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Mateo 27:50 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y murió.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Entonces Jesús volvió a gritar y entregó su espíritu.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, entregó el espíritu.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Entonces Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

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Otras versiones



Mateo 27:50
14 Referencias Cruzadas  

Ni siquiera el Hijo del hombre vino para que le sirvieran, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.


Los demás decían: ―Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.


Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, murió.


Entonces Jesús gritó con fuerza: ―¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu! Y, al decir esto, murió.


»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.


así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él. Yo doy mi vida por las ovejas.


Había allí una vasija llena de vinagre. Así que empaparon una esponja en el vinagre. Luego la pusieron en una vara y se la acercaron a la boca.


Al probar Jesús el vinagre, dijo: ―Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y murió.


Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, Cristo también compartió esa naturaleza humana. Lo hizo para eliminar, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—.


Cuando vivía aquí en la tierra, Jesús hizo oraciones rogando al que podía salvarlo de la muerte. Lo hizo con fuerte voz y lágrimas. Y fue escuchado porque fue humilde y obediente.


Si esto es así, ¡cuánto más poder tiene la sangre de Cristo! Porque, por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció sin pecado a Dios. Su sangre limpiará nuestra conciencia, y no se nos declarará culpables de pecados que conducen a la muerte eterna, para que sirvamos al Dios viviente.