y enseñadlos a guardar todas las cosas que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
En todo ello, el propósito de Dios es que le busquemos, y que de alguna manera, incluso a tientas, lleguemos a encontrarlo, aunque él no está lejos de ninguno de nosotros.
Porque ciertamente en él vivimos y nos movemos y somos; y como dijo uno de vuestros poetas: 'Nosotros somos linaje de Dios'.
Respondió Jesús diciendo: El que me ama cumplirá los mandamientos que os he dado, y mi Padre lo amará también, y vendremos a él para que viva con nosotros.
Huid de la avaricia y contentaos con lo que ya tenéis, pues el Señor dijo: 'No te desampararé ni te dejaré'.
Aquella Palabra se hizo hombre, y como hombre vivió entre nosotros con plenitud de gracia y de verdad. Y fuimos testigos de su gloria, la gloria que pertenece al Hijo único de Dios Padre.
y uno es el Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
¿No os habéis dado cuenta de que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Ahora permaneced en mí y yo permaneceré en vosotros; porque así como ningún sarmiento puede dar fruto por sí mismo, esto es, separado de la vid, tampoco vosotros podréis darlo si os separáis de mí.
Nada hay en todo lo creado que escape al conocimiento de Dios, pues todo lo que somos y todo lo que existe está desnudo y expuesto ante los ojos de Dios, a quien tenemos que rendir cuentas de nuestros actos. Jesús, el gran sumo sacerdote
Ahora bien, Dios no vive en templos edificados por los hombres; y así lo dijo el profeta:
'El cielo es mi trono, y la tierra es el escabel de mis pies. ¿Qué casa, dice el Señor, podríais edificar para mí? ¿O cuál es mi lugar de reposo?
Porque Dios es Espíritu, y los que le adoran han de adorarle con pureza de espíritu y sinceridad de corazón.
Porque aunque nunca ha visto nadie a Dios, ejercitando el mutuo amor fraternal permanece Dios en nosotros, y su amor es una realidad perfecta en nuestro corazón.
Por eso estoy convencido de que nada ni nadie: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y autoridades que gobiernan este mundo, ni el temor al presente o al futuro,
ni lo más alto ni lo más profundo, ni ninguna de las cosas creadas, podrán apartarnos del amor de Dios revelado en Cristo Jesús Señor nuestro.
pero el Señor, que sí estuvo a mi lado, me arrancó de las fauces del león y me dio las fuerzas y la ocasión de predicar el evangelio, de modo que muchos gentiles pudieron escucharlo.
Nadie dirá: 'Aquí está' o 'Está allí', porque lo cierto es que el reino de Dios ya está entre vosotros.
Tened presente que no os pertenecéis a vosotros mismos, sino que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios.
lleguémonos hasta la propia presencia de Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, habiendo sido purificados los corazones con la sangre de Cristo y habiendo lavado nuestro cuerpo con agua pura.
Que todos os conozcan siempre como personas amables, y recordad que el Señor viene pronto.
Porque el Señor fija sus ojos en quienes obran con justicia, y escucha sus oraciones; pero se opone con dureza a quienes hacen lo malo'.
Porque de él vienen, por él son y a él van todas las cosas. ¡Que a él sea la gloria por siempre jamás! Amén.
También hay diferentes maneras de actuar, pero siempre es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
¿Y qué relación entre el Templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios vivo, como Dios mismo lo dijo:'Viviré con ellos y caminaré entre ellos;yo seré su Diosy ellos serán mi pueblo'.
Y el Hijo, resplandor de la gloria de Dios y manifestación de su ser, y quien mantiene con su palabra poderosa el orden de todo lo que existe, se entregó a la muerte para purificarnos de nuestros pecados. Luego se sentó en el cielo, en el lugar de honor, a la derecha de la soberana majestad de Dios;
¿Sabéis cuánto valen cinco pajarillos? Apenas unas pocas monedas, y sin embargo Dios no se olvida de ninguno de ellos.
