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Jeremías 18:21 - Biblia Martin Nieto

¡Entrega, pues, a sus hijos al hambre, abandónalos a merced de la espada! ¡Quédense sus mujeres sin hijos y sin marido! ¡Mueran de peste sus hombres, y sus jóvenes atravesados por la espada en la guerra!

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Biblia Reina Valera 1960

Por tanto, entrega sus hijos a hambre, dispérsalos por medio de la espada, y queden sus mujeres sin hijos, y viudas; y sus maridos sean puestos a muerte, y sus jóvenes heridos a espada en la guerra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

¡Así que deja que sus hijos se mueran de hambre! ¡Deja que mueran a espada! Que sus esposas se conviertan en viudas, sin hijos. ¡Que sus ancianos se mueran por una plaga y que sus jóvenes sean muertos en batalla!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

¡Entrega, pues, sus hijos al hambre, déjalos a merced de la espada! Que sus mujeres se queden sin hijos ni maridos. ¡Que sus esposos sean muertos por la peste y sus jóvenes atravesados por la espada en la guerra!

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La Biblia Textual 3a Edicion

Ahora entrega sus hijos al hambre, Y arrójalos al poder de la espada; Queden sus mujeres viudas y sin hijos, Mueran de peste sus varones, Y sus jóvenes sean heridos a espada.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Por eso, entrega sus hijos al hambre, y vuélcalos en manos de la espada. ¡Sean sus mujeres privadas de hijos y viudas! ¡Sean sus maridos muertos por la peste! ¡Sean sus jóvenes heridos por la espada en la batalla!

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Por tanto, entrega sus hijos al hambre, y haz derramar su sangre por medio de la espada; y sus esposas queden sin hijos y viudas; y sus maridos sean puestos a muerte, y sus jóvenes heridos a espada en la guerra.

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Jeremías 18:21
27 Tagairtí Cros  

El Señor mandó contra ellos al rey de los caldeos, que pasó a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni joven ni virgen, ni anciano ni hombre encanecido. Dios los entregó a todos en sus manos.


Pero aquellos que sin razón buscan mi vida caerán en lo profundo de la tierra;


serán pasados al filo de la espada, serán presa de chacales.


Si prestas dinero a alguno de mi pueblo, al pobre, vecino tuyo, no serás usurero con él, exigiéndole intereses.


Sus arcos abatirán a los jóvenes y no se apiadarán del fruto de las entrañas; su ojo no tendrá compasión de los niños.


Por eso el Señor no tendrá compasión de sus jóvenes, no se apiadará de sus viudas ni de sus huérfanos; porque todos son malvados y perversos y toda boca habla locuras. Y con todo no ha amainado su cólera; su brazo aún está extendido.


Que la maldad arde como fuego; devora los cardos, los abrojos y prende los bardales del bosque, levantando remolinos de humo.


A mí en cambio, Señor, me conoces, pruebas mi corazón y ves que está contigo. Sepáralos como ovejas para el matadero, guárdalos para el día de la matanza.


y el pueblo a quienes ellos profetizan será arrojado por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada, y no habrá quien los sepulte, ni a ellos ni a sus mujeres, ni a sus hijos, ni a sus hijas. Yo haré recaer sobre ellos su iniquidad'.


Yo los he aventado con el bieldo por las ciudades del país; he privado de hijos a mi pueblo, lo he aniquilado, porque no desiste de seguir sus caminos.


Sus viudas son más numerosas que la arena del mar. Sobre las madres de jóvenes guerreros he traído, en pleno día, al devastador; hago caer sobre ellas de repente terror y espanto.


Por eso caerán en sus calles sus jóvenes y todos sus guerreros perecerán aquel día -dice el Señor-.


Los cadáveres de los hombres yacen como estiércol en los campos, como gavillas tras el segador, sin haber quién las recoja'.


El Señor despreció a todos mis valientes de en medio de mi seno; convocó contra mí una asamblea, para extirpar a mis mejores; ha estrujado el Señor en lagar a la virgen hija de Judá.


Huérfanos, sin padre hemos quedado; son nuestras madres como viudas.


Te impondré el castigo reservado a las adúlteras y a las homicidas y te abandonaré a la saña y a los celos.


En ella sus príncipes son como león rugiente ávido de presa, devoran a las personas, se apoderan de haciendas y riquezas y aumentan el número de las viudas.


Envié contra vosotros una peste como la de Egipto, maté a espada a vuestra juventud e hice subir el mal olor de vuestros campamentos hasta vuestras narices; ¡y no habéis vuelto a mí!, dice el Señor.


Fuera herirá la espada; / dentro, el espanto. / Morirán el muchacho y la muchacha, / el niño de pecho y el anciano encanecido.


Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño; el Señor le dará su merecido.


Y dijo Samuel: 'Como tu espada ha dejado sin hijos a tantas mujeres, así tu madre entre todas quedará privada de su hijo'. Samuel mató a Agag ante el Señor en Guilgal.