Dios es tu creador, tu protector, tu sustentador. Dios es todo poderoso, es misericordioso, es perdonador, es bueno. Podemos conocer a Dios mediante su palabra, Dios está interesado en tu vida él te ama y ha creado un hermoso plan para tu vida. Dios conoce todas las cosas aún antes de que pasen Dios ya las sabe. Dios es amor inagotable. Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. (Isaías 41:13) Así es Dios siempre estará con nosotros, solo debemos acercarnos a él, Dios es el Creador y sustentador de todas las cosas, que rescata al mundo a través de su Hijo, Jesucristo.
Compartid, pues, vuestras cargas y problemas, obedeciendo así el mandato de nuestro Señor.
No debáis nada a nadie, excepto la deuda de amor que tenéis contraída con todos y que nunca queda saldada. Pensad que quien ama al prójimo ha cumplido la ley.
Considerad esto con atención: ¿Recibisteis acaso el Espíritu Santo por haber obedecido a la ley mosaica, o por haber oído de Cristo y haber creído en él?
No, de ninguna forma desecharé la gracia de Dios, porque esto evidente: que si fuéramos hechos justos por cumplir la ley, no habría sido necesario que Cristo muriese por nosotros.
Antes de promulgarse la ley mosaica ya estaba el pecado en el mundo, pero al no haber ley no se podía inculpar a nadie de haberla transgredido.
Dios condenará el pecado dondequiera que se manifieste: a quienes no tienen la ley de Moisés, los castigará por los pecados que sin la ley hayan cometido; y a los que viven sujetos a la ley, los castigará por los pecados que bajo esa ley hayan cometido.
Porque toda la ley se resume en un solo mandamiento: 'Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo'.
Ahora bien, dado que nuestra salvación no depende del estricto sometimiento a la ley mosaica, sino de aceptar la gracia de Dios, ¿podemos seguir pecando despreocupadamente? ¡De ninguna manera!
Y esto en razón de que la mera obediencia a la ley no faculta a nadie para alcanzar el favor de Dios, pues lo que realmente hace la ley es darnos a conocer que estamos sometidos al pecado. La justicia mediante la fe
La ley fue dada para que todos tuviésemos plena conciencia de nuestro pecado; pero cuanto más creció el pecado, mucho más derramó Dios sobre todos su gracia y su perdón. Así que el pecado reinó sobre el hombre y lo condujo a la muerte, pero ahora, por la justicia de Dios, reina su gracia salvadora para dar vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, manÍsedumbre y templanza, cosas contra las cuales no existe ninguna ley.
Porque ciertamente Dios, por medio de Moisés, nos reveló la ley; pero por medio de Jesucristo, en su venida, nos reveló la gracia y la verdad.
¿Significa todo esto que la ley de Dios es pecado? ¡De ninguna manera! La ley no es pecado. Lo que sucede es que la ley me descubrió el pecado que había en mí, del cual yo no me habría percatado si no hubiera sido por la ley. Así que, por ejemplo, no me habría dado cuenta de que mi corazón encerraba el pecado de la codicia, si la ley no me hubiera dicho: 'No codiciarás'.
Dicho de otra forma: la ley mosaica fue nuestra tutora para conducirnos a Cristo, que vino a hacernos justos delante de Dios por medio de la fe. Hijos de Dios Pero ahora que estamos ya en la etapa de la fe, no necesitamos más de la tutoría de la ley mosaica,
No penséis que he venido a abolir la ley de Moisés o la palabra de los profetas: yo no he venido a abolirlas, sino a cumplirlas. Porque os aseguro que mientras permanezcan el cielo y la tierra, y hasta que todo se haya cumplido, ni un punto ni una coma se borrarán de la ley.
Nosotros podemos saber que le conocemos, si guardamos de veras sus mandamientos. Quizás haya quien asegure: '¡Yo le conozco!', pero ese, quienquiera que sea, si no guarda sus mandamientos, es un embustero y no hay verdad en él.
El pecado no ha de volver a dominaros, pues ahora no estáis ya sujetos a la ley, bajo la cual el pecado os esclavizó, sino que sois libres y objeto de la gracia y la misericordia de Dios. Esclavos de la justicia
Por eso, este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel cuando pasen aquellos días, dice el Señor:Pondré mis leyes en su mente y las grabaré en su corazón.Yo seré entonces su Diosy ellos serán mi pueblo.
