Porque ¿quién es el que te da la ventaja sobre otros? O ¿qué cosa tienes tú que no la hayas recibido de Dios? Y si todo lo que tienes lo has recibido de él, ¿de qué te jactas como si no lo hubieses recibido?
Estad, pues, sumisos a toda humana criatura que se halle constituida sobre vosotros, y esto por respeto a Dios, ya sea el rey, como que está sobre todos;
Las cuestiones necias, y que nada contribuyen a la instrucción, evítalas, sabiendo que son un manantial de alterados.
Más apreciable es el pobre que procede con sencillez, que un rico que anda por caminos perversos.
Porque tened esto bien entendido, que ningún fornicador, o impúdico, o avariento, lo cual viene a ser una idolatría, será heredero del reino de Cristo y de Dios.
Por lo demás, hermanos míos, todo lo que es conforme a la verdad, todo lo que respira pureza, todo lo justo, todo lo que es santo, o santifica, todo lo que os haga amables, todo lo que sirve al buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable, esto sea vuestro estudio.
Vale más ser convidados a comer unas verduras en la casa del que nos ama, que a comer un ternero cebado en la del que nos odia.
Respondió el Señor a Samuel: No mires a su buena presencia, ni a su grande estatura; porque no es ése el que he escogido; y yo no juzgo por lo que aparece a la vista del hombre; pues el hombre no ve más que lo exterior; mas el Señor ve en el fondo del corazón.
Mas Jesús le dijo: Los reyes de las naciones las tratan con imperio; y los que tienen autoridad sobre ellas, son llamados bienhechores. No habéis de ser así vosotros; antes bien el mayor de entre vosotros, pórtese como el menor; y el que tiene la precedencia, como sirviente.
Vale más el buen nombre que muchas riquezas. La buena reputación es más estimable que el oro y la plata.
Dicta la caridad que nadie busque su propia satisfacción o conveniencia sino el bien del prójimo.
Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura.
Hay quien hace del rico, no teniendo nada, y quien parece pobre, teniendo mucha riqueza.
No queráis confiar en la justicia, ni codiciar robos; aun si las riquezas os vienen en abundancia, no pongáis en ella vuestro corazón.
Así, pues, el que de veras ama la vida, y quiere vivir días dichosos, refrene su lengua del mal, y sus labios no se desplieguen a favor de la falsedad.
Porque raíz de todos los males es la avaricia, de la cual arrastrados algunos, se desviaron de la fe, y se sujetaron ellos mismos a muchas penas y aflicciones.
no haciendo nada por tema, ni por vanagloria, sino que cada uno por humildad mire como superiores a los otros,
Pruébame, ¡oh Dios mío¡, y sondea mi corazón; examíname y reconoce mis pasos; mira si hay en mí algún proceder vicioso y condúceme por el camino de la eternidad.
Ninguno sea fornicario, ni tampoco profano como Esaú, que por un potaje o plato de comida vendió su primogenitura.
La boca de otro, no la tuya, sea la que te alabe; el extraño, y no tus propios labios.
Lo verá el pecador, y se irritará; rechinará los dientes, y se consumirá; pero los deseos y esfuerzos de los pecadores se desvanecerán como el humo.
Mas tú, ¿por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, no reparando en la viga que tienes en el tuyo? O ¿con qué cara dices a tu hermano: Hermano, deja que te quite esa paja del ojo, cuando tú mismo no echas de ver la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo; y después podrás ver cómo has de sacar la paja del ojo de tu hermano.
El temor del Señor conduce a la vida, y el justo nadará en la abundancia, bien libre de todo mal.
Dichoso aquel varón que no se deja llevar de los consejos de los malos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se asienta en la cátedra pestilente de los libertinos;
Obedeced a vuestros prelados, y estadles sumisos, ya que ellos velan, como que han de dar cuenta a Dios de vuestras almas; para que lo hagan con alegría, y no penando, cosa que no os sería provechosa.
Quien confía en sus riquezas, caerá por tierra; al paso que los justos florecerán como árbol de verdes ramas.
Todo cuanto hacéis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo, y a gloria suya, dando por medio de él gracias a Dios Padre.
Bienaventurado el hombre que teme al Señor, y que toda su afición la pone en cumplir sus mandamientos.
La sabiduría o prudencia de la carne es una muerte, pero la sabiduría de las cosas del espíritu, es vida y paz:
y les dijo: Cualquiera que acogiere a este niño por amor mío, a mí me acoge; y cualquiera que me acogiere a mí, acoge al que me ha enviado. Y así, aquel que es el menor entre vosotros, ése es el mayor.
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto.
Porque por un puro querer de su voluntad nos ha engendrado para hijos suyos con la palabra de la verdad, a fin de que seamos los israelitas como las primicias de sus nuevas criaturas.
Honra al Señor con tu hacienda, y ofrécele las primicias de todos tus frutos. Con esto tus trojes se colmarán de granos, y rebosará el vino en tus lagares.
Digo, pues, en suma: Proceded según el espíritu de Dios, y no satisfaréis los apetitos de la carne.
De esta suerte, los últimos en este mundo serán primeros en el reino de los cielos; y los primeros, últimos. Muchos son los llamados; mas pocos los escogidos.
Sabemos también nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de aquellos, digo, que él ha llamado según su decreto para ser santos.
Pero pídala con fe sin sombra de duda, o desconfianza; pues quien anda dudando es semejante a la ola del mar alborotada y agitada de viento acá y allá.
Más apreciado es el pobre que procede con sencillez, que el rico de labios perversos e insensatos.
Y en verdad, todo lo tengo por pérdida o desventaja, en cotejo del sublime conocimiento de mi Señor Jesucristo, por cuyo amor he abandonado y perdido todas las cosas, y las miro como basura, por ganar a Cristo ,
El avariento jamás se saciará de dinero, y quien ama ciegamente las riquezas ningún fruto sacará de ellas. Luego también es esto vanidad.
