– habiendooído hablar de tu gran naturaleza y poder para ayudarlos, – que cuando vengan y oren hacia este Templo,
Jonás 2:4 - Versión Biblia Libre Y me dije a mi mismo: ‘El Señor me ha expulsado de su presencia. ¿Podré ver tu santo Templo otra vez?’ Más versionesBiblia Reina Valera 1960 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces dije: “Oh Señor, me has expulsado de tu presencia; aun así volveré a mirar hacia tu santo templo”. Biblia Católica (Latinoamericana) Me habías arrojado en el corazón del mar,
y la corriente me cercaba,
tus olas y tus remolinos pasaban sobre mí. La Biblia Textual 3a Edicion Me dije: Desechado soy de tu presencia, ¿Cómo podré volver a contemplar tu santa Casa? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Me arrojaste al abismo, al seno de los mares, y la corriente me envolvió; todas tus olas, tu oleaje, cargaron sobre mí. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y yo dije: Echado soy de delante de tus ojos: Mas aún veré tu santo templo. |
– habiendooído hablar de tu gran naturaleza y poder para ayudarlos, – que cuando vengan y oren hacia este Templo,
y vuelven a ti con total sinceridad en sus pensamientos y actitudes allí en su tierra de cautiverio; y oran mirando hacia la tierra que les diste a sus antepasados, la ciudad que elegiste y el Templo que he construido para honrarte,
entonces sacaré a Israel de la tierra que les he dado. Desterraré de mi presencia este Templo que he dedicado a mi honor, y lo convertiré en objeto de burla entre las naciones.
y vuelven a ti con total sinceridad en sus pensamientos y actitudes allí en su tierra de cautiverio; y oran mirando hacia la tierra que le diste a sus antepasados y la ciudad que elegiste y el Templo que he construido para honrarte,
Aterrorizado grité, “¡Estoy siendo destruido justo frente a ti!” Y tú escuchaste mi llanto cuando llamé a ti pidiendo ayuda.
Pero cada día el Señor me muestra su amor; cada noche me da canciones para que las cante, una oración al Dios de mi vida.
Pero por la grandeza de tu amor fiel, puedo venir a tu casa, y maravillado de ti me postro en tu Santo Templo.
Tu hostilidad me maltrata; me estás ahogando entre tus olas abrumadoras. Selah.
Definitivamente fue por mi bien que pasé por esta amarga experiencia. Tú, en tu amor, me has salvado del pozo de la destrucción y has perdonado todos mis pecados.
Pero Sión dijo: “El Señor me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí”.
El Señor me dijo: Aunque Moisés y Samuel estuvieran delante de mí suplicándome en nombre de este pueblo, no me darían lástima. Envíalos lejos de mí. Haz que se vayan.
Te expulsaré de mi presencia, así como expulsé a todos tus parientes israelitas, a todos los descendientes de Efraín.
Me dijo: “Hijo de hombre, estos huesos representan a todo el pueblo de Israel. Escucha lo que dice la gente: ‘Nuestros huesos se han secado y nuestra esperanza ha sido aplastada. Hemos sido aniquilados’.
Cuando Daniel se enteró de que el decreto había sido firmado, se dirigió a su casa, a su habitación del piso superior, donde oraba tres veces al día, con las ventanas abiertas hacia Jerusalén. Allí se arrodilló, orando y agradeciendo a su Dios como siempre lo hacía.
“Mientras mi vida se desvanecía, me acordé del Señor, y mi oración llegó a tu santo Templo.