Vosotros, pues, no temáis, porque Dios tiene contado hasta el último cabello de vuestra cabeza. Para él, vosotros valéis más que muchos pajarillos.
Cristo es anterior a la existencia de todas las cosas, las cuales solo subsisten por su poder.
Pero vosotros no vivís conforme a esa naturaleza, sino que estáis bajo el dominio del Espíritu, si es que verdaderamente el Espíritu de Dios habita en vosotros (digo esto para recordaros que quien en su interior no tenga el Espíritu de Cristo, no es de Cristo)
Pero si Cristo vive en vosotros, vuestros cuerpos ciertamente están muertos a causa del pecado, pero vuestros espíritus viven para hacer lo que es bueno y justo.
Y le pido que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, y que así, arraigados y fundados en amor,
Recordad que toda tentación o toda prueba que os sobrevenga es cosa humana; pero recordad también que Dios, en su fidelidad, no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar, sino que, al llegar las pruebas, él os dará la forma de salir de ellas. Las fiestas idólatras y la Cena del Señor
Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.
Pero yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen,
del mismo modo que mi Padre me conoce y yo lo conozco a él. Yo pongo mi vida por mis ovejas.
Pensad que Dios actúa en vosotros, a fin de que con vuestros deseos y vuestras obras cumpláis siempre su buena voluntad.
¡Qué profundidad de tesoros de la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Cuán lejos estamos de descifrar sus decisiones y escrutar sus caminos!
Porque Dios, que ordenó a la luz resplandecer de las tinieblas, ha llenado de luz nuestro corazón para que podamos reconocer en el rostro de Jesucristo el esplendor de la propia gloria de Dios.
Pero este precioso tesoro lo guardamos en la vasija de barro que es nuestro cuerpo, y así resulta evidente que el poder maravilloso que está en nosotros no es nuestro, sino única y exclusivamente de Dios.
pero ellos le suplicaron que se quedase: Quédate con nosotros, porque se ha hecho muy tarde y el día comienza a oscurecer. Él, entonces, decidió quedarse.
Más tarde se sentaron todos a la mesa, y Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a ellos.
En ese momento sintieron los discípulos como que los ojos se les abrían de pronto, y le reconocieron; pero él desapareció de su vista.
Guarda el buen depósito de la fe que Dios puso en ti mediante el Espíritu Santo que mora en nosotros.
Volviéndose entonces a sus discípulos, les dijo: Por tanto, no os apuréis por qué habéis de comer o con qué habéis de vestiros,
porque la vida vale más que la comida y que las prendas de vestir.
Fijaos en los cuervos, que no siembran ni siegan, ni tienen despensas ni graneros; sin embargo, viven porque Dios los alimenta; ¿y acaso vosotros no sois más valiosos que esas aves?
Además, ¿qué gana uno por mucho que se apure? '¿Logrará aumentar aunque solo sea un co do (cuarenta y cinco centímetros) su estatura? l
¿Para qué, pues, tanta preocupación?
A Dios, que es poderoso para hacer todas las cosas y actuar en nosotros mucho más eficazmente de lo que podemos pedir y entender,
Porque lo que no podemos ver de Dios, que son las realidades eternas de su divinidad y poder, él las ha hecho claramente visibles desde el momento mismo en que creó el mundo, y podemos entenderlas al contemplar las cosas que ha creado. Por lo tanto no tienen excusa ni pueden alegar no conocer a Dios,
Él es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en el mundo existen; y es el Señor del cielo y de la tierra, por lo cual no necesita habitar en templos construidos por los hombres.
Tampoco tiene necesidad de honores especialmente rendidos por los seres humanos, puesto que él es quien nos da a todos la vida y el aliento que necesitamos para seguir viviendo.
Nosotros, en cambio, sabemos que sólo hay un Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y quien nos hizo para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual todas las cosas fueron creadas, y también nosotros mismos.
Esto es algo que el Espíritu Santo, hablándonos desde lo profundo de nuestro propio espíritu, nos enseña y asegura: que verdaderamente somos hijos de Dios.