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Jeremías 4:19 - Biblia Martin Nieto

¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! ¡Cómo sufro! ¡Entretelas de mi corazón! El corazón se me salta; ya no puedo callarme porque he oído el sonido del clarín, el clamor de guerra.

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Biblia Reina Valera 1960

¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

¡Ay, qué dolores en todo mi interior, me duele el corazón! Me palpita tan fuerte que no puedo callarme. ¿No oyes, alma mía, el toque del clarín y el estruendo de la guerra?

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La Biblia Textual 3a Edicion

¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón, Mi corazón se agita dentro de mí, No puede estarse quieto, Por cuanto oíste, alma mía, El sonido del shofar° Y el clamor° de la guerra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

¡Mis entrañas! ¡Mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque el sonido de la trompeta has oído, oh alma mía, el pregón de guerra.

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Jeremías 4:19
48 Tagairtí Cros  

No quiero asistir a sus consejos, no quiero participar en su asamblea, porque en su furor mataron hombres y a su antojo desjarretaron toros.


dijo a su padre: '¡Ay mi cabeza! ¡Ay mi cabeza!'. Entonces el padre mandó a un criado: 'Llévaselo a su madre'.


Entonces levantó su cabeza, permaneció largo rato en silencio y, al fin, el hombre de Dios se echó a llorar.


Alma mía, recobra ya la calma, pues el Señor te ha protegido;


ríos de lágrimas caen de mis ojos porque tu ley no se observa.


Me lleno de indignación ante los malhechores, que abandonan tu ley;


¡Aleluya! Alaba, alma mía, al Señor.


Yo digo al Señor: 'Tú eres mi Señor, mi bien sólo está en ti'.


Mi corazón gime por Moab; sus fugitivos están ya en Soar, en Egla-Selisiyá. La subida de Lujit la suben llorando; por el camino de Joronáyim, lanzan gritos de angustia.


Mis entrañas por Moab se estremecen como un arpa; y mi corazón, por Quir Jaréset.


Por eso están llenos de convulsiones mis riñones; soy presa de dolores, como los dolores de mujer en parto; la angustia me aturde, el espanto me ciega.


Mi corazón se marea, el terror me sobrecoge; el crepúsculo que anhelaba se me ha hecho un horror.


Por esto digo: Retirad vuestros ojos de mí, dejad que llore amargamente; no tratéis de consolarme por la ruina de la hija de mi pueblo.


Si no escucháis este aviso, mi alma llorará en secreto por vuestro orgullo; llorará sin descanso y mis ojos derramarán lágrimas, porque el rebaño del Señor es conducido al cautiverio.


Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar.


Contra los profetas: 'Mi corazón se rompe dentro de mí, todos mis miembros se estremecen; soy como un borracho, como un hombre vencido por el vino ante el Señor y sus santas palabras.


¿Hasta cuándo he de ver el estandarte y escucharé el sonido del clarín?


Anunciadlo en Judá, publicadlo en Jerusalén, tocad la trompeta en el país, gritad con voz potente y decid: ¡Reuníos, entremos en las ciudades fortificadas!


si decís: ¡No!, nos iremos a Egipto, donde no veamos más la guerra, ni oigamos el sonido de la trompeta, ni suframos más hambre, allí nos instalaremos,


Por eso, vienen días -dice el Señor- en que haré resonar contra Rabat Amón el grito de guerra; quedará convertida en un montón de ruinas y sus poblaciones vecinas serán incendiadas. Entonces Israel heredará a sus herederos -dice el Señor-.


¡Clamor de guerra en el país, desastre inmenso!


Hemos oído la noticia, han desfallecido nuestros brazos, la angustia nos invade, un dolor cual de mujer en parto.


Me invade la tristeza, desfallece mi corazón.


Por la herida de la hija de mi pueblo estoy herido, angustiado; el espanto me invade.


¡Quién me brindara en el desierto un albergue de ambulantes! Abandonaría entonces a mi pueblo; me alejaría de él, porque son todos adúlteros, una pandilla de traidores.


Y yo voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, un cubil de chacales; y de las ciudades de Judá un desierto, donde nadie habite.


Por todo estoy llorando, se derriten en lágrimas mis ojos, porque está lejos de mí el consolador, que me devuelva la vida. Mis hijos están desolados, porque ha triunfado el enemigo.


¡Mira, Señor, en qué angustia me encuentro! Mis entrañas se estremecen, mi corazón se consume en mi interior, pues he sido muy rebelde. Fuera la espada hacía estragos, y dentro la muerte.


Mis ojos están en lágrimas sumidos, mis entrañas se estremecen; mi hiel por tierra derramada, por la caída de la hija de mi pueblo, cuando desfallecían niños y lactantes en las plazas de la ciudad.


eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, tanto que tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo y tu poder hasta los confines del mundo.


Yo, Daniel, quedé profundamente turbado y las visiones que contemplé me dejaron asustado.


Aquí termina la relación. Yo, Daniel, quedé turbado por estos pensamientos y se me demudó el color del rostro. Pero lo guardé todo en mi corazón.


Entonces yo, Daniel, me sentí sin fuerzas y estuve enfermo algunos días. Después me levanté y me seguí ocupando de los asuntos del rey. Pero continuaba asustado por la visión, que me resultaba incomprensible.


¿Sonará la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucederá en la ciudad una desgracia sin que el Señor la haya causado?


He oído, y estoy profundamente conmovido; a tu voz tiemblan mis labios; estoy completamente descompuesto, mis pasos vacilan al andar. Tranquilo espero el día de la angustia, que ha de caer sobre el pueblo que nos asalta.


Cuando un enemigo os ataque en vuestro propio terreno y tengáis que salir a la guerra, las trompetas darán toques vibrantes: el Señor se acordará de vosotros y os veréis libres de vuestros enemigos.


Hermanos, el buen deseo de mi corazón y la súplica que dirijo a Dios es que consigan su salvación.


Si la corneta da un sonido indefinido, ¿quién se pondrá en orden de batalla?


Hijos míos, sufro por vosotros como si os estuviera de nuevo dando a luz hasta que Cristo sea formado en vosotros.


El arroyo Quisón los arrastró, arroyo sagrado el arroyo Quisón, los barrió con violencia.