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Hebreos 9:15 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

15 Por eso Dios ha hecho un nuevo pacto con nosotros por medio de Cristo. Pues él ha muerto para liberarnos de los pecados cometidos bajo el primer pacto. Así ha hecho posible que los llamados por Dios reciban la salvación eterna que les había prometido.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Por eso él es el mediador de un nuevo pacto entre Dios y la gente, para que todos los que son llamados puedan recibir la herencia eterna que Dios les ha prometido. Pues Cristo murió para librarlos del castigo por los pecados que habían cometido bajo ese primer pacto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 Por eso Cristo es el mediador de un nuevo testamento o alianza. Por su muerte fueron redimidas las faltas cometidas bajo el régimen de la primera alianza, y desde entonces la promesa se cumple en los que Dios llama para la herencia eterna.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Por tanto es mediador de un nuevo pacto, para que habiendo ocurrido una muerte para la remisión de las transgresiones cometidas durante el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 Por eso, él es mediador de una nueva alianza, para que, habiendo intervenido una muerte que redime de los pecados cometidos durante la primera alianza, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

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Hebreos 9:15
52 Referencias Cruzadas  

Y todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos por mi causa recibirá cien veces más y obtendrá la vida eterna.


Mandó a sus siervos que llamaran a los invitados, pero estos se negaron a asistir al banquete.


»Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.


Necesité ropa, y me vistieron. Estuve enfermo, y me atendieron. Estuve en la cárcel, y me visitaron”.


Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se arrodilló delante de él. ―Maestro bueno —le preguntó—, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?


Cierto dirigente le preguntó: ―Maestro bueno, ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?


De la misma manera, tomó la copa después de la cena y dijo: ―El vino en esta copa representa la sangre que es derramada por ustedes. Con ella Dios hace un nuevo pacto.


Yo les doy vida eterna y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano.


»Ahora le pido a Dios que cuide de todos ustedes, y ruego que ustedes sigan confiando en el mensaje de su inmerecido amor. Ese mensaje de amor tiene poder para ayudarlos a crecer espiritualmente. Y, si lo aceptan, recibirán las promesas hechas a su pueblo santo.


Cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo. Entonces, ¡con mucha más razón seremos salvados ahora que él vive!


A la verdad, como no podíamos salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados.


Sin embargo, Dios demuestra su amor por nosotros, pues, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.


Pues el pecado solo produce muerte, mientras que el regalo de Dios da vida eterna cuando creemos en Cristo Jesús, nuestro Señor.


Ahora bien, sabemos que Dios prepara todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los cuales Dios ha llamado de acuerdo con su propósito.


A los que eligió, también los llamó. A los que llamó, también los declaró justos. A los que declaró justos, también les compartió su gloria.


Para eso nos llamó, nos eligió de entre los judíos, y también de entre los no judíos.


Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto. No es el pacto de leyes escritas, que nos condena a muerte, sino el pacto que da vida por medio del Espíritu.


Ahora bien, Dios es uno solo y, cuando le dio la promesa a Abraham, no envió a nadie para entregarla. Se la dio personalmente.


Al derramar su sangre, Cristo nos hizo libres y perdonó nuestros pecados, porque su amor es muy grande. No merecíamos tanto amor,


Para esto los eligió Dios, y lo hizo por medio de nuestro mensaje de la buena noticia, para que compartan la gloria de nuestro Señor Jesucristo.


Porque hay un solo Dios y solo hay uno que puede ponernos en paz con Dios, y ese es Jesucristo. Él es el hombre


Así que todo lo soporto por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la gloriosa y eterna salvación que tenemos en Cristo Jesús.


Tenemos confianza en que tendremos vida eterna, pues Dios, que no miente, así lo había prometido antes de la creación del mundo.


Así lo hizo para que, siendo declarados justos por medio de su amor inmerecido, llegáramos a tener la confianza de recibir la vida eterna.


También sintieron compasión de los que estaban en la cárcel. Y, cuando a ustedes les quitaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, seguros de que tenían una riqueza mejor y más permanente.


Ustedes necesitan seguir confiando para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.


Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas. Pero, por la fe, las vieron y saludaron de lejos. Reconocieron que aquí en la tierra estaban de paso, como si fueran extranjeros y peregrinos.


Han llegado hasta Jesús, y por medio de él Dios ha hecho un nuevo pacto con ustedes. Y todo gracias a la sangre que él derramó al morir. Esa sangre es mejor que la de Abel, porque su sangre pide venganza, pero la de Jesús ofrece perdón.


El Dios que da la paz levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, al gran Pastor de las ovejas. Por medio de su sangre, Dios estableció con nosotros un pacto eterno.


Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, Cristo también compartió esa naturaleza humana. Lo hizo para eliminar, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—.


Hermanos en la fe, Dios los ha llamado a ustedes para que formen parte de su pueblo santo. Por eso, pongan su atención en Jesús, a quien reconocemos como apóstol y sumo sacerdote.


Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, juró por sí mismo. Hizo esto porque no tenía a nadie superior por quien jurar,


Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.


Por tanto, Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior.


Al llamar «nuevo» a ese pacto, ha declarado anticuado al anterior; y lo que se vuelve viejo y anticuado está a punto de desaparecer.


Cristo entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No entró con sangre de chivos y toros, sino con su propia sangre. Así logró para nosotros una liberación eterna.


En el caso de un testamento es necesario asegurarse de la muerte del que hizo ese testamento.


De igual manera, Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez. Pero ya no vendrá para morir por el pecado de alguno, sino para traer salvación a quienes esperan su regreso.


Dichoso el que no deja de creer en medio de las dificultades. Porque, al salir victorioso, recibirá la corona de la vida. Este es el premio que Dios ha prometido a quienes lo aman.


Porque Cristo murió para perdonar nuestros pecados una sola vez, y es suficiente. Él, que era justo, murió por nosotros, que éramos injustos. Así nos acercó a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.


Y, después de que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios mismo los sanará y los hará fuertes, firmes y estables. Él es el mismo Dios quien por puro amor los llamó para disfrutar de su gloria eterna por medio de Jesucristo.


Esta es la promesa que él nos dio: la vida eterna.


Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres de recibir el rollo y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado. Con tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, idioma, pueblo y nación.


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