En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no está al tanto de los secretos de su amo. A vosotros os llamo desde ahora amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.
Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno de vosotros quiere ser grande, deberá ponerse al servicio de los demás,
Así que someteos bajo la mano poderosa de dios, para que él os encumbre en el momento oportuno.
A nosotros la gente nos ha de considerar como lo que somos: servidores de Cristo y administradores de los planes secretos de Dios.
Porque todo el que pretenda ser superior a los demás, será humillado; pero el que a sí mismo se humille, ése será ensalzado.
En fin, cuanto hagáis o digáis, hacedlo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Pues bien, si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, lo mismo debéis hacer vosotros unos con otros.
Portaos, en fin, como lo hizo Jesucristo. A pesar de su condición divina, Cristo Jesús no quiso hacer de ello ostentación. Se despojó de su grandeza, tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los humanos.
Porque así también el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos los hombres.
Pero Jesús los reunió a todos y les dijo: - Como muy bien sabéis, los gobernantes someten a las naciones a su dominio, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno de vosotros quiere ser grande, deberá ponerse al servicio de los demás, y si alguno de vosotros quiere ser principal, deberá hacerse servidor de todos. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos los hombres.
El más grande entre vosotros es aquel que está dispuesto a servir a los demás. El que pretenda ser superior a los demás, será humillado; pero el que a sí mismo se humille, ése será ensalzado.
Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno de vosotros quiere ser grande, deberá ponerse al servicio de los demás, y si alguno de vosotros quiere ser principal, deberá hacerse servidor de todos. Porque así también el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos los hombres.
Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, el más importante de vosotros debe ser como el mis pequeño, y el que dirige debe ser como el que sirve. Quien es más importante, el que se sienta a la mesa o el que la sirve? No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve.
Una vez que terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y les preguntó: - ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, lo mismo debéis hacer vosotros unos con otros. Os he dado ejemplo: debéis portaros como yo lo he hecho con vosotros.
Exhorte quien posea el don de exhortar; reparta con generosidad quien tenga encomendada esa tarea. El que presida, hágalo con celo; el que ayude a los necesitados, con alegría.
Todos deben acatar la autoridad constituida. Dios es la fuente de toda autoridad, y, en consecuencia, por él han sido establecidas las que actualmente existen.
Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por separado constituye un miembro. Es Dios quien ha asignado en la iglesia un puesto a cada uno: en primer lugar están los apóstoles; en segundo lugar, los que comunican mensajes en nombre de Dios; en tercer lugar, los encargados de enseñar; vienen después los que tienen el don de hacer milagros, de realizar curaciones, de asistir a los necesitados, de presidir la asamblea, de hablar un lenguaje misterioso.
Y no es que pretenda controlar vuestra fe en plan dictador - en la fe, por lo demás, os mantenéis firmes -; lo que quiero es contribuir a vuestra alegría.
El es quien a unos ha hecho apóstoles; a otros, profetas; a otros, anunciadores del mensaje salvador; a otros, encargados de dirigir y enseñar a los creyentes. Capacita así a los fieles, para que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo
No hagáis nada por egoísmo o vanagloria, sed humildes y considerad que los demás son mejores que vosotros. No busquéis el provecho propio, sino el de los demás.
Poned el corazón en lo que hagáis, como si lo dedicaseis al Señor y no a los hombres. Sabed que el Señor os dará, al fin y al cabo, la herencia eterna como premio y que sois esclavos de Cristo, el Señor.
Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a quienes cumplen entre vosotros la misión de presidiros y aconsejaros en nombre del Señor. Estimadlos y amadlos de manera especial, que bien lo merece su trabajo. Y vivid en fraternal armonía.
Doctrina de fe es esta que te expongo: quien aspire al cargo de dirigente de la iglesia, aspira a una hermosa tarea. Ahora bien, es necesario que quien dirige sea un hombre sin tacha, casado una sola vez. Debe ser sobrio, equilibrado, cortes, hospitalario y con el don de enseñar a los demás. No ha de ser borracho ni pendenciero, sino ecuánime, pacífico y desinteresado. Y debe saber gobernar bien su casa y educar a sus hijos con autoridad y equilibrio, pues quien no sabe gobernar su propia casa, mal sabrá cuidar de toda una iglesia. Conviene que el dirigente no sea un recién convertido, para que no se le suba el cargo a la cabeza y acaba incurriendo en la misma condenación que el diablo. Es necesario, finalmente, que goce de buena fama entre los no creyentes; de otra manera quedará en descrédito, y el diablo se aprovechará para hacerle caer en alguna trampa.
Los responsables que desempeñan con acierto el cargo de dirigentes en la iglesia, merecen un trato especial; sobre todo, los que se afanan en la proclamación del mensaje y en la enseñanza.
