A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. Tuyo el reino y el que está por encima de todos.
Apocalipsis 12:10 - Nueva Biblia Española (1975) Oí en el cielo una aclamación: ¡Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su poderío y de su reinado, y de la potestad de su Mesías! Porque han derribado al acusador de nuestros hermanos, al que los acusaba día y noche ante nuestro Dios; Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Biblia Nueva Traducción Viviente Luego oí una fuerte voz que resonaba por todo el cielo: «Por fin han llegado la salvación y el poder, el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo. Pues el acusador de nuestros hermanos —el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche— ha sido lanzado a la tierra. Biblia Católica (Latinoamericana) Oí entonces una fuerte voz en el cielo que decía:
Por fin ha llegado la salvación,
el poder y el reinado de nuestro Dios,
y la soberanía de su Ungido.
Pues echaron al acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: ¡Ahora han venido° la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Ungido, porque fue arrojado el acusador de nuestros hermanos,° el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios! Biblia Serafín de Ausejo 1975 Y oí una gran voz en el cielo que decía: 'Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y el imperio de su Cristo. Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba ante nuestro Dios. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos ha sido derribado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. |
A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. Tuyo el reino y el que está por encima de todos.
Pero tócalo, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.
Ponle la mano encima, hiérelo en la carne y en los huesos, y apuesto a que te maldice en tu cara.
Tu trono, como el de un dios, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real.
Durante ese reinado el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siempre;
Jesús le respondió: Tú lo has dicho; pero además les digo esto: Desde ahora van a ver cómo este Hombre toma asiento a la derecha del Todopoderoso y cómo viene sobre las nubes del cielo'.
Se acercó Jesús y les habló así: Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra.
El les dijo: Cuando recen digan: 'Padre, proclámese que tú eres santo, llegue tu reinado,
¡Simón, Simón! Mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para sacudirlos como trigo.
reunidos ustedes -y yo en espíritu en nombre de nuestro Señor Jesús, con el poder de nuestro Señor Jesús
pero me contestó: 'Te basta con mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad'. Por consiguiente, con muchísimo gusto presumiré, si acaso, de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza del Mesías.
A las ancianas lo mismo: que sean muy devotas en el porte, que no sean chismosas ni se envicien con el vino;
Despéjense, espabílense, que su adversario el diablo, rugiendo como un león, ronda buscando a quién tragarse.
Al tocar su trompeta el séptimo ángel se oyeron aclamaciones en el cielo: ¡El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a su Mesías, y reinará por los siglos de los siglos!
Al que salga vencedor cumpliendo hasta el final mis tareas, le daré autoridad sobre las naciones -la misma que yo tengo de mi Padre-,
aclamaban a gritos: ¡La victoria pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!