No hay vida o persona a la que Dios no pueda llamar y transformar, incluso teniendo un pasado oscuro y terrible; este hermano en la fe es un claro ejemplo de la gracia de Dios.

Edgar Leal tuvo una infancia como la de muchos otros niños mexicanos, ya que él la describe como feliz.
Pero el que una persona tenga una niñez alegre, no significa que será una buena persona por el resto de du vida; y esto fue exactamente lo que pasó con este hombre.
Conforme iba creciendo en su adolescencia, conoció el alcohol y las drogas, vicios que años más tarde destruirían y afectarían gravemente su vida, matrimonio y relación de paternidad con su hijo.
Tras atravesar por un secuestro, las cosas cambiaron significativamente para él, y tiempo más tarde, él tomaría la misma ruta «laboral».
Su historia da un giro radical mientras estaba en prisión, lugar donde conoció a Jesús y encontró un nuevo propósito y razón de vivir.
Hoy día, testifica de las maravillas de Dios en su vida y lo que puede hacer en la de aquellos que lo dejen entrar.