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Jeremías 14:2 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Judá llora, los negocios están paralizados, todo el mundo se postra en tierra y hay gran aflicción en Jerusalén.

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Biblia Reina Valera 1960

Se enlutó Judá, y sus puertas se despoblaron; se sentaron tristes en tierra, y subió el clamor de Jerusalén.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

«Judá desfallece; el comercio a las puertas de la ciudad se estanca. Todo el pueblo se sienta en el suelo porque está de luto, y surge un gran clamor de Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Judá está de duelo, y sus ciudades van a la ruina; están en el suelo, y de Jerusalén suben lamentos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

¡Judá está cubierto de luto, Sus portales° languidecen, Se inclinan consternados hacia el suelo, Y sube el clamor de Jerusalem!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

De luto está Judá, y languidecen sus puertas; yacen en tierra desoladas, y el grito de Jerusalén asciende.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Se enlutó Judá, y sus puertas languidecen; se oscurecieron hasta los suelos, y subió el clamor de Jerusalén.

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Jeremías 14:2
30 Tagairtí Cros  

e hicieron que los clamores de los pobres llegaran a oídos del Señor. Sí, él escucha el llanto de los oprimidos.


Que nuestros bueyes lleven cargas pesadas; Que no haya grietas en los muros, ni tengamos que huir, Que no haya gritos de angustia en nuestras calles.


se acordó de su pacto, de la promesa hecha a Abraham, a Isaac y a Jacob de hacer regresar a sus descendientes a la tierra de Canaán.


¡Mi corazón llora por Moab! Sus habitantes huyen a Zoar y a Eglat Selisiyá. Llorando suben la cuesta de Luhit, y su llanto se oye por todo el camino de Joronayin.


Se forman turbamultas que recorren las calles pidiendo vino. Se acabó el gozo, la alegría ha sido expulsada de la tierra.


La tierra sufre por los pecados de su pueblo. La tierra languidece, los cultivos se marchitan, los cielos niegan la lluvia. El país está corrompido por el crimen; el pueblo ha torcido las leyes de Dios y ha quebrantado sus mandamientos eternos.


Todos los goces de la vida huirán, la vendimia fracasará, no habrá vino, los festejadores suspirarán y llorarán.


Hay tribulación en toda la tierra de Israel; el Líbano ha sido destruido; Sarón se ha vuelto un desierto; Basán y el Carmelo han sido saqueados.


Les he presentado la historia del pueblo de Dios. Mi pueblo es la viña de la que les he hablado. Israel y Judá son su agradable parcela. Dios esperaba que le produjeran cosecha de justicia, pero halló que sólo cometieron hechos sangrientos. Esperaba que actuaran con rectitud, pero a sus oídos llegaron sólo gritos de opresión.


Por lo tanto, dice el Señor, dejaré que caigan desgracias sobre ellos y no escaparán. Por más que se quejen de su mal, no atenderé sus súplicas.


Lo han desolado; escucho sus amargos lamentos. Toda la tierra de Israel está desolada y nadie se duele por ello.


¿Hasta cuando tendrá esta tierra tuya que soportar la conducta de ellos? ¡Aun la hierba del campo tiene que pagar las consecuencias por las perversidades que ellos cometen! Las bestias y aves silvestres han huido, dejando desierta la tierra. Sin embargo, el pueblo dice: «Dios no nos llevará a juicio. Estamos completamente a salvo».


Deseo que se escuche en todas sus casas llanto amargo mientras súbitamente son asaltadas por los soldados, pues cavaron un hoyo para que yo cayera en él y han puesto trampas ocultas para atraparme y darme muerte.


La tierra llorará, los cielos estarán enlutados por la decisión contra mi pueblo, pero estoy resuelto y no la cambiaré.


Las naciones han oído de la vergüenza tuya. Por todas partes se escucha tu clamor de desesperación y derrota. Tus más poderosos soldados tropezarán unos con otros y caerán juntos.


Lloro por la herida de mi pueblo; estoy atónito, silencioso, mudo de dolor.


El Señor decidió derribar las murallas de Jerusalén. Planeó con cuidado su destrucción y la llevó a cabo. Muros y refuerzos de las murallas han caído ante su acción.


Las puertas de Jerusalén han caído por el suelo; el Señor destruyó por completo sus cerrojos. Su rey y sus príncipes andan como extranjeros en tierras lejanas. Ya no hay ley y sus profetas ya no tienen visiones de parte del Señor.


Tenemos la piel quemada y reseca, ¡por el hambre nos da fiebre!


Por eso la gente está de luto, todos están tristes y deprimidos. ¡Hasta los animales del campo, las aves del cielo y los peces están padeciendo los efectos de su maldad!


Los campos están secos, la tierra está vacía. Se perdió la cosecha del trigo, ya no hay vino y se acabó el aceite.


¡Lloren, labradores! ¡Sollocen, viñadores! ¡Pues se perdieron las cosechas del trigo y la cebada!


Anuncien un ayuno general; llamen a todo el pueblo a una reunión. Reúnan a los jefes y a todo el pueblo dentro del templo del Señor su Dios, para que le pidan ayuda al Señor.


El terror se apodera de la gente que los ve llegar; sus rostros palidecen de miedo.


En realidad he decidido que haya sequía en el valle y sobre los montes; una sequía que hará marchitar el trigo, las uvas, los olivares y todas sus cosechas; una sequía que destruirá todo aquello por lo que han trabajado arduamente, de modo que tanto ustedes como sus animales padecerán sed y hambre».


Fue por esta situación que cuando ellos clamaron a mí, yo no atendí a sus ruegos, así como ellos no quisieron obedecerme cuando yo les hablé.


Aun los que no morían quedaban gravemente enfermos, y por dondequiera había gran llanto.


«A esta hora, mañana, enviaré a un hombre de la tierra de Benjamín. Lo ungirás rey de mi pueblo. Él los salvará de los filisteos, pues he oído el clamor de mi pueblo».