Te dejé en Creta para que terminases de organizar lo que faltaba y para que nombrases responsables de la Iglesia en cada ciudad, de acuerdo con las instrucciones que te di. A quien elijas, ha de ser irreprochable, casado una sola vez; y sus hijos si los tiene, deben ser creyentes y sin sospecha de ser libertinos o rebeldes. Es preciso, en efecto, que el dirigente de la Iglesia, como dispensador que es de los dones de Dios, sea un hombre irreprochable. No debe ser arrogante, ni colérico, ni borracho, ni pendenciero, ni amigo de negocios sucios. Al contrario, ha de ser hospitalario, amante del bien, sensato, de vida recta, auténticamente religioso y dueño de si. Debe estar firme y fielmente anclado en la verdadera doctrina, de modo que sea capaz de aconsejar en lo que respecta a la autenticidad de la enseñanza y, al mismo tiempo, rebatir a los contradictores.
Obedeced a vuestros dirigentes y seguir sus instrucciones, ya que deben desvelarse por vosotros como quienes tienen que rendir cuentas a Dios. Al menos, hacedles agradable y no penosa su tarea; ¿de qué os serviría que trabajasen a disgusto?
Hermanos míos, no ambicionéis todos llegar a ser maestros; debéis saber que nosotros, los maestros, seremos juzgados con mayor severidad.
A los que estáis al frente de las comunidades cristianas, yo, como corresponsable, testigo de la pasión de Cristo y partícipe ya de la gloria que ha de revelarse un día en plenitud, os exhorto a que no dejéis de apacentar el rebaño de Dios confiado a vuestro cargo. Velad sobre él, no a la fuerza o por una rastrera ganancia, sino gustosamente y con generosidad, como Dios quiere; no como dictadores, sino como modelos del rebaño. Y el día en que se manifieste el Pastor supremo recibiréis el premio imperecedero de la gloria.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse. Tampoco se enciende una lámpara y se la tapa con una vasija. Al contrario, se la pone en alto, de manera que alumbre a todos los que están en la casa. Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que todos vean el bien que hacéis y alaben por ello a vuestro Padre celestial.
Todo aquel que escucha mis palabras y obra en consecuencia, puede compararse a un hombre sensato que construyó su casa sobre un cimiento de roca viva. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre un cimiento de roca viva. En cambio, todo aquel que escucha mis palabras, pero no obra en consecuencia, puede compararse a un hombre necio que construyó su casa sobre un terreno arenoso. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; y se hundió, y fue grande su desastre.
Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed astutos como serpientes, aunque también inocentes como palomas.
Otra cosa os digo también: si dos de vosotros, estéis donde estéis, os ponéis de acuerdo para pedir algo en oración, mi Padre celestial os lo concederá. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Jesús se acercó y les dijo: - Dios me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos entre los habitantes de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir lo que yo os he encomendado. Y sabed esto: que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
También designó a doce, a quienes constituyó apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a anunciar el mensaje.
Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles.
Yo soy el buen pastor. Como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre, así conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Y doy mi vida por mis ovejas. (Está escrito en el anterior)
Por tanto, hermanos, escoged entre vosotros a siete hombres de buena reputación, que estén llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, y les encomendaremos esta misión. así podremos nosotros dedicarnos a la oración y a la proclamación del mensaje.
Un día de ayuno, mientras celebraban el culto al Señor, dijo el Espíritu Santo:- Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea que les he encomendado. Entonces, mientras hacían la oración y el ayuno, les impusieron las manos y los despidieron.
Ciudad de vosotros mismos y de todo el rebaño sobre el que os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes. Pastoread la iglesia que el Señor adquirió con el sacrificio de su propia vida.
¿Hará falta que os diga cuántas ganas tengo de veros, y poder así comu- nicaros algún bien espiritual que os fortalezca? Aunque en realidad se trataría de animarnos mutuamente con esa fe de la que tanto vosotros como yo participamos.
Por lo demás, hermanos, estoy convencido de que vuestra disposición es óptima y de que estáis llenos de esa ciencia del espíritu, gracias a la cual podéis aconsejaros unos a otros.
A nosotros la gente nos ha de considerar como lo que somos: servidores de Cristo y administradores de los planes secretos de Dios. Y lo que a un administrador se le pide es que sea fiel.
Somos, pues, embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que hagáis la paz con Dios.
Hermanos, habéis sido llamados a gozar de la libertad cristiana. ¡No utilicéis esa libertad como tapadera de apetencias puramente humanas! Al contrario, haceos esclavos los unos de los otros por amor.
Sois hijos amados de Dios. Procurad pareceros a él y haced del amor norma de vuestra vida, pues también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio que Dios recibe con agrado.
Sólo os pido que vuestra conducta sea digna del evangelio de Cristo. Y tanto si voy a visitaros como si me encuentro lejos y tengo que escuchar lo que se cuenta de vosotros, lo que me importa es que viváis unidos, luchando todos a una por la fe del Evangelio.
