alabanza, que consiste en anunciar a otros la gloria del nombre de Jesús.
Así pues, hermanos míos, con el pensamiento puesto en la inagotable misericordia de Dios, os ruego que le presentéis vuestro cuerpo como un sacrificio vivo y santo, entregado por entero a su servicio. Esta será vuestra más auténtica manera de rendirle culto.
No os preocupéis por nada, pero orad sin cesar, suplicando a Dios por vuestras necesidades y no olvidando darle gracias por todo.
Hacedlo así, y la paz de Dios, que supera toda capacidad humana de comprensión, guardará vuestros pensamientos y vuestro corazón unidos a Cristo Jesús.
Vosotros, en cambio, sois un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo que Dios ha adquirido para que anunciéis a otros las grandezas de aquel que, estando vosotros en tinieblas, os llamó a participar de su luz maravillosa.
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y los de corazón inconstante, purificadlo para que se vuelva fiel.
Pero tened presente que también vino para que los gentiles pudieran salvarse, y para que ellos, lo mismo que nosotros, glorifiquen a Dios por su gran misericordia. A esto se refieren las Escrituras cuando dicen: 'Por eso te confesaré entre los gentiles y cantaré en honor de tu nombre'.
Entre vosotros, en vuestras conversaciones, recitad y entonad salmos, himnos y cánticos espirituales. Cantad de todo corazón al Señor y elevad a él vuestras alabanzas.
me ha llamado a ser un servidor de Cristo Jesús especialmente dedicado a quienes, como vosotros, no son judíos. Mi servicio, pues, consiste en anunciaros a los gentiles el evangelio de Dios, para luego poder presentaros ante él como una ofrenda grata, santificada por la acción del Espíritu Santo.
Pero sabed que los verdaderos circuncidados somos nosotros, los que en espíritu servimos a Dios, los que ponemos toda nuestra gloria en Cristo Jesús y no confiamos en esfuerzos humanos.
'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí.
Los honores que me rinden no tienen valor alguno, porque sus enseñanzas no son sino meros preceptos humanos'.
Cada uno, pues, dé conforme a lo que se había propuesto dar; y no lo haga con tristeza ni como por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.