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Isaías 64:7 - Biblia Martin Nieto

7 Y sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero, todos somos obra de tus manos.

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Biblia Reina Valera 1960

7 Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Sin embargo, nadie invoca tu nombre ni te ruega misericordia. Por eso tú te apartaste de nosotros y nos entregaste a nuestros pecados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Y, sin embargo, Yavé, tú eres nuestro Padre, somos la greda que tus manos plasmaron, todos nosotros fuimos hechos por tus manos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 No hay quien invoque tu Nombre, Ni se afane para asirse de ti, Pues ocultaste tu rostro de nosotros, Y nos entregaste en poder de nuestra culpa.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Pero ahora, Yahveh, tú eres nuestro padre. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero, obra de tus manos todos nosotros.

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Isaías 64:7
27 Tagairtí Cros  

Recuerda que me amasaste como arcilla, y que al polvo me has de devolver.


Si tus hijos pecaron contra él, ya los hizo cargar con su pecado.


Reconoced que el Señor es Dios: él nos ha hecho y somos suyos, su pueblo, las ovejas que él guarda.


¿No aprenderán los malvados que devoran a mi pueblo como pan y no invocan el nombre del Señor?


¿Por qué van a poder decir los egipcios: Con muy mala intención los hizo salir, para hacerlos perecer en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra? Aplaca tu ira y arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo.


Cuando extendéis las manos, aparto mis ojos de vosotros; aunque multipliquéis vuestras plegarias, no las escucho. Vuestras manos están llenas de sangre.


a menos que se acojan a mi protección y hagan la paz conmigo; sí, la paz hagan conmigo.


¡Ay de aquel que litiga con su creador, siendo sólo un tiesto de barro! ¿Dice acaso la arcilla a su alfarero: Qué haces? Le dice su obra: ¿No tienes manos?


¿Por qué, cuando vine, no encontré a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Sería acaso mi brazo demasiado corto para libertar o me faltaría fuerza para salvar? Con una amenaza seco yo el mar, convierto los ríos en desierto; y sus peces, por falta de agua, se amustian y mueren de sed.


En un rapto de mi cólera oculté de ti mi rostro un instante, mas con eterna bondad de ti me apiado -dice tu redentor, el Señor-.


Porque esto dice el Señor: A los eunucos que guardan mis sábados, hacen lo que me agrada y se mantienen en mi alianza,


Por su grave perversidad me he irritado; lo herí y me oculté en mi enojo. Él se iba rebelde, por el camino de su corazón.


Ha visto que no hay nadie y se ha extrañado de que nadie intervenga. Entonces su brazo le ayudó y su justicia le sostuvo.


pero vuestras perversidades han abierto un abismo entre vosotros y vuestro Dios; vuestros pecados han hecho que oculte su rostro para no escucharos.


Ninguno acusa con justicia, nadie litiga con honradez; se confía en la nada, se habla falsedad, maldad se concibe y se engendra desgracia.


porque tú eres nuestro padre! Pues Abrahán no nos conoce, ni Israel se acuerda de nosotros. Tú, Señor, eres nuestro padre; nuestro libertador es tu nombre desde antiguo.


Saeta mortífera es su lengua, tan sólo falsedad sale de su boca; paz auguran a su prójimo pero en su corazón le preparan un lazo.


He buscado entre ellos un hombre que reparase el muro y se mantuviera en la brecha frente a mí en defensa del país, para que yo no lo devastase, y no lo he encontrado.


Deja la olla vacía sobre las brasas, para que se caliente, se ponga al rojo el cobre, se funda dentro de ella su suciedad y se consuma su herrumbre.


Sí, volveré a mi lugar hasta que se sientan culpables y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.


Y no claman a mí en su corazón cuando se lamentan en sus camas; se preocupan del trigo y del vino y se rebelan contra mí.


Todos están calientes como un horno, y devoran a sus gobernantes. Así han caído todos sus soberanos, y nadie entre ellos trata de recurrir a mí.


El hijo honra a su padre, el siervo honra a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está el honor que me pertenece? Y si soy señor, ¿dónde el respeto que se me debe?, dice el Señor todopoderoso justamente a vosotros, sacerdotes, que mientras despreciáis mi nombre, todavía decís: ¿En qué hemos despreciado tu nombre?


¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un único Dios? Entonces, ¿por qué estamos unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?


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