Entonces su padre Isaac declaró: “¡Escucha, hijo! Vivirás lejos de la tierra fértil, lejos del rocío que cae del cielo.
Entonces Jacob se inclinó y lo besó, e Isaac pudo oler la ropa que Jacob estaba usando. Así que procedió a darle su bendición, pensado para sí: “El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido”.
“¡Que Dios use el rocío del cielo y la tierra fértil para darte ricas cosechas de grano y vino nuevo!
“¡Tengo más que suficiente, hermano mío! Guarda lo que tienes”, dijo Esaú.
A José le dijo: “Que el Señor bendiga su tierra con los mejores regalos del cielo, con el rocío y el agua de las profundidades de abajo;
Como resultado, Israel vive en paz; Jacob no tiene problemas en un país de grano y vino nuevo, donde los cielos gotean de rocío.
Por la fe en Dios, Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, considerando lo que el futuro traería.
A Isaac le di Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la región montañosa de Seír, pero Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.