»A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.
Lucas 11:2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento) Él les dijo: ―Cuando oren, digan: »“Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Biblia Nueva Traducción Viviente Jesús dijo: —Deberían orar de la siguiente manera: »Padre, que siempre sea santificado tu nombre. Que tu reino venga pronto. Biblia Católica (Latinoamericana) Les dijo: 'Cuando recen, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino. La Biblia Textual 3a Edicion Les dijo: Cuando oréis, decid: Padre,° santificado sea tu nombre. Venga tu reino.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Él les dijo: 'Cuando vayáis a orar, decid: Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. |
»A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo.
Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos.
Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ―Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.
Les escribo a todos ustedes, que están en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a ser parte de su pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les permitan gozar de su inmerecido amor y de su paz.
Y el Espíritu, que Dios les ha dado, no los hace otra vez esclavos del miedo. Al contrario, el Espíritu los adopta como hijos y les permite decirle a Dios: «¡Abba! ¡Padre!».
Pido a Dios nuestro Padre y al Señor Jesucristo que les permitan gozar de su inmerecido amor y de su paz.
Pido a Dios nuestro Padre y al Señor Jesucristo que les permitan gozar de su inmerecido amor y de su paz.
Jesucristo dio su vida para que fuéramos perdonados por nuestros pecados. Así nos liberó de este mundo malvado. Esta fue la voluntad de nuestro Dios y Padre.
Pido a Dios nuestro Padre y al Señor Jesucristo que les permitan gozar de su inmerecido amor y de su paz.
Pido a Dios nuestro Padre y al Señor Jesucristo que les permitan gozar de su inmerecido amor y de su paz.
Esta carta va dirigida a los creyentes y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas. Le pido a Dios nuestro Padre que les permita gozar de su inmerecido amor y les dé paz.
Los saludan Pablo, Silvano y Timoteo. Esta carta va dirigida a la iglesia de los tesalonicenses. Ustedes pertenecen a Dios el Padre y al Señor Jesucristo. Le pido a Dios que les permita gozar de su inmerecido amor y les dé paz.
Recordamos delante de Dios, nuestro Padre, todo lo que hacen por medio de la fe y el trabajo que realizan por amor. No olvidamos la firmeza con que continúan confiando en la salvación que nuestro Señor Jesucristo les dará.
Dios nuestro Padre nos amó mucho y, aunque no merecemos ese amor, nos consuela eternamente y nos da la seguridad de nuestra salvación. A él y a nuestro Señor Jesucristo les pido
El séptimo ángel tocó su trompeta. Entonces en el cielo se escucharon fuertes voces que decían: «El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo. Él reinará para siempre».
¿Quién no te respetará, oh Señor? ¿Quién no dará la gloria a tu nombre? Solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán. Pues todos han podido ver que eres un Dios justo».
Después oí las voces de una inmensa cantidad de personas. Era como el ruido de muchas aguas y como el retumbar de potentes truenos. Las voces decían: «¡Aleluya! Ya ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios Todopoderoso.
Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también a los que habían sido asesinados por hablar acerca de Jesús y anunciar el mensaje de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años.