Sábete que quedarán confundidos y avergonzados todos aquellos que te hacen guerra; serán como si no fuesen, y perecerán los que te contradicen.
Bendice al Señor, alma mía, y guárdate de olvidar ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus maldades; quien sana todas tus dolencias;
Y la oración nacida de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará; y si se halla con pecados, se le perdonarán.
Confesad, pues, vuestros pecados uno a otro, y orad los unos por los otros para que seáis salvos; porque mucho vale la oración perseverante del justo.
Porque yo cicatrizaré tu llaga, y curaré tus heridas, dice el Señor. Ellos, ¡oh Sión!, te han llamado la repudiada: Esta es, dicen, la que no tiene quien la busque o pretenda.
y dijo: Si escuchares la voz del Señor Dios tuyo, e hicieres lo que es recto, delante de él, y obedecieres sus mandamientos, y observares todos sus preceptos, no descargaré sobre ti plaga ninguna, de las que he descargado sobre Egipto; porque Yo soy el Señor que te doy la salud.
siendo así que por causa de nuestras iniquidades fue él llagado, y despedazado por nuestras maldades; el castigo de que debía nacer nuestra paz con Dios, descargó sobre él, y con sus moretones fuimos nosotros curados.
Consuélelo el Señor cuando se halle postrado en el lecho de su dolor; tú mismo, Señor, lo sostenías en su cama en su enfermedad.
Grande ha sido mi contento con la venida de los hermanos, y el testimonio que dan de tu sincera piedad, como que sigues el camino de la verdad, de la buena nueva.
No os inquietéis por la solicitud de cosa alguna; mas en todo presentad a Dios vuestras peticiones por medio de la oración y de las plegarias, acompañadas de acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, sea la guardia de vuestros corazones y de vuestros sentimientos en Jesucristo.
y me respondió: Bástate mi gracia, porque el poder mío brilla y consigue su fin por medio de la flaqueza. Así que con gusto me gloriaré de mis flaquezas o enfermedades, para que haga morada en mí el poder de Cristo .
Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame y seré salvo; pues que toda mi gloria eres tú.
El ánimo alegre mantiene la edad florida; deseca los huesos la tristeza de espíritu.
Desfallecerá fatigada de cansancio la edad lozana, y se caerá de flaqueza la juventud.
Mas los que tienen puesta en el Señor su esperanza, adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas como de águila, correrán y no se fatigarán, andarán y no desfallecerán.
Callen ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio:
Mas volviéndose Jesús y mirándola, dijo: Hija, ten confianza. Tu fe te ha curado. En efecto desde aquel momento quedó curada la mujer.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El me ha colocado en lugar de verdes pastos; me ha conducido a unas aguas que restauran y recrean.
Convirtió a mi alma. Me ha conducido por los senderos de la justicia, para gloria de su Nombre.
Vuelve, y di a Ezequías , caudillo de mi pueblo: Esto dice el Señor Dios de tu padre David: Oído he tu oración, y visto tus lágrimas; yo te doy la salud; de aquí a tres días subirás al templo del Señor.
Escucha, hijo mío, mis razonamientos, y atiende mis palabras.
Jamás las pierdas de vista, deposítalas en lo íntimo de tu corazón;
porque son vida para quienes la reciben, y salud o medicina para todo hombre.
¡Ah! mi carne y mi corazón desfallecen, ¡oh Dios de mi corazón, Dios que eres la herencia mía por toda la eternidad!
Al Señor Dios tuyo servirás para que yo eche la bendición sobre tus panes y tus aguas, y destierre de ti las enfermedades.
La paz os dejo, la paz mía os doy; no os la doy yo, como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
No llegará a ti el mal, ni el azote se acercará a tu morada.
Porque él mandó a sus ángeles que cuidasen de ti; los cuales te guardarán en cuantos pasos dieres.
Y Jesús iba recorriendo todas las ciudades y villas, enseñando en sus sinagogas, y predicando la buena noticia del reino de Dios, y curando toda dolencia y toda enfermedad.
Y si el espíritu de aquel Dios, que resucitó a Jesús de la muerte, habita en vosotros, el mismo que ha resucitado a Jesucristo de la muerte dará vida también a vuestros cuerpos mortales, en virtud de su espíritu que habita en vosotros.
A la voz del ángel huyeron los pueblos; y al alzar tu brazo quedaron disipadas las naciones enemigas.
Ten, Señor, misericordia de mí, que estoy sin fuerzas; sáname, oh Señor, porque hasta mis huesos se han estremecido.
Porque andabais como ovejas descarriadas, mas ahora os habéis convertido y reunido al pastor, y obispo o superintendente de vuestras almas.
Yo vi sus andanzas y le di la salud, y le convertí al buen camino y le di mis consuelos, así a él como a los suyos que lloraban arrepentidos.
He creado la paz, fruto de mis labios, o promesas; paz para el que está lejos y para el que está cerca, dice el Señor; y los he curado a todos.
El Señor es mi firme apoyo, mi asilo, y mi libertador. Mi Dios es mi socorro y en él esperaré. El es mi protector y mi poderosa salvación, y el amparo mío.
Y no nos gloriamos solamente en esto, sino también en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación ejercita la paciencia,
la paciencia sirve a la prueba de nuestra fe, y la prueba produce la esperanza,
Portaos varonilmente todos vosotros los que tenéis puesta en el Señor vuestra esperanza, y tened buen ánimo.
Si esto haces amanecerá tu luz como la aurora, y llegará presto tu curación, y delante de ti irá siempre tu justicia, y la gloria del Señor te acogerá en su seno.
Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, o de confesar tu fe públicamente, ni de mí que estoy en cadenas por amor suyo, antes bien padece y trabaja a una conmigo por el evangelio con la virtud que recibirás de Dios.
El ladrón no viene sino para robar, y matar, y hacer estrago. Mas yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en más abundancia.
Después de esto, habiendo convocado sus doce discípulos, les dio potestad para lanzar los espíritus inmundos y curar toda especie de dolencias y enfermedades.
Yo mismo os llevaré en brazos hasta la vejez, hasta cuando encanezcáis; yo os hice, y yo os llevaré, yo os sostendré siempre, y yo os salvaré de todo peligro.
Por lo cual no desmayamos; antes aunque en nosotros el hombre exterior o el cuerpo se vaya desmoronando, el interior o el espíritu se va renovando de día en día.
Porque las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria,
y así no ponemos nosotros la mira en las cosas visibles, sino en las invisibles. Porque las que se ven, son transitorias; mas las que no se ven, son eternas.
verificándose con eso lo que predijo el profeta Isaías, diciendo: El mismo ha cargado con nuestras dolencias, y ha tomado sobre sí nuestras enfermedades.
Sabemos también nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de aquellos, digo, que él ha llamado según su decreto para ser santos.
de manera que podamos animosamente decir: El Señor es quien me ayuda; no temeré cosa que hagan contra mí los hombres.
Acordaos de vuestros prelados los cuales os han predicado la palabra de Dios, cuya fe habéis de imitar, considerando el fin dichoso de su vida.
Edificando el Señor a Jerusalén , congregará a los hijos de Israel, que andan dispersos por el mundo.
Ningún instrumento preparado contra ti te hará daño; y tú condenarás toda lengua que se presente en juicio contra ti. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y ésta es la justicia que deben esperar de mí, dice el Señor.
Porque yo tengo una firme confianza, que quien ha empezado en vosotros la buena obra de vuestra salud, la llevará a cabo hasta el día de la venida de Jesucristo;
Aguarda al Señor, y pórtate varonilmente; cobre aliento tu corazón, y espera con paciencia el Señor.
Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu prudencia.
En todas tus empresas tenle presente, y él sea quien dirija todos tus pasos.
Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en mí la paz. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza, yo he vencido al mundo.
El Dios de la esperanza nuestra os colme de toda suerte de gozo y de paz en vuestra creencia, para que crezca vuestra esperanza siempre más y más, por la virtud del Espíritu Santo.
