Salmos 102 - Nueva Biblia Española (1975)1 Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; 2 no me escondas tu rostro en la desgracia; préstame oído cuando te invoco, escúchame pronto. 3 Que mis días se desvanecen como humo, mis huesos queman como brasas; 4 mi corazón está agostado como hierba, me olvido de comer mi pan, 5 con la violencia de mis quejidos se me pega la piel a los huesos. 6 Estoy como lechuza en la estepa, como búho entre ruinas; 7 estoy desvelado gimiendo, como pájaro sin pareja en el tejado. 8 Mis enemigos me insultan sin descanso, furiosos contra mí me maldicen. 9 En vez de pan como ceniza, mezclo mi bebida con llanto; 10 por tu cólera y tu indignación, porque me alzaste en vilo y me tiraste; 11 mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba. 12 Tú, en cambio, Señor, reinas siempre y tu fama pasa de generación en generación. 13 Levántate y ten misericordia de Sión, que ya es hora y tiempo de misericordia. 14 Tus siervos aman sus piedras, les duele hasta su polvo. 15 Los paganos temerán tu nombre; los reyes del mundo, tu gloria. 16 Cuando el Señor reconstruya a Sión y aparezca en su gloria, 17 y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones, 18 quede esto escrito para la generación futura, v el pueblo que será creado alabará al Señor: 19 que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, 20 para escuchar los lamentos de los cautivos y librar a los condenados a muerte; 21 para anunciar en Sión la fama del Señor y alabarlo en Jerusalén, 22 cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reyes para dar culto al Señor. 23 El agotó mis fuerzas en el camino, acortó mis días; 24 yo dije: Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días, tus años duran por todas las generaciones. 25 Al principio cimentaste la tierra y el cielo es obra de tus manos; 26 ellos perecerán, tú permaneces, se gastarán como ropa, serán como vestido que se muda. 27 Tú, en cambio, eres aquel cuyos años no acabarán. 28 Los hijos de tus siervos y su linaje habitarán establemente en tu presencia. |
Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.