Cuando el rey pasó, el profeta lo llamó y le dijo: ―Señor, yo estaba en la batalla, y un hombre me entregó un prisionero y dijo: “Cuida a este hombre; si él se va, morirás, o me tendrás que dar treinta mil monedas de plata”.
Jeremías 48:10 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 ¡Malditos quienes refrenan sus espadas de derramar la sangre de ustedes, negándose a realizar la obra que el Señor les ha encomendado! Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada. Biblia Nueva Traducción Viviente ¡Malditos los que se rehúsen a hacer el trabajo del Señor, los que retengan la espada del derramamiento de sangre! Biblia Católica (Latinoamericana) Maldito el que ejecuta con flojera el trabajo que Yavé le ha encomendado. ¡Maldito el que tiene su espada limpia de sangre! La Biblia Textual 3a Edicion ¡Maldito el que haga la obra de YHVH indolentemente! ¡Maldito el que retraiga su espada de derramar sangre! Biblia Serafín de Ausejo 1975 ¡Maldito quien haga la obra de Yahveh con negligencia! ¡Maldito quien prive de sangre a su espada! Biblia Reina Valera Gómez (2023) Maldito el que hiciere engañosamente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere su espada de la sangre. |
Cuando el rey pasó, el profeta lo llamó y le dijo: ―Señor, yo estaba en la batalla, y un hombre me entregó un prisionero y dijo: “Cuida a este hombre; si él se va, morirás, o me tendrás que dar treinta mil monedas de plata”.
Pero mientras yo estaba ocupado en otra cosa, el prisionero desapareció. ―Bueno, es culpa tuya —respondió el rey—. Tendrás que pagar.
El profeta le dijo: ―El Señor ha dicho: “Por cuanto tú has salvado la vida del hombre que yo dije que debería morir, tú morirás en su lugar, y tu pueblo morirá en lugar del suyo”.
―¡Debiste haber golpeado el suelo, cinco o seis veces —exclamó enojado el profeta—, porque entonces habrías derrotado definitivamente a los sirios, pero solo lo derrotarás tres veces!
Espada del Señor, ¿cuándo volverás a reposar de provocar tanta matanza? ¡Enváinate de nuevo; reposa y queda en paz!
Mas, ¿cómo ha de estarse quieta si el Señor le ha dado una encomienda? Porque la ciudad de Ascalón y los que moran por la ribera del mar tienen que ser aniquilados.
El Señor abrió su arsenal y sacó armas para hacer estallar su coraje sobre sus enemigos. El terror que cae sobre Babilonia será obra de Dios, el Señor de los ejércitos.
ni siquiera su ganado! ¡Ay de ellos también! ¡Mueran todos, porque ha llegado la hora de que Babilonia sea devastada!
Luego ordenó al resto de los hombres: «Vayan en persecución del enemigo y atáquenlo por la retaguardia. No permitan que regresen a sus ciudades, porque el Señor nos ayudará a destruirlos completamente».
»Pero el ángel del Señor lanzó una maldición sobre Meroz. “Que el Señor los castigue con dureza”, dijo, “porque no vinieron a ayudar al Señor contra sus enemigos”.
Ve y destruye completamente a Amalec: hombres, mujeres, bebés, niños, bueyes, ovejas, camellos y burros”».
Sin embargo, Saúl y sus hombres conservaron lo mejor de las ovejas y de las vacas, los mejores corderos y, en suma, todo lo que les pareció bueno. Destruyeron solamente lo que era de poco valor o de mala calidad.