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Hebreos 9:14 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

14 Si esto es así, ¡cuánto más poder tiene la sangre de Cristo! Porque, por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció sin pecado a Dios. Su sangre limpiará nuestra conciencia, y no se nos declarará culpables de pecados que conducen a la muerte eterna, para que sirvamos al Dios viviente.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

14 Imagínense cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas para que adoremos al Dios viviente. Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 pero con toda seguridad la sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de muerte, para que sirvamos al Dios vivo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 ¡cuánto más la sangre del Mesías, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras° conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del espíritu eterno, se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras muertas, para que rindamos culto al Dios vivo!

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Hebreos 9:14
76 Referencias Cruzadas  

Pero, si echo fuera a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes.


―Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro.


Ni siquiera el Hijo del hombre vino para que le sirvieran, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.


Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quienes se lo pidan!


Nos rescató del poder de nuestros enemigos. Así nos hizo libres del temor, para que le sirviéramos


Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan ni tienen almacén ni granero; sin embargo, Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves!


Si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¡cuánto más hará por ustedes, gente de poca fe!


«El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado a anunciar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos. Me ha enviado a poner en libertad a los oprimidos,


El enviado de Dios comunica el mensaje de Dios, pues él mismo le da su Espíritu sin medida.


hasta el día en que fue llevado al cielo. Antes de esto, dio instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido.


Me refiero a Jesús de Nazaret. Dios lo llenó de poder y del Espíritu Santo. Él anduvo haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.


―Señores, ¿por qué hacen esto? Nosotros somos simples hombres, como ustedes. El mensaje que les anunciamos es para que dejen de hacer estas cosas. Nada de esto tiene valor. Busquen al Dios viviente, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.


Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por medio de la fe.


Todo lo que Dios ha creado nos muestra quién es él aunque a él no lo veamos. La creación nos dice que él es Dios y que su poder no tiene fin. Así que la gente no puede alegar que no sabe quién es Dios.


Pero, cuando resucitó, a través del poder del Espíritu Santo, quedó demostrado que era Hijo de Dios. Él es Jesucristo nuestro Señor.


Su desobediencia ha bendecido al mundo. Su fracaso ha bendecido a los no judíos. Y, cuando los judíos acepten esa salvación, la bendición que recibirá el mundo será aún más grande.


Después de todo, si tú, que no pertenecías al pueblo especial de Dios, fuiste aceptado como parte de ese pueblo, ¡con mayor razón los judíos serán aceptados de nuevo en él!


No permitan que su cuerpo sea usado por el pecado para hacer lo malo. Al contrario, permitan que Dios use su cuerpo para hacer el bien, pues ustedes ahora son diferentes, es como si hubieran vuelto de la muerte a la vida.


Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, viven apartados del mal y han ganado la vida eterna.


Así dicen las Escrituras: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente». El último Adán, Cristo, es el que nos da vida.


Cristo no cometió pecado alguno, pero, por amor a nosotros, Dios lo trató como pecador, para declararnos justos por medio de Cristo.


¿Cómo pueden los ídolos habitar en el templo de Dios? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo».


Yo, por mi parte, creo que la Ley me condenó a morir, es decir, para la Ley estoy muerto, y ahora vivo para Dios.


que nos dio vida por medio de Cristo. Aun cuando estábamos muertos para Dios por causa de nuestros pecados, él nos dio vida. ¡No merecíamos este amor por el cual somos salvados!


Amen a los demás así como Cristo nos amó y murió por nosotros. Su sacrificio fue para Dios como ofrenda de olor agradable.


Ellos mismos hablan de lo bien que ustedes nos recibieron y de cómo dejaron de adorar a los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero.


Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.


si me retraso, podrás saber cómo hay que portarse en la familia de Dios, que es la iglesia del Dios viviente. La iglesia es quien sostiene y defiende la verdad.


Él se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos de pecado y tener así un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.


El Hijo refleja el brillo de la gloria de Dios. Es la fiel imagen de lo que Dios es. Él es quien mantiene el universo en existencia, por medio del poder de su palabra. Después de morir para perdonarnos nuestros pecados, subió al cielo y se sentó a la derecha del trono majestuoso de Dios.


Por esa obediencia somos declarados santos por Dios, por medio del sacrificio del cuerpo de Jesucristo. Este sacrificio fue ofrecido una sola vez y para siempre.


Pero Jesucristo, como sacerdote, ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre. Después se sentó a la derecha de Dios.


Si pudieran hacerlo, la gente que ofrece esos sacrificios ya habría dejado de hacerlo. Pues, una vez limpios de pecado, ya no se sentirían culpables.


Acerquémonos entonces a Dios con corazón sincero y con la completa seguridad que da la fe. Cristo nos ha limpiado de pecado, como quien es bañado con agua pura. Por eso, acerquémonos con una conciencia tranquila.


Por la fe Jacob bendijo a cada uno de los hijos de José. Esto sucedió cuando estaba a punto de morir. Luego, se apoyó en la punta de su bastón y adoró a Dios.


Por eso también Jesús sufrió fuera de la puerta de la ciudad. Al derramar su sangre en la cruz, nos hizo santos ante Dios.


Hermanos en la fe, cuídense de tener una mente que solo piensa en el pecado, que no cree y que los hace apartarse del Dios vivo.


Por eso, dejemos a un lado las enseñanzas elementales acerca de Cristo, y avancemos hacia la madurez. No volvamos a verdades elementales, tales como la necesidad de arrepentirse de cosas que llevan a la muerte eterna, para luego creer en Dios.


Ese sacerdote es Jesús, quien ha llegado a serlo no en obediencia a leyes humanas, sino gracias al poder de una vida indestructible.


A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Por el contrario, él ofreció su vida en sacrificio una sola vez y para siempre.


Cristo entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No entró con sangre de chivos y toros, sino con su propia sangre. Así logró para nosotros una liberación eterna.


Si Cristo hubiera tenido que hacer lo mismo, habría sufrido muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre. De este modo, por medio de su propio sacrificio, acabó con el pecado.


Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote. Y lo hace solo una vez al año, con un recipiente lleno de la sangre de los animales sacrificados. Esta sangre la ofrece a Dios para pedir perdón por sus propios pecados y por los del pueblo; pecados cometidos sin darse cuenta.


Esta es una enseñanza para nosotros hoy: las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no pueden hacer perfectos a ninguno de los que celebran ese culto.


Se pagó con la preciosa sangre de Cristo, que se sacrificó en la cruz como si fuera un cordero sin defecto alguno.


«Él no cometió ningún pecado, ni de su boca salieron mentiras».


Cristo aceptó como suyos nuestros pecados, y así fue a morir en la cruz. Lo hizo para que dejáramos de pecar y viviéramos para hacer el bien. Él fue herido como castigo, para que ustedes fueran sanados.


Porque Cristo murió para perdonar nuestros pecados una sola vez, y es suficiente. Él, que era justo, murió por nosotros, que éramos injustos. Así nos acercó a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.


Por eso vivan el resto de su vida sin dejarse controlar por sus malos deseos y obedeciendo la voluntad de Dios.


Pero, si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, viviremos como amigos unos con otros. Además, por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo, Dios nos perdonará nuestros pecados.


Pero ustedes saben que Jesucristo vino para quitar nuestros pecados. Y él no tiene pecado.


y a Jesucristo. Él es el que siempre dice la verdad, el primero en resucitar y el que gobierna sobre los reyes de la tierra. Él nos ama y al derramar su sangre nos ha librado de nuestros pecados.


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