Un momento para llorar y un momento para reir. Un momento para el duelo y un momento para la fiesta.
Entonces Sara pensó: “Dios me ha hecho reir, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo.
Estad siempre contentos.
Orad en todo momento.
Dad gracias a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de vosotros como creyentes en Cristo Jesús.
Las risas del necio se parecen al crujir de las zarzas en el fuego, y también son vana ilusión.
Para el que está afligido, todos los días son malos; para el que está contento, son una fiesta constante.
De hecho, Dios da sabiduría, conocimiento y alegría a quien él mira con buenos ojos; pero al que peca, le deja la carga de prosperar y amontonar tesoros para luego dárselos a quien él mira con buenos ojos. ¡También esto es vana ilusión y querer atrapar el viento!
Yo sé que lo mejor que puede hacer el hombre es divertirse y disfrutar de la vida,
pues si comemos, bebemos y contemplamos los beneficios de nuestro trabajo es porque Dios nos lo ha concedido.
Me he dado cuenta de que no hay nada mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, pues eso es lo que le ha tocado, ya que nadie lo traerá a que vea lo que habrá de ocurrir después de su muerte.
Por otra parte, a todo aquel a quien Dios da abundantes riquezas, le da también la facultad de comer de ellas y de tomar lo que le corresponde, pues el disfrutar de tanto trabajo viene de parte de Dios.
Cuando te vaya bien, disfruta del bienestar; pero cuando te vaya mal, ponte a pensar que lo uno y lo otro son cosa de Dios, y que el hombre nunca sabe qué ha de traerle el futuro.
¡Vamos, pues! Disfruta del pan que comes y goza del vino que bebes, porque a Dios le han agradado tus acciones.
Dios es quien me salva; tengo confianza, no temo. El Señor es mi refugio y mi fuerza, él es mi salvador.”
También vosotros podréis ir a beber con alegría en esa fuente de salvación,
los que el Señor ha liberado; entrarán en Sión con cantos de alegría y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor.
Así también regresarán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión dando gritos de alegría; sus rostros estarán siempre alegres; encontrarán felicidad y dicha, y el dolor y el llanto desaparecerán.
“Vosotros saldréis de allí con alegría; volveréis a vuestro país con paz. Al veros, los montes y las colinas estallarán en cantos de alegría, y todos los árboles del campo aplaudirán.
a dar a los afligidos de Sión una corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de alabanza en vez de desesperación. Los llamarán “robles victoriosos”, plantados por el Señor para mostrar su gloria.
Llenaos de gozo y alegría para siempre por lo que voy a crear, porque voy a crear una Jerusalén feliz y un pueblo contento que viva en ella.
Yo mismo me alegraré por Jerusalén y sentiré gozo por mi pueblo. En ella no se volverá a oir llanto ni gritos de angustia.
Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso.
Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría y les daré una alegría mayor que su dolor.
El Señor tu Dios está en medio de ti. ¡Él es poderoso, y te salvará! El Señor estará contento de ti, con su amor te dará nueva vida y en su alegría cantará
¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa! Así persiguieron también a los profetas que vivieron antes que vosotros.
“Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.
Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien,
para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.
Allí le llevaron un paralítico acostado en una camilla; y al ver Jesús la fe de aquella gente, dijo al enfermo: –Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados.
El señor le dijo: ‘Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’
Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos.
“Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos. “Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis.
Pero no os alegréis de que los espíritus os obedezcan, sino de que vuestros nombres ya estén escritos en el cielo.
Os digo que hay también más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Os digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte.”
Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría.
Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar.
“Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo.
Por Cristo gozamos del favor de Dios por medio de la fe, y estamos firmes y nos gloriamos de la esperanza de tener parte en la gloria de Dios.
La ley se añadió para que aumentase el pecado; pero cuanto más aumentó el pecado, tanto más abundó la bondad de Dios.
Y así como el pecado reinó para traer muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.
