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Gálatas 2:11 - NT Traducción Contemporánea de la Biblia

11 Cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él y lo confronté, pues había hecho algo con lo que yo no estaba de acuerdo.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarlo cara a cara, porque él estaba muy equivocado en lo que hacía.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Tiempo después, cuando Cefas vino a Antioquía, le enfrenté en circunstancias en que su conducta era reprensible.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Pero cuando Cefas° fue a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Pero cuando llegó Cefas a Antioquía me opuse a él abiertamente, porque era digno de reprensión.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí en su cara, porque era de condenar.

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Gálatas 2:11
31 Tagairtí Cros  

Pero Jesús le dijo a Pedro: – ¡Quítate de delante de mí satanás!; me eres una piedra de tropiezo, pues no entiendes las cosas de Dios, sino que piensas como un ser humano.


Andrés llevó a Simón ante Jesús, y mirándolo, Jesús le dijo: – Tú eres Simón el hijo de Juan, ahora tú te llamarás Cefas (que traducido es Pedro).


Después de que mataron a Esteban, los creyentes judíos se dispersaron tratando de escapar de la persecución. Fueron a Fenicia, Chipre y Antioquía de Siria; y predicaban, pero solamente entre los judíos.


Sin embargo, había algunos de estos creyentes que eran de Chipre y de Cirene, que cuando llegaron a Antioquía de Siria, empezaron a predicar también a los que no eran judíos, proclamando el Evangelio del Señor Jesús que transforma toda la existencia humana.


La iglesia que estaba en Jerusalén escuchó esta noticia de Antioquía. Entonces decidieron enviar a Bernabé desde Jerusalén hasta Antioquía de Siria.


En esos días unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía;


Algunas personas que habían llegado de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: – Si no se circuncidan según la tradición de Moisés, no pueden ser salvos.


Pero se levantaron algunos creyentes que eran fariseos, y dijeron: – Es necesario circuncidar a los no judíos y obligarlos a que cumplan la ley de Moisés.


pero considero que en nada soy inferior a esos “superapóstoles”.


Sé que al elogiarme, me he portado como un insensato, pero ustedes me han obligado a ello; porque debían haberme elogiado, pues de ningún modo soy inferior a los “superapóstoles”, aunque yo no soy nada.


Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos. Aunque antes conocimos a Cristo de esta manera, ya no lo conocemos así.


Después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y me quedé con él durante quince días,


Cuando vi que Pedro no andaba rectamente, como corresponde a la integridad del Evangelio, le confronté delante de todos: si tú siendo judío, no sigues las reglas judías cuando no estás siendo observado por los judíos de Jerusalén que se creen los santos, ¿cómo te atreves a obligar a los que no son judíos a que sigan las costumbres judías, solo para causar buena impresión ante tus viejos amigos de Jerusalén?


pero ni por un momento nos dejamos convencer, pues queríamos que ustedes siguieran obedeciendo la verdad del Evangelio.


Por el contrario, ellos reconocieron que Dios me había encargado anunciar el Evangelio a todos los que no son judíos, de la misma manera que a Pedro se le había encargado anunciar el Evangelio a los judíos.


Santiago, Pedro y Juan, que eran columnas de la iglesia, reconocieron que Dios me dio la gracia, junto con Bernabé para llevar la predicación a los gentiles, mientras ellos seguirían alcanzando a los judíos, así que nos dieron la mano en señal de compañerismo, y mantuvimos una muy buena relación con los apóstoles.


A los que siguen pecando, repréndelos delante de toda la comunidad cristiana, para que los demás tengan temor y no pequen.


Siempre ofendemos de muchas maneras, si alguien no ofende con sus palabras, esta es una persona perfecta, capaz de frenar y disciplinar todo su cuerpo.


Amados, escribo urgentemente a todos ustedes, dignos de gran estima. Mi anhelo de escribirles es sobre lo que nos une, que es nuestra salvación, no solamente es del alma, sino que también implica una sanidad física y emocional. Tuve la necesidad de escribirles para animarlos a luchar fuertemente y defender de una vez por todas la fe por identidad en Cristo Jesús, enseñada a los santos.


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