Jehú tomó el arco, disparó con todas sus fuerzas y le clavó la flecha entre los dos hombros. La flecha le partió el corazón, y Jorán cayó muerto en su carro.
2 Reyes 10:4 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Cuando recibieron las cartas sintieron mucho miedo, y dijeron: «Si dos reyes no pudieron vencer a este hombre, ¿qué podemos hacer nosotros?». Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Pero ellos tuvieron gran temor, y dijeron: He aquí, dos reyes no pudieron resistirle; ¿cómo le resistiremos nosotros? Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces se paralizaron de miedo y dijeron: «¡Hemos visto que dos reyes no pudieron contra este hombre! ¿Qué podemos hacer nosotros?». Biblia Católica (Latinoamericana) Quedaron aterrorizados y se dijeron: 'Si dos reyes no fueron capaces de hacerle frente, ¿cómo podremos hacerlo nosotros?' La Biblia Textual 3a Edicion Pero ellos tuvieron gran temor, pues decían: He aquí los dos reyes no le resistieron, ¿cómo lograremos resistir nosotros? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Pero ellos se atemorizaron sobremanera y dijeron: 'Si dos reyes no han podido hacerle frente, ¿cómo vamos a resistirle nosotros?'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Mas ellos tuvieron gran temor, y dijeron: He aquí dos reyes no pudieron resistirle, ¿cómo le resistiremos nosotros? |
Jehú tomó el arco, disparó con todas sus fuerzas y le clavó la flecha entre los dos hombros. La flecha le partió el corazón, y Jorán cayó muerto en su carro.
Mientras tanto, el rey Ocozías, de Judá, había huido hacia Bet Hagán. Jehú corrió en su persecución gritando: ―¡Dispárenle a él también! Lo hirieron en su carro, cuando iba subiendo la cuesta de Gur, junto a Ibleam. Ocozías logró llegar hasta Meguido, pero allí murió.
»Si llegaras a agarrarlo jamás olvidarías aquella lucha, ni querrías repetirla.
Mi ira contra Israel ya terminó. Si hallo que la acosan zarzas y espinas, las quemaré, a menos que estos enemigos tuyos se rindan y supliquen mi paz y mi protección.
Contra ellos enviaré a uno que vendrá como el león de los montes de Jordania que rastrea las ovejas del redil. Súbitamente Edom será destruida, y yo haré que los edomitas sean gobernados por un elegido mío. Pues ¿quién como yo, y quién podrá llamarme a cuentas?
¿Quién puede permanecer en pie ante la cólera de Dios? Su enojo es como el ardor del fuego, que es capaz de arrasar con todo lo que se ponga a su paso; hasta las montañas tiemblan cuando Dios da rienda suelta a su enojo.
Supongamos también que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Qué tendría que hacer primero? Tendría que sentarse a calcular si con diez mil hombres puede enfrentarse al que lo va a atacar con veinte mil.