A este Cristo anuncio yo, corrigiendo y enseñando a todos lo mejor que puedo, pues quiero que todos alcancen la plena madurez en su vida cristiana
Tratamos a cada uno - ¡bien lo sabéis! - como un padre trata a sus hijos: exhortándoos, animándoos y amonestándoos a llevar una vida digna del Dios que os ha llamado a su reino y a su gloria.
Finalmente, hermanos, éstas son nuestras instrucciones en el nombre de Jesucristo, el Señor: manteneos lejos de todo hermano que viva ociosamente y no se porte de acuerdo con nuestras enseñanzas.
Timoteo, hijo mío, éste es el encargo que te dejo de acuerdo con las palabras proféticas en su día pronunciadas sobre ti: combate, estimulado por ellas, con bravura;
Pero tú eres un servidor de Dios. Huye, por tanto, de todo eso y busca con ahínco la rectitud, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la dulzura . Mantén valerosamente el combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que Dios te ha llamado; esa vida de la que tan noble profesión has hecho delante de muchos testigos.
En cuanto a ti, preséntate como un modelo de buena conducta. Sé íntegro en la enseñanza, serio en el comportamiento, auténtico e intachable en el hablar. De ese modo, nuestros enemigos quedarán en evidencia al no tener nada malo que decir contra nosotros.
Y no seáis perezosos; antes bien, imitad a quienes, mediante la fe y la constancia, están en vías de heredar lo que Dios ha prometido.
y estimulémonos mutuamente en la práctica del amor y de toda clase de obras buenas. Que nadie deje de asistir a las reuniones de su iglesia, como algunos tienen por costumbre. Por el contrario, animaos unos a otros, tanto más cuanto que estáis viendo que se acerca el día del Señor.
Pero vosotros sois 'raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su posesión', destinado a cantar las grandezas del Dios que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Por algo habéis sido llamados a seguir las huellas de Cristo, que padeciendo por vosotros, os dejó un modelo a imitar.
En cuanto a vosotros, jóvenes, respetad a vuestros mayores. Que la sencillez presida vuestras mutuas relaciones, pues Dios hace frente a los orgullosos y concede, en cambio, su gracia a los humildes.
Cristo dio su vida por nosotros. Así hemos conocido lo que es el amor; nosotros debemos dar también la vida por los hermanos.
Portaos en todo con los demás como queréis que los demás se porten con vosotros. ¡En esto consisten la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas!
Os advierto que, en el día del juicio, cada cual habrá de responder de toda palabra vacía que haya pronunciado. Ten en cuenta que por tus propias palabras serás juzgado y declarado inocente o culpable.
En cambio, el criado que ignora lo que su amo exige y que, ignorándolo, hace algo merecedor de castigo, también será castigado, pero con menos severidad. Al que mucho se le ha dado, mucho le será exigido; al que mucho se le confía, mucho más se le pedirá.
a diario asistían juntos al templo, celebraban en familia la cena del Señor y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras; alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
Estamos seguros, además, de que todo se encamina al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio.
Yo planté y Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer. Así que ni el que planta ni el que riega cuentan para nada; Dios, que hace crecer, es el que cuenta. Y entre el oficio de plantar o el de regar no hay diferencia, si bien cada uno recibirá el salario en proporción a su trabajo. Lo único que nosotros hacemos es colaborar con Dios; vosotros sois el campo que Dios cultiva, la casa que Dios edifica.
El fue quien me capacitó para ser ministro de una alianza, basada no en la letra de la Ley, sino en la fuerza del Espíritu; y es sabido que la letra de la Ley es causa de muerte, mientras que el Espíritu lo es de vida.
No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desfallecemos, a su tiempo recogeremos una magnífica cosecha.
El es quien hace que el cuerpo entero, bien ensamblado y unido mediante el conjunto de ligamentos que lo alimentan y según la actividad propia de cada miembro, vaya creciendo como cuerpo, construyéndose a sí mismo en el amor.
Siempre me habéis, queridos hermanos. Ahora, pues, que estoy ausente, afanaos con santo temor en lograr vuestra salvación, poniendo aún más empeño que si yo estuviese presente.
Hermanos, os recomendamos finalmente que corrijáis a los indisciplinados , animéis a los tímidos y sostengáis a los débiles, teniendo paciencia con todos.
Esfuérzate por merecer la aprobación de Dios, como un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, como un fiel pregonero del mensaje de la verdad.
Recuerda a todos que deben someterse al gobierno y a las autoridades; que les obedezcan y estén prontos a colaborar en todo lo bueno que emprendan;
No echéis en olvido a aquellos dirigentes vuestros que os anunciaron el mensaje de Dios. Tomad buena nota de cómo culminaron su vida y seguid el ejemplo de su fe.
Si alguno de vosotros anda escaso de sabiduría, pídasela a Dios, que reparte a todos con largueza y sin echarlo en cara, y él se la dará.
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