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Oseas 6:5 - Biblia Traducción en Lenguaje Actual

5 »Por eso el mensaje que les di por medio de mis profetas, fue como un rayo destructor que les trajo la muerte.

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Biblia Reina Valera 1960

5 Por esta causa los corté por medio de los profetas, con las palabras de mi boca los maté; y tus juicios serán como luz que sale.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Envié mis profetas para destrozarlos, para aniquilarlos con mis palabras, con juicios tan inevitables como la luz.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Por eso, les envié profetas para desarraigarlos, y de mi propia boca salió su sentencia de muerte.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Por eso los he hecho morir con las palabras de mi boca: Los he trozado por medio de los profetas, Y mi sentencia saldrá como la luz.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Por eso los herí por medio de los profetas, los maté con las palabras de mi boca, y mi juicio apareció como la luz.

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Oseas 6:5
35 Tagairtí Cros  

¡Tú eres el juez de toda la tierra! ¡Tú no puedes matar a los que hacen lo bueno junto con los que hacen lo malo! ¡Tú eres un Dios justo!


Pero Ahías escuchó sus pasos al llegar a la puerta, y le dijo: «Entra, esposa de Jeroboam. ¿Por qué tratas de engañarme? Tengo muy malas noticias para ti.


Elías era un profeta de Tisbé, pueblo que estaba en la región de Galaad. Un día, Elías le anunció a Ahab: «Juro por el Dios de Israel, a quien sirvo, que durante varios años no va a llover ni a caer rocío hasta que yo lo diga, y así será».


y cuando lo encontró le dijo: —¿Así que eres tú el que trae tantos problemas sobre Israel?


De esta manera, al israelita que escape de morir bajo la espada de Hazael, lo matará Jehú. Y a quien no pueda matar Jehú, lo matará Eliseo.


Al llegar, Elías le dijo al rey: «Dios no te va a sanar, sino que morirás, pues has consultado con Baal-zebub, el dios de Ecrón, como si en Israel no hubiera Dios».


El profeta Elías le envió a Joram una carta que decía: «Nuestro Dios, a quien tu antepasado David adoró, te envía el siguiente mensaje: “Me he dado cuenta de que, en lugar de seguir el buen ejemplo de tu padre Josafat, o el de Asá, rey de Judá,


No podrán escapar de la muerte, sino que serán como un árbol consumido por el fuego; ¡de un soplo, Dios los destruirá!


»Ustedes son inteligentes, así que préstenme atención. ¡No debemos siquiera pensar que el Dios todopoderoso pudiera hacer algo injusto! Al contrario, nos premia o castiga, según lo que merecemos.


Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar!


así todos verán con claridad que tú eres justo y recto.


Defenderá a los pobres y hará justicia a los indefensos. Castigará a los violentos, y hará morir a los malvados. Su palabra se convertirá en ley.


Dios le dijo a Isaías: «¡Grita bien fuerte, grita sin miedo, alza la voz como una trompeta! ¡Reprende a mi pueblo, el pueblo de Israel, a causa de sus culpas y de todos sus pecados!


Desde hoy tendrás poder sobre reinos y naciones, para destruir o derribar, pero también para levantar y reconstruir.


Yo te haré tan fuerte como un poste de hierro, como un portón de bronce, como una ciudad amurallada. Vas a enfrentarte a todas las autoridades de Judá.


tú les responderás: “Dios me mandó a decirles que él va a emborrachar con vino a todos los que viven en este país. Emborrachará a los reyes que descienden del rey David, a los sacerdotes, a los profetas, y a todos los habitantes de Jerusalén.


Estoy cansado de sus mentiras. ¡Y todavía se atreven a decir que hablan de mi parte! Estoy en contra de esos profetas que dicen haber recibido mensajes de mi parte, pero yo no les he comunicado nada. Esa clase de mentiras no le hace ningún bien a mi pueblo; al contrario, lo conducen al error. ”Mi palabra es tan poderosa como el fuego, y tan dura como un martillo; ¡hasta puede hacer pedazos una roca! Les aseguro que así es.


Por eso tú, Ezequiel, tienes que darles un mensaje de mi parte».


Te haré más duro que los diamantes y las piedras. Así que no te espantes ni les tengas miedo, por más rebeldes que sean».


«Ezequiel, hombre mortal, entierra a Egipto y sus riquezas; arrójalo a su tumba, junto con las naciones más poderosas. Y cuando vayan cayendo a lo más profundo de la tierra, donde se encuentran los muertos, entona este lamento:


Al ver esto, me acordé de lo que Dios me había mostrado cuando vino a destruir a Jerusalén. Todo esto era muy parecido a lo que él me dejó ver junto al río Quebar. Yo me incliné hasta el suelo,


¡Esos malvados no tienen vergüenza! »Yo estoy en ti, Jerusalén, para hacerte bien, no para hacerte daño. Todos los días te trato con justicia.


Moisés tuvo mucho miedo, pero se acercó para ver mejor lo que pasaba. Entonces Dios, con voz muy fuerte le dijo:


Pero si insisten en desobedecerlo, y no se arrepienten, harán que Dios les aumente el castigo. Llegará el día del juicio final, cuando Dios juzgará a todos, y muy enojado, los castigará a ustedes.


Que la salvación los proteja como un casco, y que los defienda la palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo.


Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos.


En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada delgada y de doble filo. Su cara brillaba como el sol de mediodía.


Por eso, vuelve a obedecerme, porque si no lo haces, vendré pronto y, con el poder de mi palabra, te castigaré a ti, a los nicolaitas y a sus seguidores.


Entonces el sexto ángel soltó a los cuatro ángeles, para que mataran a la tercera parte de los seres humanos, pues Dios los había preparado exactamente para esa hora, día, mes y año.


Esa gente no dejó de matar ni de hacer brujerías; tampoco dejó de robar ni de tener relaciones sexuales prohibidas.


Pero Samuel le dijo: —¡Estás loco! Si hubieras obedecido la orden de tu Dios, tu reino habría durado para siempre.


Pero Samuel le dijo: «A Dios le agrada más que lo obedezcan, y no que le traigan ofrendas. Es mejor obedecerlo que ofrecerle los mejores animales.


Luego, Samuel ordenó: «¡Tráiganme a Agag, el rey de los amalecitas!» Mientras lo llevaban ante Samuel, Agag pensó que ya no lo iban a matar.


Pero Samuel dijo: «Así como muchas mujeres sufrieron cuando mataste a sus hijos, así también va a sufrir tu madre, pues te voy a matar». Y allí mismo en Guilgal, en presencia de Dios, Samuel cortó en pedazos a Agag.


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