De todo lo cual resulta que la ley con sus mandamientos es verdaderamente santa y buena.
Jesús le respondió: 'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente'. Este mandamiento es el primero y más importante; y el segundo le es semejante: 'Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo'. De estos dos mandamientos depende toda la ley mosaica y lo dicho por los profetas. ¿De quién es hijo el Cristo?
No debáis nada a nadie, excepto la deuda de amor que tenéis contraída con todos y que nunca queda saldada. Pensad que quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque todos los mandamientos de la ley de Dios (no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás, o cualquier otro mandamiento) se resumen en esta sola sentencia: 'Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo'. El que ama a su prójimo no tratará de hacerle ningún daño, de modo que en el amor reside el cumplimiento cabal de la ley.
En cambio, el que pone su atención y persevera en la perfecta ley que Dios nos ha dado para que podamos conducirnos con libertad, no solo la recordará, sino que actuará conforme a ella, y Dios le bendecirá en todo lo que haga.
En cambio, los que para salvarse se aferran a la ley mosaica, están bajo la maldición de Dios, como dicen las Escrituras: 'Maldito aquel que no cumpla todas y cada una de las disposiciones escritas en el libro de la ley'.
La antigua ley fue apenas una sombra de los bienes prometidos, no la propia imagen de su realidad. Por eso, aun estando en vigor y aunque los sacrificios se repetían año tras año, sin cesar, no podía alcanzarse la meta de la salvación.
Hasta que Juan el Bautista comenzó a predicar, la ley y los escritos de los profetas tenían plena vigencia. Pero Juan anunció al mundo la buena noticia de la venida del reino de Dios, y desde entonces todos le hacen violencia.
El mero conocimiento de la ley de Dios no nos libra de las garras del pecado, porque no somos capaces de cumplirla. Por eso, a fin de darnos la salvación, envió Dios a su propio Hijo con un cuerpo humano igual en todo al nuestro (pero sin pecado), y al entregarlo en sacrificio a causa de nuestros pecados, destruyó el dominio que el pecado ejercía sobre nosotros. Por lo tanto, podremos obedecer a la ley de Dios si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, en vez de obedecer los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa.
Por tanto, cualquiera que quebrante uno de esos mandamientos, aun siendo el menos importante, y enseñe a otros a quebrantarlo, muy poco importante será considerado en el reino de los cielos. Y al contrario, cualquiera que los cumpla y enseñe a otros a cumplirlos, será considerado importante en el reino de los cielos.
si ando entre los gentiles, que no tienen la ley de Moisés, me hago como si yo también estuviera sin esa ley (aunque no estoy sin ley de Dios, puesto que estoy bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley;
sabemos muy bien que nadie puede ser considerado justo por obedecer a la ley mosaica, sino únicamente por la fe en Jesucristo. Nosotros, que hemos creído en Jesucristo, somos hechos justos por esa fe en Cristo y no por haber obedecido a la ley de Moisés. ¡Nadie es hecho justo por cumplirla!'
Porque Dios no dará por justo a quien se limite a escuchar lo que la ley dice, sino a quien viva y se conduzca de acuerdo con ella. A éste es a quien Dios dará por justo.
Porque si uno obedece a toda la ley, pero deja de cumplir uno solo de sus preceptos, es tan culpable como el que no cumple ninguno de ellos.
Cualquiera que comete pecado quebranta la ley de Dios, porque el pecado supone quebrantamiento de esa ley.
Jesús les respondió: ¿Y por qué vosotros también quebrantáis lo que Dios ha ordenado, con tal de guardar vuestras tradiciones?
lo cual significa que, si tratáis de buscar vuestra justicia por medio de la ley y os separáis así de Cristo, habréis caído de la gracia de Dios.
¿Pero significa todo esto que la ley de Dios queda abolida por la fe? ¡De ninguna manera! Lo que hacemos por medio de la fe es confirmar el valor de la ley.
De este modo anuló Dios el documento acusatorio que había contra nosotros y que nos era contrario; lo quitó de en medio clavándolo en la cruz de Cristo.
A nosotros nos consta que la ley es buena, siempre que se haga uso de ella conforme al propósito de Dios;
Por tanto, haced vosotros con los demás como queréis que ellos hagan con vosotros, porque en eso se resume la ley de Moisés y lo dicho por los profetas. La puerta estrecha y la puerta ancha
Saben muy bien que la sentencia de Dios sobre quienes cometen tales delitos es la muerte, y sin embargo ellos, además de seguir cometiéndolos, aplauden cuando otros los cometen.
Entonces, ¿para qué se promulgó la ley? Pues sabed que la ley fue añadida a la promesa para demostrarnos que, ante los ojos de Dios, todos somos culpables de haberla quebrantado. Pero la ley tenía una vigencia temporal: sólo podía estar en vigor hasta la llegada de aquella descendencia prometida a Abraham. Y fue a los ángeles a quienes Dios encomendó que pusieran la ley en manos de Moisés, a fin de que él fuese mediador para su transmisión al pueblo de Israel.
En cambio, si yo expulso los demonios por el poder del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Porque si los gentiles, que nunca han tenido la ley, actúan por propia naturaleza de acuerdo con la ley, aun no teniendo ley llevan dentro de sí mismos una ley a la cual deben obediencia. Es como si tuvieran la ley de Dios escrita en su corazón, y como si su conciencia diera testimonio de ella, y sus personales razonamientos a veces los acusaran y a veces los defendieran.
Vosotros hacéis bien, si de veras obedecéis la ley del Reino según la encontramos en la Escritura: 'Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo'.
Evitad toda rencilla, y procurad llevar una vida limpia y santa, porque sin santidad nadie verá al Señor.
No entienden que el fin de la ley es Cristo, y que a quienes creen en él Dios los declara justos.
En esto podemos saber que amamos a nuestros hermanos, que son hijos de Dios lo mismo que nosotros: si amamos a Dios 'y guardamos sus mandamientos. Porque amar a Dios significa guardar sus mandamientos, que no son difíciles de cumplir.
Después de todo, lo que realmente debemos entender es que el reino de Dios no consiste en comer ni en beber, sino en la justicia, la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo.
Porque vosotros, hermanos míos, habéis sido llamados a la libertad; no a la libertad de hacer lo malo, sino a la libertad de serviros unos a otros por amor.
Que la palabra de Cristo rebose en vosotros de tal manera que unos a otros seáis capaces de instruiros y animaros con sabiduría, y que, llenos de gratitud vuestros corazones, cantéis al Señor salmos, himnos y cánticos espirituales, y que todo lo que hagáis o digáis, lo hagáis en el nombre del Señor Jesús, y por medio de él ofrezcáis a Dios Padre vuestras acciones de gracias. Normas para la familia cristiana
Todo el mundo debe obedecer a las autoridades constituidas, porque Dios, la máxima autoridad, es quien las ha establecido en sus cargos respectivos. No hay gobierno en la tierra que haya llegado a ejercer su autoridad sin el permiso de Dios. Oponerse a la autoridad es, pues, resistirse a lo que Dios ha establecido; y quienes se resisten, castigo atraen sobre sí.
Todo me está permitido, pero no todo conviene; todo me está permitido, pero no dejaré que nada me domine.
Porque la palabra de Dios es viva y poderosa, más cortante que cualquier espada de doble filo; penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y las médulas, y enjuicia nuestros más íntimos pensamientos y propósitos.
Lo que vosotros, en primer lugar, debéis hacer es buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido.
Vosotros, que creéis necesario obedecer a la ley de Moisés para alcanzar la salvación, decidme, ¿por qué no os fijáis en lo que esa misma ley dice? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava y otro de una mujer libre. El hijo de la esclava nació como nacen todos los niños; pero el hijo de la mujer libre nació porque Dios se lo había prometido a Abraham.
Aquel primer pacto entre Dios y su pueblo contenía ciertas normas para la organización del culto, y también un santuario terrenal. El santuario estaba formado por dos salas. En la primera, conocida como 'Lugar Santo', se encontraban el candelabro de siete brazos y la mesa sobre la que estaban los panes llamados 'de la proposición'.
ya no tiene que preocuparse de ayudar a su padre ni a su madre'. De esa manera, invocando vuestra tradición, invalidáis el mandamiento de Dios.
Vosotros, en cambio, sois un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo que Dios ha adquirido para que anunciéis a otros las grandezas de aquel que, estando vosotros en tinieblas, os llamó a participar de su luz maravillosa.
Porque todos hemos pecado, 'y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de Dios; pero Dios, por pura gracia, nos declara justos merced a la obra redentora de Jesucristo.
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