Por lo cual, desde el día en que por vez primera oímos esas cosas no hemos dejado de orar por vosotros. Pedimos a Dios que os colme del conocimiento de su voluntad y de toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que con vuestra vida y conducta honréis al Señor, agradándole en todo, llevando siempre frutos de bondad y creciendo cada día en el conocimiento de Dios.
Mi oración por vosotros es que reboséis de amor cada vez más, mientras seguís creciendo en conocimiento y en toda experiencia. Así podréis aprobar siempre lo mejor, y estando interiormente limpios nadie tendrá nada que reprocharos cuando Cristo regrese,
Amados hermanos, tened paz, y también amor y fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo. Que la gracia de Dios sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inquebrantable.
Ruego a Dios que tu fe, al comunicársela a otros, actúe en sus vidas haciéndoles reconocer cabalmente todo el bien que, gracias a Jesucristo, está en nosotros.
Por lo tanto, gentiles, que el Dios que os ha dado la esperanza os colme de dicha y de paz por haber creído en él. Que reboséis de esperanza mediante el poder del Espíritu Santo que habita en vosotros. Pablo, ministro de los gentiles
Y él, mi Dios, de las riquezas de su gloria y en virtud de la obra de Cristo Jesús, suplirá cualquier cosa que a vosotros os falte.
Por otra parte, Dios es poderoso para compensaros con creces, de tal manera que no solo dispongáis de lo más necesario, sino que gocéis de abundancia para poder ayudar a otros.
Querido hermano, ruego a Dios que en todo te vaya bien: que tengas salud, así como prospera tu alma.
Hacedlo así, y la paz de Dios, que supera toda capacidad humana de comprensión, guardará vuestros pensamientos y vuestro corazón unidos a Cristo Jesús.
Es, pues, evidente que Dios no dará por justo a nadie por haber obedecido a la ley de Moisés, sino que únicamente por medio de la fe será tenido el hombre por justo delante de Dios. Así lo dijo el profeta Habacuc: 'El que es justo por la fe vivirá',
no he cesado de dar gracias a Dios por vosotros y de teneros siempre presentes en mis oraciones. Constantemente pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os dé sabiduría y os revele a Cristo y su obra. Le pido también que abra los ojos de vuestra mente, para que sepáis cuáles son las gloriosas riquezas de esa herencia que nos ha llamado a compartir con todos los creyentes.
Puesto que Dios os escogió para formar parte de su amado pueblo, revestíos de profunda compasión y comportaos con toda benignidad, humildad, modestia y paciencia.
Compartid, pues, vuestras cargas y problemas, obedeciendo así el mandato de nuestro Señor.
y nunca paguéis mal por mal ni injuria por injuria; por el contrario, bendecid siempre, sabiendo que Dios os ha llamado a haceros herederos de su bendición.
Amaos los unos a los otros con verdadero amor fraternal, y que cada cual tenga a los demás como más dignos de alabanza.
Pues bien, así es como debe alumbrar vuestra luz ante la gente, para que, al ver la bondad de vuestras obras, todos glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. El cumplimiento de la ley
Tengámonos siempre presentes los unos a los otros, procurando estimularnos al amor y las buenas obras. No dejemos de congregarnos (como algunos tienen por costumbre), para animarnos y exhortarnos los hermanos mutuamente, en especial ahora, cuando ya podéis ver que se acerca el día del regreso del Señor.
Así que animaos y edificaos mutuamente, tal como venís haciéndolo. Instrucciones finales
Sabemos también que a quienes aman a Dios y responden a su llamamiento para entrar a formar parte de su plan, todo cuanto pueda sucederles redundará en su propio beneficio.
En cambio, cuando el Espíritu Santo dirige nuestra vida, produce en nosotros frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, manÍsedumbre y templanza, cosas contra las cuales no existe ninguna ley.
No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; antes bien, sed humildes, y cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Que nadie se preocupe únicamente por sus propios intereses, sino también por los de los demás.
A Dios, que es poderoso para hacer todas las cosas y actuar en nosotros mucho más eficazmente de lo que podemos pedir y entender, sea la gloria en la iglesia de Cristo Jesús, en todas las edades, por toda la eternidad. Amén.
Porque el Espíritu con que Dios nos ha dotado no es de cobardía, sino de fortaleza, amor y dominio de uno mismo.
Permitidme ahora, hermanos, que todavía os diga esto: prestad la máxima atención posible a todo lo que sea verdadero, noble, justo, puro, amable, honesto y digno de encomio; esto es, ocupaos en todo lo que es virtuoso y merece alabanza,
Que el gozo de la esperanza en Cristo presida vuestra vida; que soportéis con paciencia los momentos de angustia, y que la oración esté siempre en vuestros labios y en vuestro corazón.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y de corazón humilde; así encontraréis descanso para vuestra alma, porque mi yugo es suave y leve mi carga.
