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2 Corintios 5:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Sabemos que cuando esta tienda de campaña en que vivimos se desmantele, recibiremos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.

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Biblia Reina Valera 1960

Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Sabemos que si nuestra casa terrena o, mejor dicho, nuestra tienda de campaña, llega a desmontarse, Dios nos tiene reservado un edificio no levantado por mano de hombres, una casa para siempre en los cielos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, este tabernáculo, es destruida, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Pues sabemos que si nuestra morada terrestre, nuestra tienda, se derrumba, tenemos un edificio hecho por Dios, una casa no fabricada por mano de hombre, eterna, situada en el cielo.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en el cielo.

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2 Corintios 5:1
25 Tagairtí Cros  

Para obtener tu alimento tendrás que trabajar mucho, hasta el día de tu muerte; ese día volverás a la tierra de la cual fuiste hecho, pues eres polvo y al polvo tendrás que volver.


Me lanzas en el torbellino y me disuelves en la tormenta.


El mismo día que yo te pido ayuda, huirán mis enemigos. Una cosa sé: ¡Dios está de mi parte!


Mi vida es arrastrada por el viento como si fuera tienda de pastor; es cortada como cuando el tejedor termina su trabajo en el telar. En un breve día mi vida pende de un hilo.


―Nosotros le oímos decir: “Yo destruiré este templo que los hombres han hecho, y en tres días construiré otro, no hecho por hombres”.


Sin embargo, el Altísimo no vive en templos hechos por seres humanos.


No somos más que colaboradores de Dios. Ustedes son el huerto de Dios, son el edificio de Dios.


Pero este precioso tesoro lo guardamos en una vasija de barro. Es así para que sea obvio que este glorioso poder viene de Dios y no de nosotros.


El cuerpo terrenal que ahora tenemos nos hace gemir y suspirar, ya que no queremos desvestirnos de este cuerpo. Preferimos revestirnos del nuevo cuerpo, de manera que nuestro cuerpo mortal sea absorbido por la vida.


Por estar unidos a Cristo, él los libertó de su naturaleza pecaminosa, no por medio de la circuncisión que se hace en el cuerpo, sino por medio de la circuncisión que hace Cristo.


Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Mas no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que puede guardar lo que le he encomendado hasta el día de su retorno.


porque Abraham esperaba la ciudad que tiene cimientos firmes, la que Dios ha planeado y construido.


Pero Cristo ya vino, y él es el sumo sacerdote de los bienes definitivos. Es sumo sacerdote en un santuario que es el mejor y es perfecto, que no está hecho por manos humanas, es decir, que no es de este mundo.


Por eso, Cristo no entró en un santuario hecho por seres humanos, que era una simple copia del verdadero santuario. Entró más bien, en el cielo mismo, para presentarse ante Dios a favor nuestro.


y recibamos una herencia que no se puede destruir ni marchitar ni manchar. Esa es la herencia que está reservada en el cielo para ustedes,


Puesto que todo esto va a suceder, ¿no deberían ustedes vivir como Dios manda y tener una conducta que nadie pueda reprochar?


Si amamos a los demás hermanos, hemos pasado de la muerte a la vida. El que no ama a los demás está muerto.


Así sabremos a ciencia cierta que somos de la verdad y nos sentiremos seguros ante la presencia de Dios.


Sí, amados míos, ahora somos hijos de Dios, y no podemos ni siquiera imaginarnos lo que vamos a ser después. Pero de algo estamos ciertos: que cuando él venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.