Más que una mirada de amor

En una ocasión una reina se enamoró de un hombre llamado Pietro, este era de baja condición pero aun así ella lo había hecho su último esposo.

Más que una mirada de amor
Más que una mirada de amor

Cierto día Pietro estaba solo en el palacio y llegó un mensajero al reino para avisarle que su madre estaba enferma. Sin importarle que existía la prohibición de usar el carruaje personal de la reina (esto era penado a muerte), Pietro subió al carruaje y fue a ver a su madre.

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Al regresar, la reina fue informada de la situación.

¿No es encantador? -dijo- Esto es verdaderamente amor filial. No le importó su vida para cuidar a su madre ¡Es maravilloso!

Otro día, mientras Pietro estaba sentado en el jardín del palacio comiendo fruta, llegó la reina. El la saludó y luego le dio un mordisco a la última manzana que quedaba en la canasta.

¡Parecen exquisitas!– le dijo la reina.

Lo son -replicó él y alargando la mano le cedió a su amada la fruta que comía.

¡Cuánto me ama! -comentó después la reina-, renunció a su propio placer, para darme la última manzana de la canasta, ¿No es fascinante?

Pasaron varios años y por alguna razón, la reina ya no amaba a este joven y la pasión por Pietro desapareció de su corazón.

En medio de una cena con su amiga más cercana, le decía: –Nunca se portó como un rey… Es decir desafió mi investidura usando mi carruaje. Es más, recuerdo que un día me dio a comer una fruta mordida.

En ocasiones, olvidamos que el amor no se basa en apariencias, condiciones ni estatutos, pue sí así fuera, se tratara solo de algo superficial y falso, debido a que todo lo anterior es terrenal y pasajero, algo que simplemente puede cambiar de un momento a otro.

El verdadero amor nunca se acabará, pues tiene la cualidad de ver más allá de los defectos, enfocándose en las virtudes, ayudándonos a perdonar con facilidad.

Cuando amamos verdaderamente, nunca existirá un punto de quiebre o ruptura, ya que recordaremos que se trata de decisión y no de emoción.

Lo más importante siempre será mantener nuestro amor por Dios activo y latente, pues de tal manera nos amó que lo único que podemos hacer por Él es esforzarnos por agradarle y buscarle.

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo», Efesios 2:4-5.

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