No queráis amontonar tesoros para vosotros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones los desentierran y roban. Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo, donde no hay ni orín ni polillas que los consuman, ni tampoco ladrones que los desentierren y roben.
Todo el día se le va en apetitos y antojos; el justo sin embargo da a los otros, y no está nunca sin obrar.
Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros. Limpiad, ¡oh pecadores!, vuestras manos; y vosotros de ánimo doble, purificad vuestros corazones.
La ira y el furor exaltado no dejan lugar a la misericordia; pero el ímpetu de un hombre arrebatado de celos ¿quién podrá soportarlo?
Sé, pues, obediente al Señor, y preséntale tus súplicas. No tengas envidia del que hace fortuna en su carrera, del hombre que comete injusticias.
Andemos con decencia y honestidad, como se suele andar durante el día; no en comilonas y borracheras, no en deshonestidades y disoluciones, no en contiendas y envidias;
No porfíes con los malvados; ni tengas envidia de los impíos; porque los malos no tienen esperanza alguna para lo venidero; y la lámpara o el esplendor de los impíos se apagará.
Y no queráis conformaros con este siglo, antes bien transformaos con la renovación de vuestro espíritu; a fin de acertar qué es lo bueno, y lo más agradable, y lo perfecto que Dios quiere de vosotros.
Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda que tampoco podremos llevarnos nada.
Al contrario, los frutos del espíritu son caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, o fidelidad, modestia, continencia, castidad. Para los que viven de esta suerte no hay ley que sea contra ellos.
En efecto, habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y procedéis como hombres?
Porque me llené de celos al contemplar a los impíos, al ver la prosperidad de los pecadores.
Al contrario, la sabiduría que desciende de arriba, además de ser honesta y llena de pudor, es pacífica, modesta, dócil, susceptible o concorde con todo lo bueno, llena de misericordia y de excelentes frutos de buenas obras, que no se mete a juzgar, y está ajena de hipocresía.
No codiciarás la casa de tu prójimo; ni desearás su mujer, ni esclavo, ni esclava, ni buey, ni asno, ni cosa alguna de las que le pertenecen.
No lo digo por razón de mi indigencia, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en abundancia; (todo lo he probado y estoy ya hecho a todo) a tener hartura, y a sufrir hambre; a tener abundancia, y a padecer necesidad.
El amor es paciente, es dulce y bienhechor; el amor no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece,
No envidies la prosperidad de los malignos, ni tengas celos de los que obran la iniquidad;
Pedís quizá, y con todo no recibís; y esto es porque pedís con mala intención, para satisfacer vuestras pasiones. Almas adúlteras y corrompidas, ¿no sabéis que el amor de este mundo es una enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
No seamos ambiciosos de vana gloria, provocándonos los unos a los otros, y recíprocamente envidiándonos.
No envidie tu corazón a los pecadores; sino mantente siempre firme en el temor del Señor,
como niños recién nacidos, apeteced con ansia la leche del espíritu, pura o sin mezcla de fraude, para que con ella vayáis creciendo en salud y robustez,
El corazón de cada uno es el que siente la amargura de su alma; así como en sus placeres no tiene parte el extraño.
¡Ah! mi carne y mi corazón desfallecen, ¡oh Dios de mi corazón, Dios que eres la herencia mía por toda la eternidad!
Estad siempre unidos en unos mismos sentimientos y deseos, no buscando cosas altas, sino acomodándoos a lo que sea más humilde. No queráis teneros dentro de vosotros mismos por sabios o prudentes.
Toda amargura, ira y enojo, y gritería, y maledicencia, con todo género de malicia, destiérrese de vosotros.
descargando en su amoroso seno todas vuestras solicitudes, pues él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y estad en continua vela; porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de para que devorar.
Me hiciste conocer las sendas de la vida; me colmarás de gozo con la vista de tu divino rostro; en tu diestra se hallan delicias eternas.
Por tanto, examine bien cada uno sus propias obras, y así si halla que son rectas tendrá entonces motivo de gloriarse en sí mismo solamente, y no respecto de otro.
A la verdad no nos atrevemos a ponernos en la clase de ciertos sujetos que se ensalzan a sí mismos, ni a compararnos con ellos; sino que nos medimos por lo que somos, comparándonos con nosotros mismos.
Aquel que se jacta y se hincha de soberbia, excita contiendas; mas a quien espera en el Señor, todo le saldrá bien.
Con esta ocasión les dijo: Estad alertas, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.
de manera que podamos animosamente decir: El Señor es quien me ayuda; no temeré cosa que hagan contra mí los hombres.
Haced morir, pues, los miembros del hombre terreno que hay en vosotros; la fornicación, la impureza, las pasiones deshonestas, la concupiscencia desordenada y la avaricia, que todo viene a ser una idolatría;
y que os portéis modestamente con los que están fuera de la Iglesia, y que no codiciéis cosa alguna de nadie.
Después la concupiscencia, llegando a concebir los deseos malos, pare el pecado, el cual una vez que sea consumado, engendra la muerte.
Pasé también a contemplar todas las obras o destinos de los hombres; y advertí que sus habilidades están expuestas a la envidia del prójimo, y que así aun en esto hay vanidad y cuidados inútiles.
El mundo pasa, y pasa también con él su concupiscencia. Mas el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente.
Tú no te turbes por más que un hombre se haga rico, y crezca el fausto de su casa. Puesto que cuando muera nada llevará consigo, ni le seguirá su gloria.
No pongas tus ojos en las riquezas que no puedes adquirir; porque ellas tomarán alas como de águila, y se irán volando por el aire.
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