Cuida lo que dices y salvaras tu vida; decir mucho conlleva al desastre.
Señor, no permitas que diga nada indebido. Toma control de mis conversaciones.
Entonces no dejen que sus lenguas hablen maldad, o que sus labios digan mentiras.
Me digo a mí mismo, “Seré cuidadoso en lo que haga, y no pecaré en lo que diga. Mantendré mi boca callada cuando los malvados me rodeen”.
Las personas sabias acumulan conocimiento, pero las palabras del necio charlatán son el principio del desastre.
Si hablas mucho, te equivocarás. Sé sabio y cuida lo que dices.
Los que piensan con sabiduría prestan atención al consejo, pero los charlatanes necios terminarán en desastre.
Los malvados quedan atrapados por sus propias palabras pecaminosas, pero las personas que hacen el bien se libran de los problemas.
Los perezosos desean muchas cosas pero no reciben nada; pero si trabajas duro serás recompensado.
Las palabras de los tontos herirán su orgullo, pero las palabras de los sabios los protegerán.
Tus palabras tienen el poder de traer vida o muerte; aquellos que disfrutan hablar mucho tendrán que vivir con las consecuencias.
Los necios caen por sus propias palabras. Sus propias palabras los enredan en una trampa.
El chismoso anda de aquí para allá revelando secretos. Aléjate de aquellos que hablan mucho.
Si cuidas tus palabras, te librarás de muchos problemas.
Si piensan que son piadosos, pero no controlan lo que dicen, se están engañando a ustedes mismos y su religión no tiene sentido.
“Si me atan bien con cuerdas nuevas que no se hayan usado antes, me debilitaré como cualquier otro”, le dijo él.
Finalmente, Sansón le confió todo. “Nunca me he cortado el pelo, porque estoy dedicado como nazareo a Dios desde mi nacimiento. Si me afeitan, mi fuerza me abandonará, y me volveré tan débil como cualquier otro”.