¡Oh cielos!, entonad himnos; y tú ¡oh tierra!, regocíjate; resonad vosotros, ¡oh montes!, en alabanzas, porque el Señor ha consolado a su pueblo, y se apiadará de sus pobres.
Hasta ahora no habéis tenido sino tentaciones humanas, u ordinarias; pero fiel es Dios, que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho para que podáis sosteneros.
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro defensor en las tribulaciones que tanto nos han acosado.
Desde que apunta el día estoy temiendo; pero yo confío en ti.
Me gloriaré en Dios por las promesas que me tiene hechas; en Dios tengo puesta mi esperanza; nada temeré de cuanto puedan hacer contra mí los mortales.
Y el Señor que es vuestro caudillo, él mismo será contigo: no te dejará ni te desamparará: no temas, ni te amedrentes.
Alegraos con la esperanza del premio; sed pacientes en la tribulación; en la oración continuos;
Como un padre se compadece de sus hijos, así se ha compadecido el Señor de los que le temen.
Porque él conoce bien la fragilidad de nuestro ser. Tiene muy presente que somos polvo,
Si me hallare, oh Señor, en medio de la tribulación, tú me animarás, porque extendiste tu mano contra el furor de mis enemigos, y me salvó tu poderosa diestra.
Vosotros pusisteis para siempre vuestra esperanza en el Señor, en el Señor Dios, que es nuestra fortaleza eterna.
Porque él abatirá a los que se ven sublimados, humillará la ciudad altiva. La humillará hasta el suelo; la humillará hasta reducirla a polvo.
He aquí que yo cerraré sus llagas y les volveré la salud, y remediaré sus males, y les haré gozar de la paz y de la verdad de mis promesas, conforme ellos han pedido.
El justo vivirá eternamente en la memoria de Dios y de los hombres; no temerá al oír malas nuevas. Su corazón está siempre dispuesto a esperar en el Señor.
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce, o ejercita, la paciencia,
y que la paciencia perfecciona la obra; para que así vengáis a ser perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna.
El Señor te preservará de todo mal. Guardará el Señor tu alma.
El Señor te guardará en todos los pasos de tu vida, desde ahora y para siempre.
El Señor se ha hecho el amparo del pobre; socorriéndole oportunamente en la tribulación.
Confíen, pues, en ti, ¡oh Dios mío!, los que conocen y adoran tu Nombre; porque jamás has desamparado, Señor, a los que a ti recurren.
Lleguémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia, y hallar el auxilio de la gracia para ser socorridos a tiempo oportuno.
Porque todo sumo sacerdote entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de los hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados,
Pronto está el Señor para todos los que le invocan, para cuantos le invocan de veras.
Condescenderá con la voluntad de los que le temen; oirá benigno sus peticiones, y los salvará.
Ved cómo se ha cambiado en paz mi amarguísima aflicción; y tú, ¡oh Señor! has librado de la perdición a mi alma; has arrojado tras de tus espaldas todos mis pecados.
Mas en medio de esta mi tribulación invoqué al Señor, y a mi Dios clamé, el cual desde su santo templo escuchó benigno mis voces; y el clamor que hice yo ante su acatamiento penetró sus oídos.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, o violencia,
ni todo lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra ninguna criatura podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo nuestro Señor.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación,
el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que se hallan en cualquier trabajo, con la misma consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
Mas Jesús , oyéndolo, les dijo: No son los que están sanos, sino los enfermos los que necesitan médico.
Le dijo Jesús : Yo soy la resurrección y la vida: Quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá;
y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre; ¿crees tú esto?
Alcé mis ojos hacia los montes de Jerusalén , de donde me vendrá el socorro.
Mi socorro viene del Señor que creó el cielo y la tierra.
No os dejéis, pues, apartar o llevar de aquí allá por doctrinas diversas y extrañas. Lo que importa sobre todo es fortalecer el corazón con la gracia de Jesucristo, no con las viandas aquellas que de nada sirvieron por sí solas a los que andaban vanamente confiados en ellas.
