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Isaías 64:6 - Biblia Martin Nieto

6 No hubo nadie que invocara tu nombre, que despertara para apoyarse en ti, pues tú habías escondido tu rostro de nosotros y nos habías dejado a merced de nuestras iniquidades.

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Biblia Reina Valera 1960

6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios. Como las hojas del otoño, nos marchitamos y caemos, y nuestros pecados nos arrasan como el viento.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Nadie ya invoca tu Nombre ni se despierta para buscarte, sino que tú nos has dado vuelta la cara y nos has dejado a merced de nuestras culpas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Todos nosotros somos como cosa impura, Y nuestra justicia como trapo de menstruo. Todos nosotros nos marchitamos como hojas, Y la mano de nuestras iniquidades nos arrastra como el viento.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Nadie invocaba tu nombre ni se animaba para asirse a ti; escondiste tu rostro de nosotros, nos hiciste tropezar por culpa nuestra.

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Isaías 64:6
38 Tagairtí Cros  

Los hijos de extranjeros palidecen, y abandonan temblando sus refugios.


¿Quién puede sacar lo puro de lo impuro? Nadie.


¿Cómo, pues, puede ante Dios ser justo un hombre? ¿Cómo puro el nacido de mujer?


Heme aquí, mezquino soy; ¿qué puedo responderte? ¡Pongo la mano en la boca!


No así los injustos, no; son como paja que dispersa el viento.


¿No aprenderán los malvados que devoran a mi pueblo como pan y no invocan el nombre del Señor?


Reconozco mi iniquidad, tengo siempre delante mi pecado.


Los rebeldes y los pecadores serán a una destrozados, y aquellos que se alejen del Señor perecerán.


Pues quedaréis igual que un terebinto de hojas marchitas, lo mismo que un jardín que ya no tiene agua.


Mas tú, Jacob, no me has invocado; tú, Israel, no te has inquietado por mí.


Escuchadme los de corazón indómito, los que estáis lejos de la justicia.


Escucha esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel, los salidos de la simiente de Judá, que juráis por el nombre del Señor y celebráis al Dios de Israel, mas sin verdad ni justicia.


Esto dice el Señor: ¿Dónde está el acta de divorcio por la que yo he despedido a vuestra madre? O ¿cuál es mi acreedor a quien yo os haya vendido? Por vuestras culpas fuisteis vendidos, por vuestros pecados fue despedida vuestra madre.


¿Por qué, cuando vine, no encontré a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Sería acaso mi brazo demasiado corto para libertar o me faltaría fuerza para salvar? Con una amenaza seco yo el mar, convierto los ríos en desierto; y sus peces, por falta de agua, se amustian y mueren de sed.


Todos nosotros, como ovejas, andábamos errantes; cada cual siguiendo su propio camino. Y el Señor ha hecho recaer sobre él la perversidad de todos nosotros.


Yo exclamé: ¡Ay de mí, estoy perdido, pues soy hombre de labios impuros; vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, al Señor todopoderoso.


Con ansia espero en el Señor, que ha ocultado su rostro a la casa de Jacob; en él confío.


Este desastre nos ha sobrevenido tal y como está escrito en la ley de Moisés; pero nosotros no hemos tratado de aplacar la ira del Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestros pecados y dando oídos a tu verdad.


El viento los envolverá en sus alas y se avergonzarán de sus altares.


Todos están calientes como un horno, y devoran a sus gobernantes. Así han caído todos sus soberanos, y nadie entre ellos trata de recurrir a mí.


Si la lepra se propaga por la piel y la recubre entera, de la cabeza a los pies, todo cuanto aparece a la vista del sacerdote,


Josué estaba vestido con ropas sucias y de pie delante del ángel.


Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo.


¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?


y encontrarme en él; no en posesión de mi justicia, la que viene de la ley, sino de la que se obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios, que se funda en la fe,


Nosotros también en otro tiempo fuimos unos locos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda clase de concupiscencias y placeres, malos y envidiosos, odiados de todos y odiándonos mutuamente unos a otros.


Uno de los ancianos tomó la palabra y me dijo: 'Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?'.


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