Amaos los unos a los otros con verdadero amor fraternal, y que cada cual tenga a los demás como más dignos de alabanza.
Si alguien que dice ser de Cristo posee bienes abundantes y no ayuda al hermano que está en necesidad, ¿cómo puede haber amor de Dios en él?
Un día, con intención de ponerle a prueba, le preguntó a Jesús un intérprete de la ley: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Le dijo Jesús: ¿Qué te parece a ti que a este respecto dice la ley?
Él respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia; y amarás al prójimo como te amas a ti mismo.
¡Está muy bien! le dijo Jesús Hazlo así y tendrás la vida eterna.
Pero el hombre, queriendo ser justo ante sus propios ojos, hizo una nueva pregunta a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le contó entonces esta parábola: Unos bandidos asaltaron en cierta ocasión a un judío que viajaba de Jerusalén a Jericó. Le robaron cuanto llevaba, le dieron de golpes y lo dejaron medio muerto al borde del camino.
Más tarde llegó al mismo lugar un sacerdote judío, que al ver al herido dio un rodeo y pasó de largo.
Después llegó un levita, que también, al verle, dio un rodeo y pasó de largo.
Por último llegó un samaritano, que iba de camino; este vio al hombre tendido en la tierra y se sintió movido a compasión.
Se acercó a él y le curó las heridas con aceite y vino; luego se las vendó y, poniéndolo sobre su propia caballería, lo llevó a una posada y cuidó de él durante toda la noche.
A la mañana siguiente le dio al posadero dos denarios, 'y le dijo: 'Cuídalo bien, y si 'gastas más dinero del que te he dado, yo te lo pagaré a mi regreso'.
¿Cuál, pues, de los tres que pasaron por allí te parece que fue el auténtico prójimo del que había sido víctima de los bandidos?
El que tuvo compasión de él respondió el intérprete de la ley. Jesús le dijo entonces: Pues ve y haz tú lo mismo. En casa de Marta y María
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis en vuestras casas,
estuve desnudo y me disteis ropa, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a verme'.
Entonces los justos le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos en nuestras casas, o desnudo y te dimos ropa?
¿Y cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?'
El Rey les responderá diciendo: 'De veras os digo que todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos menores, a mí lo hicisteis'.
Por otra parte, Dios es poderoso para compensaros con creces, de tal manera que no solo dispongáis de lo más necesario, sino que gocéis de abundancia para poder ayudar a otros.
Bendecid a quienes os persiguen porque pertenecéis a Cristo. Bendecidlos y no los maldigáis.
Y no os olvidéis de hacer el bien y de compartir lo que tenéis con los que pasan necesidad. ¡Esos son los sacrificios que agradan a Dios!
Sed entre vosotros bondadosos y compasivos, y perdonaos unos a otros recordando siempre que también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.
Fatigándonos con el trabajo de nuestras manos, nos hemos ganado el sustento diario. Se nos ha maldecido, y hemos respondido bendiciendo; se nos ha perseguido, y lo hemos soportado con paciencia;
Hermanos míos, ¿de qué sirve decir que somos creyentes, si no corroboramos nuestra fe con nuestras obras? ¿Podrá salvar a alguien esa clase de fe?
Si un hermano o una hermana en la fe necesita alimentos o ropa,
y le decimos: 'Mira, vete en paz. Come bien y entra en calor', pero no le proveemos de ropa ni de comida, ¿qué provecho sacará de nuestras palabras?
Esa fe que no produce obras buenas no tiene ningún valor. Es una fe inútil, que está totalmente muerta.
De esto se desprende que quienes estamos más firmes en la fe, en vez de buscar nuestra personal satisfacción debemos ayudar a los más débiles a vencer sus dudas y temores.
Dios os ha concedido diversidad de dones, y cada uno de vosotros, actuando como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, debe poner al servicio de los demás el don que haya recibido.
Dad, y se os dará con medida generosa, apretada, remecida y rebosante. Y no olvidéis esto: con la misma medida con que midáis, se os medirá también a vosotros.
Compartid, pues, vuestras cargas y problemas, obedeciendo así el mandato de nuestro Señor.
A quien te pida, dale; y a quien desee que le hagas un préstamo, no se lo niegues. El amor a los enemigos
Puesto que Dios os escogió para formar parte de su amado pueblo, revestíos de profunda compasión y comportaos con toda benignidad, humildad, modestia y paciencia.