Dios os ha concedido diversidad de dones, y cada uno de vosotros, actuando como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, debe poner al servicio de los demás el don que haya recibido.
Con esa confianza acerquémonos al trono de la gracia, que es el trono de Dios, a fin de hallar gracia y auxilio para el momento oportuno.
Dios, que es el dador de toda paciencia y aliento, os ayude a vivir en perfecta armonía, de acuerdo con todo lo que Cristo Jesús nos enseñó. Así, unánimes y a una voz, podréis alabar y glorificar a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Lo que vosotros, en primer lugar, debéis hacer es buscar el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido.
y estamos seguros de que Dios nos escuchará siempre que le pidamos algo de acuerdo con su voluntad. Sabemos, pues, que él nos escucha cuando le presentamos nuestras peticiones, y también sabemos, sin ninguna duda, que responderá a lo que le hayamos pedido.
¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por nuestra unión con Cristo nos bendijo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos!
Y estoy seguro de que Dios, que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día en que regrese Jesucristo.
Cuando alguien se convierte a Cristo, se transforma en una nueva criatura. Su existencia anterior queda atrás, y él comienza a vivir una nueva vida, a ser parte de una nueva creación.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque si lo hacemos sin desmayar, a su tiempo cosecharemos ricas bendiciones.
Pero después que hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna por medio de Jesucristo, os restaurará y dará seguridad, os fortalecerá y afianzará vuestra fe.
Así pues, hermanos míos, con el pensamiento puesto en la inagotable misericordia de Dios, os ruego que le presentéis vuestro cuerpo como un sacrificio vivo y santo, entregado por entero a su servicio. Esta será vuestra más auténtica manera de rendirle culto. No os amoldéis a los usos y costumbres propios de este mundo; antes bien, procurad que vuestra mente renovada opere la transformación de vuestra personalidad, para que lleguéis a comprobar lo buena, grata y perfecta que es la voluntad de Dios.
Si, pues, verdaderamente habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo ocupa a la derecha de Dios el lugar de honor. Poned vuestras miras en lo que es propio del cielo, no en lo de la tierra,
Mirad qué grande es el amor del Padre, que nos llamamos hijos de Dios, ¡y lo somos! Sin embargo, el mundo no nos reconoce porque no conoce a Dios.
Por cuanto todos nosotros estamos rodeados de tan gran número de testigos, despojémonos de cualquier carga que pueda impedirnos correr bien, especialmente del pecado que nos agobia y nos hace tropezar y caer. Corramos luego con perseverancia la carrera que tenemos propuesta, puestos los ojos en Jesús, el autor y perfeccionador de la fe, a quien no le importó sufrir el oprobio de la muerte vergonzosa en una cruz, sino que aceptó morir en ella sabiendo el gozo que le esperaba. Miremos, pues, a Jesús, que ahora ocupa el lugar de honor a la derecha de Dios.
¿Acaso pensáis que estoy tratando de ganarme vuestro favor o el favor de Dios? ¿O que tan sólo pretendo agradar a la gente? Si mi único objeto fuese agradar a la gente, no sería siervo de Cristo. Pablo, llamado por Dios
procuro alcanzar la meta y recibir el premio celestial al que Dios me ha llamado por medio de Cristo Jesús.
El pecado no ha de volver a dominaros, pues ahora no estáis ya sujetos a la ley, bajo la cual el pecado os esclavizó, sino que sois libres y objeto de la gracia y la misericordia de Dios. Esclavos de la justicia
A esa sabiduría se refieren las Escrituras al decir:'Cosas que nadie vio ni nadie oyó jamás y que nadie pudo ni siquiera imaginar,son las que Dios ha preparado para los que le aman'.
Todo lo que hayáis de hacer, hacedlo lo mejor posible y con alegría, como si vuestro trabajo fuera para el Señor y no para los hombres.
La respuesta es que uno debe glorificar a Dios en todo lo que hace, y también en lo que come y bebe.
Ahora que Dios nos ha declarado justos por haber creído en sus promesas, podemos disfrutar de verdadera paz con él merced a lo que nuestro Señor Jesucristo hizo en nuestro favor.
Entonces les tocó los ojos, al tiempo que les decía: Que os sea hecho conforme a la fe que tenéis.
Cristo nos ha hecho libres. Permaneced, pues, en vuestra libertad, y no os dejéis sujetar otra vez a la esclavitud de la ley.
Por último, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que viváis conforme a la manera que aprendisteis de nosotros, y que progreséis más y más en conduciros de acuerdo con la voluntad de Dios.
Únete al canal de BibliaTodo en tu app favorita: