Eclesiastés 3 - Nueva Biblia Española (1975)1 Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: 2 tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; 3 tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; 4 tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; 5 tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; 6 tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; 7 tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; 8 tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. 9 ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? 10 Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: 11 todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin. 12 Y comprendí que el único bien del hombre es alegrarse y pasarlo bien en la vida. 13 Pero que el hombre coma y beba y disfrute del producto de su trabajo es don de Dios. 14 Comprendí que todo lo que hizo Dios durará siempre: no se puede añadir ni restar. Porque Dios exige que lo respeten. 15 Lo que fue ya había sido, lo que será ya fue, pues Dios da alcance a lo que huye. 16 Otra cosa observé bajo el sol: en la sede del derecho, el delito; en el tribunal de la justicia, la iniquidad; 17 y pensé: al justo y al malvado los juzgará Dios. Hay una hora para cada asunto y un lugar para cada acción. 18 Acerca de los hombres, pensé así: Dios los prueba para que vean que por sí mismos son animales; 19 pues es una la suerte de hombres y animales: muere uno y muere el otro, todos tienen el mismo aliento y el hombre no supera a los animales. Todos son vanidad'. 20 Todos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo. 21 ¿Quién sabe si el aliento del hombre sube arriba y el aliento del animal baja a la tierra? 22 Y así observé que el único bien del hombre es disfrutar de lo que hace: ésa es su paga; pues nadie lo ha de traer a disfrutar de lo que vendrá después de él. |
Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.