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Mateo 8 - Nueva Biblia Española (1975) Nueva Biblia Española (1975)
Mateo 8

1 Y al bajar del monte lo siguió un gran gentío.

2 En esto se le acercó un leproso, y se puso a suplicarle: Señor, si quieres puedes limpiarme.

3 Extendió la mano y lo tocó diciendo: ¡Quiero, queda limpio! Y en seguida quedó limpio de la lepra.

4 Jesús le dijo: Cuidado con decírselo a nadie; eso sí, ve a presentarte al sacerdote y ofrece el donativo que mandó Moisés, para que les conste.

5 Al entrar en Cafarnaún se le acercó un capitán

6 rogándole: Señor, mi sirviente está echado en casa con parálisis, sufriendo terriblemente.

7 Jesús le contestó: Voy yo a curarlo.

8 El capitán le respondió declarando: Señor, yo no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que mi sirviente se cure.

9 Porque yo, que soy un simple subordinado, tengo soldados a mis órdenes, y si le digo a uno que se vaya, se va; a otro que venga, viene; y si le digo a mi sirviente que haga algo, lo hace.

10 Al oír esto Jesús dijo admirado a los que lo seguían: Les aseguro que en ningún israelita he encontrado tanta fe.

11 Les digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente a sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios; >

12 en cambio a los ciudadanos del reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

13 Y al capitán le dijo: Vete; como has tenido fe, que se te cumpla. Y en aquel momento se puso bueno el sirviente.

14 Al llegar Jesús a casa de Pedro encontró a la suegra echada con fiebre,

15 le tocó la mano y se le pasó la fiebre; ella se levantó y se puso a servirle.

16 Al anochecer le llevaron muchos endemoniados; con su palabra expulsó a los espíritus y curó X todos los enfermos,

17 para que se cumpliera lo que se dijo por medio del profeta Isaías: El tomó nuestras dolencias y quitó nuestras enfermedades. (Is 53.4)

18 Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba dio orden de salir para la orilla de enfrente.

19 Se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré vayas adonde vayas.

20 Jesús le respondió: Los zorros tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este Hombre' no tiene dónde reclinar la cabeza.

21 Otro, ya discípulo, le dijo: Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.

22 Jesús le replicó: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

23 Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron.

24 De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.

25 Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: ¡Auxilio, Señor, que nos hundimos!

26 El les dijo: ¿Por qué son cobardes? ¡Qué poca fe! Se puso en pie, dio una orden a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma.

27 Aquellos hombres se preguntaban admirados: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el agua le obedecen?

28 Llegó él a la orilla de enfrente, a la región de los gadarenos. Desde el cementerio dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.

29 De pronto empezaron a gritar: ¿Quién te mete a ti en esto, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?

30 Un gran rebaño de cerdos estaba pastando a distancia.

31 Los demonios le rogaron: Si nos echas, mándanos al rebaño.

32 Jesús les dijo: Vayan. Salieron y se fueron a los cerdos. De pronto el rebaño entero se lanzó por el precipicio al lago, y murió ahogado.

33 Los cuidadores de los cerdos salieron huyendo, llegaron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.

34 Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que abandonara su país.

Biblia - Luis Alonso Schökel y Juan Mateos

Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.