Toleraos mutuamente y perdonaos las ofensas los unos a los otros. Puesto que el Señor os perdonó, también vosotros debéis perdonar a los demás.
Sobre todo, que vuestra vida esté presidida por el amor, que es el vínculo que lo une todo en perfecta armonía.
La gente le preguntaba: ¿Y qué debemos hacer nosotros?
Él les respondía: Pues mirad, quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna. Quien tenga comida de sobra, que la reparta con el que no la tiene.
Que nadie se preocupe únicamente por sus propios intereses, sino también por los de los demás.
Si alguno robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente y haga todo el bien que pueda. De ese modo podrá incluso compartir lo suyo con otros que estén padeciendo necesidad.
Por tanto, haced vosotros con los demás como queréis que ellos hagan con vosotros, porque en eso se resume la ley de Moisés y lo dicho por los profetas. La puerta estrecha y la puerta ancha
Porque vosotros, hermanos míos, habéis sido llamados a la libertad; no a la libertad de hacer lo malo, sino a la libertad de serviros unos a otros por amor.
El que ama a su prójimo no tratará de hacerle ningún daño, de modo que en el amor reside el cumplimiento cabal de la ley.
Él les respondía: Pues mirad, quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna. Quien tenga comida de sobra, que la reparta con el que no la tiene.
Y cualquiera que dé un simple vaso de agua al más humilde de mis discípulos por el hecho de ser discípulo mío, no quedará sin recompensa.
Con todo ello he querido enseñaros cómo debemos ayudar a los pobres, recordando siempre aquellas palabras del Señor Jesús: 'Más bienaventurada cosa es dar que recibir'.
Hermanos, también os pedimos esto: reprended a los perezosos, alentad a los desanimados, confortad a los débiles y sed pacientes con todos.
Solidarizaos con los del pueblo de Dios en sus momentos de necesidad, y practicad la hospitalidad.
Cada uno, pues, dé conforme a lo que se había propuesto dar; y no lo haga con tristeza ni como por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.
Pues bien, así es como debe alumbrar vuestra luz ante la gente, para que, al ver la bondad de vuestras obras, todos glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. El cumplimiento de la ley
La auténtica religión no contaminada consiste en cuidar de los más débiles: ocuparse de los huérfanos y las viudas, y no dejarse manchar por el mundo.
Y entonces él les responderá diciendo: 'De veras os digo que por cuanto no lo hicisteis a uno de estos mis hermanos menores, tampoco a mí lo hicisteis'.
Si alguno dice: 'Yo amo a Dios', y al mismo tiempo odia a su hermano, es un embustero; porque si es incapaz de amar a su hermano, al que ve y conoce, ¿cómo podrá amar a Dios, a quien jamás ha visto?
De Dios hemos recibido este mandamiento que es preciso cumplir: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque si lo hacemos sin desmayar, a su tiempo cosecharemos ricas bendiciones.
Tengámonos siempre presentes los unos a los otros, procurando estimularnos al amor y las buenas obras.
el que sepa animar a otros, que no deje de hacerlo, y el que pueda socorrer con sus bienes a los necesitados, que sea generoso. Si alguno tiene el don de dirigir trabajos ajenos, hágalo con solicitud; y el que sea capaz de ayudar y consolar al afligido, entréguese a ello con alegría. El amor
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que dais diezmos de la menta, el eneldo y el comino, pero dejáis a un lado lo principal de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe. Sí, dad vuestros diezmos, pero no dejéis de hacer lo que tiene mayor importancia.
para que con vuestra vida y conducta honréis al Señor, agradándole en todo, llevando siempre frutos de bondad y creciendo cada día en el conocimiento de Dios.
Siempre, al acordarme de vosotros, doy gracias de todo corazón a mi Dios;
y en todo momento os tengo presentes en mis oraciones. Ruego por vosotros lleno de alegría,
porque sin cesar, desde el principio y hasta el día de hoy, habéis cooperado en el anuncio del evangelio.
A quienes debes convidar es a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos;
y como ellos no podrán devolverte la invitación, será Dios mismo quien te dé la recompensa en la resurrección de los justos. Parábola del gran banquete En este punto, uno de los que estaban sentados a la mesa exclamó:
Pues eso mismo hará mi Padre celestial con aquellos que, entre vosotros, se nieguen a perdonar de corazón a un hermano sus ofensas.