Por cuya causa yo siento satisfacción y alegría en mis enfermedades, en los ultrajes, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias, en que me veo por amor de Cristo . Pues cuando estoy débil, entonces con la gracia soy más fuerte.
El Señor es el que me auxilia y protege; en él esperó mi corazón, y fui socorrido. Y resucitó mi carne; y así le alabaré con todo mi afecto.
Abate al hombre la melancolía del corazón; y con la buena conversación se alegrará.
Habladle al corazón a Jerusalén , alentadla, pues se acabó su aflicción; ya está perdonada su maldad; ella ha recibido ya de la mano del Señor al doble por todos sus pecados.
Que amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su hijo unigénito; a fin de que todos los que creen en él, no perezcan, sino que vivan vida eterna.
Nos vemos acosados de toda suerte de tribulaciones, pero no por eso perdemos el ánimo; nos hallamos en grandes apuros, mas no desesperados, o sin recursos;
somos perseguidos, mas no abandonados; abatidos, mas no enteramente perdidos.
Clamará a mí, y lo oiré benigno. Con él estoy en la tribulación; lo pondré a salvo, y lo llenaré de gloria.
Lo sacaré con una vida muy larga, y le haré ver el salvador que enviaré.
Donde entró Jesús por nosotros el primero como nuestro precursor, constituido sumo sacerdote por toda la eternidad según el orden de Melquisedec.
Sed sobrios, y estad en continua vela; porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de para que devorar.
Arroja en el seno del Señor tus ansiedades, y él te sustentará; no dejará al justo en agitación perpetua.
Mira, yo soy el Señor Dios de todos los mortales: ¿Habrá por ventura cosa ninguna difícil para mí?
No temas, gusanillo, o débil Jacob , no tienes que temer; ni vosotros los que parecéis unos muertos de Israel. Yo soy tu auxilio, dice el Señor, y el Santo de Israel es el redentor tuyo.
Orad sin intermisión.
Dad gracias por todo al Señor; porque esto es lo que quiere Dios que hagáis todos en nombre de Jesucristo.
No apaguéis el Espíritu de Dios.
Es el Nombre del Señor una torre fortísima; a él se acoge el varón justo, y será ensalzado.
Así nuestra alma espera con paciencia al Señor; porque él es nuestro amparo y protector.
En él hallará nuestro corazón su alegría, y en su santo Nombre tenemos puesta la esperanza.
Al contrario, si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que quisiereis, y se os otorgará.
pues tú eres mi amparo, y a la sombra de tus alas me regocijaré.
En pos de ti va anhelando el alma mía; me ha protegido tu diestra.
Pues si confesareis con tu boca al Señor Jesús , y creyeres en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, serás salvo.
Porque es necesario creer de corazón para justificarse, y confesar la fe con las palabras u obras para salvarse.
y pongamos los ojos los unos en los otros para incentivo de caridad y de buenas obras,
Confíen, pues, en ti, ¡oh Dios mío!, los que conocen y adoran tu Nombre; porque jamás has desamparado, Señor, a los que a ti recurren.
Cuando pasares por entre las aguas, estaré yo contigo, y no te anegarán sus corrientes: cuando anduvieres por el fuego, no le quemarás, ni la llama tendrá ardor para ti;
porque yo soy el Señor Dios tuyo, el Santo de Israel, tu Salvador ; yo di por tu rescate a Egipto, Etiopía y Sabá.
Y cuando pidiereis al Padre en mi nombre, yo lo haré, a fin de que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
Porque todas las cosas que han sido escritas en los libros santos, para nuestra enseñanza se han escrito, a fin de que mediante la paciencia y el consuelo que se saca de las Escrituras, mantengamos firme la esperanza.
¿Quién hay entre vosotros temeroso del Señor, y que escuche la voz de su siervo? Quien anduvo entre tinieblas y no tiene luz, espere en el nombre del Señor, y apóyese en su Dios.
