Mateo 13 - Biblia Martin Nieto1 Aquel día, Jesús salió de su casa y se sentó a la orilla del lago. 2 Acudió a él tanta gente, que subió a sentarse en una barca, y toda la gente quedó en la playa. 3 Y les dijo muchas cosas en parábolas: 'Salió el sembrador a sembrar 4 y, al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino; vinieron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó en un pedregal, donde no había mucha tierra, y brotó en seguida porque la semilla no tenía profundidad en la tierra; 6 pero al salir el sol la abrasó y, por no tener raíz, se secó. 7 Otra cayó entre zarzas; las zarzas crecieron y la ahogaron. 8 Otra parte cayó en tierra buena, y dio frutos; una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 ¡El que tenga oídos que oiga!'. 10 Los discípulos se le acercaron y le preguntaron: '¿Por qué les hablas en parábolas?'. 11 Y él les respondió: 'A vosotros se os ha dado conocer los misterios del reino de Dios, pero a ellos no. 12 Pues al que tiene se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por esto les hablo en parábolas, porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni entienden. 14 Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: Oiréis pero no entenderéis, miraréis pero no veréis. 15 Porque la mente de este pueblo está embotada, tienen tapados los oídos y los ojos cerrados, para no ver nada con sus ojos ni oír con sus oídos, ni entender con la mente ni convertirse a mí para que yo los cure. 16 '¡Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen! 17 Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron 18 'Ased que vosotros entended la parábola del sembrador. 19 Si uno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo sembrado en el corazón. Éste es lo sembrado junto al camino. 20 El pedregal es el que oye la palabra de momento y la acepta con alegría; 21 pero no tiene raíz, es inconstante y, cuando llega la prueba o la persecución a causa de la palabra, inmediatamente se viene abajo. 22 Lo sembrado entre zarzas es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y la seducción de la riqueza ahogan la palabra y queda sin fruto. 23 Lo sembrado en tierra buena es el que oye la palabra y la entiende y da fruto, ciento, sesenta y treinta por uno'. 24 Les propuso otra parábola: 'El reino de Dios es semejante a un hombre que sembró buena semilla en un campo. 25 Mientras sus hombres dormían, vino su enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Pero cuando creció la hierba y llevó fruto, apareció también la cizaña. 27 Los criados fueron a decir a su amo: ¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? 28 Él les dijo: Un hombre enemigo hizo esto. Los criados dijeron: ¿Quieres que vayamos a recogerla? 29 Les contestó: ¡No!, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntas las dos cosas hasta la siega; en el tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en haces para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero'. 31 Les propuso otra parábola: 'El reino de Dios es como un grano de mostaza que toma un hombre y lo siembra en su campo. 32 Es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal suerte que las aves vienen y anidan en sus ramas'. 33 Les dijo otra parábola: 'El reino de Dios es semejante a la levadura que una mujer toma y la mete en tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa'. 34 Jesús decía a la gente todas estas cosas en parábolas, y no les decía nada sin parábolas, 35 para que se cumpliera lo que había anunciado el profeta: Abriré mi boca para decir parábolas y publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo. 36 Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron: 'Explícanos la parábola de la cizaña del campo'. 37 Él respondió: 'El que siembra la buena semilla es el hijo del hombre. 38 El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. 39 El enemigo que la siembra es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores los ángeles. 40 Como se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así también será al fin del mundo. 41 El hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su reino a todos los que son causa de pecado y a todos los agentes de injusticias 42 y los echarán al horno ardiente: allí será el llanto y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. ¡El que tenga oídos que oiga!' 44 'El reino de Dios es semejante a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo esconde y, lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo'. 45 'El reino de Dios es semejante a un mercader que busca perlas preciosas. 46 Cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra'. 47 'El reino de Dios es semejante a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces; 48 cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan, recogen los buenos en cestos y tiran los malos. 49 Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles, separarán a los malos de los justos 50 y los echarán al horno ardiente: allí será el llanto y el crujir de dientes. 51 ¿Habéis entendido todo esto?'. Le contestaron: '¡Sí!'. 52 Y él les dijo: 'Por eso, el maestro de la ley que se ha hecho discípulo del reino de Dios es como el amo de la casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas'. [*]_ 53 Cuando Jesús acabó estas parábolas, se fue de allí. 54 Se fue a su tierra y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente, asombrada, decía: '¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos prodigios? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 56 Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros? ¿De dónde le viene todo esto?'. 57 Y aquello les parecía un escándalo. Pero Jesús les dijo: 'Sólo en su tierra y en su casa desprecian al profeta'. 58 Y no hizo allí muchos milagros por su falta de fe. |
Evaristo Martín Nieto©