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Juan 11:32 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y dijo: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: —Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Al llegar María a donde estaba Jesús, en cuanto lo vio, cayó a sus pies y le dijo: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Cuando Miriam llegó adonde estaba Jesús, al verlo cayó a sus pies, y le dijo: ¡Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Cuando llegó María a donde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies, diciéndole: 'Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y cuando María llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

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Otras versiones



Juan 11:32
10 Referencias Cruzadas  

Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano.


Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!


En esto llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se arrojó a los pies de Jesús y le suplicó que fuera a su casa


María era la misma que ungió con perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos.


—Señor —dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.


Pero algunos de ellos comentaban: —Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?


—Señor —rogó el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo.


Yo, Juan, soy el que vio y oyó todas estas cosas. Y cuando lo vi y oí, me postré para adorar al ángel que me había estado mostrando todo esto.


Los cuatro seres vivientes exclamaron: «¡Amén!», mientras los ancianos se postraron y adoraron.


Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios.