Así que me acerqué y lo maté, pues vi que no le quedaba ninguna esperanza de vida. Tomé luego su corona y uno de sus brazaletes para traérselos a usted, señor mío.
2 Samuel 1:16 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 ―Tú mismo te declaraste culpable al confesar que diste muerte al ungido del Señor. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de Jehová. Biblia Nueva Traducción Viviente y David dijo: —Te condenaste a ti mismo al confesar que mataste al ungido del Señor. Biblia Católica (Latinoamericana) David dijo entonces: 'Recaiga tu sangre sobre tu cabeza. Tú mismo te condenaste cuando dijiste que habías herido de muerta al ungido de Yavé'. La Biblia Textual 3a Edicion Y David le dijo: ¡Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu boca atestiguó contra ti cuando dijiste: Yo maté al ungido de YHVH! Biblia Serafín de Ausejo 1975 David le dijo: 'Caiga tu sangre sobre tu cabeza, pues tu boca testificó contra ti cuando dijiste: 'Yo he dado muerte al ungido de Yahveh''. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, porque tu boca ha testificado contra ti, diciendo: Yo he matado al ungido de Jehová. |
Así que me acerqué y lo maté, pues vi que no le quedaba ninguna esperanza de vida. Tomé luego su corona y uno de sus brazaletes para traérselos a usted, señor mío.
si tú mismo te comprometiste y has quedado atrapado en tus propias palabras,
y presta su dinero con interés, ¿dejaré con vida a esa persona? ¡No, por cierto morirá, y será su propia culpa!
pues oyó la alarma pero no quiso escuchar; la culpa es suya. Si él hubiera prestado atención a la advertencia, habría salvado su vida.
Si una mujer tiene relaciones sexuales con un animal, será condenada a muerte, y también se matará al animal.
»Cualquier adivino o hechicero, hombre o mujer, será apedreado hasta morir, y será responsable de su castigo».
»El que maldiga a su padre o a su madre deberá morir, pues ha maldecido a su propia sangre.
Y la turba le respondió: ―¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
Entonces el rey le contestó: “Eres un empleado malo. Con tus mismas palabras te voy a juzgar. Si sabías que soy muy exigente, que recojo lo que no deposité y cosecho lo que no sembré,
Pero cuando los judíos se le enfrentaron y blasfemaron, se sacudió sus ropas y les dijo: ―Que su sangre caiga sobre las cabezas de ustedes. Yo he cumplido ya con mi deber. De ahora en adelante me iré a predicar entre los gentiles.
Por eso, puedo declarar con la frente bien alta que si alguno perece, la culpa no es mía,
Sabemos que esto que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella. Por eso, el mundo entero tiene que callar y todos tendrán que reconocer que el juicio de Dios es justo.
De esta manera evitarás que muera gente inocente, y no serás responsable de injustificados derramamientos de sangre.
Si salen a la calle, no respondemos por ellos; pero te prometemos que ninguno que esté dentro de la casa será muerto ni sufrirá daño alguno.
En los hechos que ocurrieron como consecuencia, Abimélec y los ciudadanos que le ayudaron a dar muerte a los setenta hijos de Gedeón recibieron el justo castigo por estos crímenes.
Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo: «Alabado sea el Señor, porque ha pagado a Nabal por su insulto y ha impedido que yo lo haga por mí mismo. Ya ha recibido su castigo por sus pecados». David no perdió tiempo y envió mensajeros a Abigaíl pidiéndole que fuera su esposa.
―No —dijo David—, porque nadie puede quedar impune si ataca al ungido del Señor.