Y no solo esto, sino que incluso nos gloriamos de los sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento da firmeza para soportar,
Vivid alegres por la esperanza que tenéis; soportad con valor los sufrimientos; no dejéis nunca de orar.
Porque el reino de Dios no consiste en comer o beber ciertas cosas, sino en vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo.
Que Dios, que da esperanza, os llene de alegría y paz a vosotros que tenéis fe en él, y os dé abundante esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Tengo mucha franqueza para hablaros y me siento muy orgulloso de vosotros. En medio de todo lo que sufrimos me encuentro muy animado y lleno de gozo.
En cambio, el Espíritu da frutos de amor, alegría y paz; de paciencia, amabilidad y bondad; de fidelidad,
humildad y dominio propio. No hay ley que condene cosas como estas.
Ahora, hermanos míos, alegraos en el Señor. Para mí no es ninguna molestia repetiros lo ya escrito, y para vosotros es útil.
Así Dios os dará su paz, que es más grande que todo cuanto el hombre puede comprender; y esa paz guardará vuestro corazón y vuestros pensamientos, porque estáis unidos a Cristo Jesús.
Le pedimos que con su glorioso poder os haga fuertes; así podréis soportarlo todo con mucha fortaleza y paciencia, y con alegría
Que el mensaje de Cristo esté siempre presente en vuestro corazón. Instruíos y animaos unos a otros con toda sabiduría. Con profunda gratitud cantad a Dios salmos, himnos y cánticos espirituales.
Por vuestra parte, seguisteis nuestro ejemplo y el ejemplo del Señor, y recibisteis el mensaje con la alegría que el Espíritu Santo os daba, aunque os costó mucho sufrimiento.
Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús sufrió en la cruz, despreciando la vergüenza de semejante muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y está sentado a la derecha del trono de Dios.
Hermanos míos, debéis teneros por muy dichosos cuando os veáis sometidos a cualquier clase de pruebas.
porque el hombre enojado no hace lo que agrada a Dios.
Así pues, despojaos de todo lo impuro y de la maldad que tanto abunda, y aceptad humildemente el mensaje sembrado en vuestro corazón. Ese mensaje tiene poder para salvaros.
Pero no basta con oir el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario os estaríais engañando a vosotros mismos.
El que solamente oye el mensaje, pero no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo:
se ve a sí mismo, pero en cuanto se da la vuelta se olvida de cómo es.
En cambio, el que no olvida lo que oye, sino que considera atentamente la ley perfecta, que es la ley que nos trae libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella dispone, será feliz en todo lo que haga.
Si alguno se cree religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada.
La religión pura y sin mancha delante del Dios y Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad de este mundo.
Pues ya sabéis que cuando vuestra fe es puesta a prueba, aprendéis a soportar con fortaleza el sufrimiento.
Si alguno de vosotros está afligido, que ore. Si alguno está contento, que cante alabanzas.
Vosotros amáis a Jesucristo aunque no le habéis visto. Ahora, creyendo en él sin haberle visto, os alegráis al haber alcanzado la salvación de vuestras almas, que es la meta de vuestra fe; y esa alegría vuestra es tan grande y gloriosa que no podéis expresarla con palabras.
Al contrario, alegraos de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de alegría cuando su gloria se manifieste.
Alégrense los que buscan tu protección; canten siempre de alegría, porque tú los proteges. Los que te aman, se alegran por causa tuya,
La trampa del malvado son sus propios pecados; pero el hombre honrado vive alegre y feliz.
Por eso me declaro a favor de la alegría. Y lo mejor que puede hacer el hombre en este mundo es comer, beber y divertirse, porque eso es lo único que le queda de su trabajo en los días de vida que Dios le da en este mundo.
Señor, has traído una gran alegría; muy grande es el gozo. Todos se alegran delante de ti como en tiempo de cosecha, como se alegran los que se reparten grandes riquezas.
Por último, hermanos, pensad en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Pensad en todo lo que es bueno y merece alabanza.