Hagamos el bien mientras tengamos ocasión, especialmente a nuestros hermanos en la fe de Cristo. No la circuncisión, sino una nueva creación
Mas Dios demostró la inmensidad de su amor hacia nosotros cuando, siendo aún pecadores, envió a Cristo a morir para darnos vida.
a fin de evitar desavenencias en el propio cuerpo, y para que todos los miembros se preocupen los unos por los otros.
De esta forma, cuando un miembro sufre, los demás miembros sufren con él; y cuando un miembro recibe honores, los demás se alegran con él.
No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; antes bien, sed humildes, y cada uno considere a los demás como mejores que él mismo.
Mirad, hermanos, sabéis muy bien que Dios ha escogido a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y hereden el reino prometido por él a los que le aman.
Sabemos también que a quienes aman a Dios y responden a su llamamiento para entrar a formar parte de su plan, todo cuanto pueda sucederles redundará en su propio beneficio.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres.
¡Ah, generación de víboras!, ¿cómo podréis decir cosas buenas siendo malos?... De lo que llena el corazón, habla la boca.
No debáis nada a nadie, excepto la deuda de amor que tenéis contraída con todos y que nunca queda saldada. Pensad que quien ama al prójimo ha cumplido la ley.
Por último, sed todos de un mismo parecer y un mismo sentimiento, amaos fraternalmente, mostraos compasivos y llenos de sincera humildad,
Porque en ningún caso quisiéramos erigirnos en señores de vuestra fe, gracias a la cual permanecébis firmes. Lo que de veras deseamos es contribuir a vuestro gozo.
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
manÍsedumbre y templanza, cosas contra las cuales no existe ninguna ley.
de forma que al llegar Jesús encontró reunida una gran multitud y, compadecido de ellos, sanó a los que estaban enfermos.
Sed imitadores de Dios, como hijos amados que imitan a su padre.
Que vuestra conducta se base en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó a sí mismo en sacrificio por nosotros; ofrenda ésta de la que Dios se agradó como de un perfume delicado.
Dios, que es justo, ¿cómo podría olvidarse de vuestra obra? ¿Cómo podría olvidarse del amor que habéis demostrado a su nombre, al poneros antes y seguir poniéndoos ahora al servicio de los demás hermanos en la fe?
Que empleen su dinero en hacer el bien, que sean ricos en buenas obras y que generosamente compartan con los necesitados lo que Dios les dio a ellos.
Porque pobres los vais a tener siempre entre vosotros, pero a mí no siempre me vais a tener.
Puesto que Dios os escogió para formar parte de su amado pueblo, revestíos de profunda compasión y comportaos con toda benignidad, humildad, modestia y paciencia.
Pero puesto que habéis llegado a conocer a Dios (o, más exactamente, puesto que Dios os reconoce a vosotros), ¿cómo ahora volvéis atrás vuestros pasos para caer de nuevo en unos principios religiosos vacíos y sin sentido, a los cuales queréis someteros otra vez en la condición de esclavos?
Así pues, insistamos en que con nuestro comportamiento debemos contribuir a la paz de la iglesia, y a la mutua y fraternal edificación.
Cualquiera puede decir con toda la razón: 'Tú afirmas tener fe, y yo digo que hago buenas obras. Pues bien, muéstrame que tienes fe a pesar de no tener obras; y yo, por mi parte, te mostraré mi fe por las obras que hago'.
Cuando tú des limosna, hazlo de tal modo que ni siquiera tu mano izquierda sepa lo que hace tu derecha;
Vended lo que poseéis y dad a los que están en auténtica necesidad; esto engrosará las bolsas de •vuestra riqueza en el cielo, las cuales no envejecen ni se agujerean. El tesoro que allí tenéis está seguro, porque en el cielo no hay ladrón que robe ni polilla que destruya.
Si diera a los pobres hasta el último de mis bienes terrenales, y aun si entregara mi cuerpo para que me quemasen vivo, pero no tengo amor, de nada me sirve.
y nunca paguéis mal por mal ni injuria por injuria; por el contrario, bendecid siempre, sabiendo que Dios os ha llamado a haceros herederos de su bendición.