Porque yo sé los designios que tengo sobre vosotros, dice el Señor, designios de paz, y no de aflicción, para daros la libertad que es el objeto de vuestra expectación.
Porque os es necesaria la paciencia para que, haciendo la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Pues dentro de un brevísimo tiempo, dice Dios, vendrá aquel que ha de venir, y no tardará.
A la verdad yo estoy firmemente persuadido de que los sufrimientos o penas de la vida presente no son de comparar con aquella gloria venidera, que se ha de manifestar en nosotros.
Tú, ¡oh alma mía!, mantente sujeta a Dios; pues de él viene mi paciencia.
Porque siendo él, como es, mi Dios y mi salvador , y estando él en mi ayuda, no vacilaré.
¡Levántate, oh Jerusalén !, recibe la luz; porque ha venido tu lumbrera y ha nacido sobre ti la gloria del Señor.
Y volviendo Jesús a hablar al pueblo, dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue, no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida.
Te alabaré, Señor, a vista de tu estupenda grandeza; maravillosas son todas tus obras, de cuyo conocimiento está penetrada toda mi alma.
Y sabemos que nos otorga cuanto le pedimos, en vista de que logramos las peticiones que le hacemos.
El que sabe que su hermano comete un pecado que no es de muerte, ruegue por él, y Dios dará la vida al que peca no de muerte. Hay un pecado de muerte, no hablo yo de tal pecador cuando ahora digo que intercedáis.
Bendice, ¡oh alma mía!, al Señor, y bendigan todas mis entrañas su santo Nombre.
Bendice al Señor, alma mía, y guárdate de olvidar ninguno de sus beneficios.
Pedid, y se os dará; ¡buscad, y hallaréis!: llamad, y os abrirán.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Y estuve delante de ti como una bestia de carga, y yo siempre contigo sin apartarme jamás.
Tú me asiste de la mano derecha, y me guiaste según tu voluntad, y me acogiste con gloria.
Y la paz de Cristo triunfe en vuestros corazones, paz divina a la cual fuisteis asimismo llamados para formar todos un solo cuerpo, y sed agradecidos a Dios por éste y otros beneficios.
Considerad, pues, atentamente a aquel Señor que sufrió tal contradicción de los pecadores contra su misma persona, a fin de que no desmayéis, perdiendo vuestros ánimos.
No dudó él ni tuvo la menor desconfianza de la promesa de Dios, antes se fortaleció en la fe, dando a Dios la gloria,
plenamente persuadido de que todo cuanto Dios tiene prometido, es poderoso también para cumplirlo.
Pero Jesús , mirándolos blandamente, les dijo: Para los hombres es esto imposible, que para Dios todas las cosas posibles.
Acógeme Señor, según tu promesa, y haz que yo viva, y no permitas que quede burlada mi esperanza.
Yo, hermanos míos, no pienso haber tocado al fin de mi carrera. Mi única mira es, olvidando las cosas de atrás, y atendiendo sólo y mirando a las de adelante,
ir corriendo hacia el hito, para ganar el premio a que Dios llama desde lo alto por Jesucristo.
El Señor dará fortaleza a su pueblo. El Señor colmará a su pueblo de bendiciones de paz.
Mientras se nos dice: Si hoy oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como los israelitas en el tiempo de aquella provocación.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; quien está unido, pues, conmigo y yo con él, ese da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.
De esta suerte, aunque caminase yo por la sombra de la muerte, no temeré ningún desastre; porque tú estás conmigo. Tu vara y tu báculo han sido mi consuelo.
esperanza que no burla; porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado.
Yo contemplaba siempre al Señor delante de mí, como quien está a mi diestra para sostenerme.
A proporción de los muchos dolores que atormentaron mi corazón, tus consuelos llenaron de alegría mi alma.
Yo soy, yo soy el Señor, y no hay otro salvador que yo.
Yo lo dije, y yo fui el que os salvé, os lo hice conocer, y no hubo entonces dios extraño entre vosotros; vosotros sois mis testigos, dice el Señor, y vosotros sabéis que yo soy el Dios único y verdadero;