Pero Abram contestó: ―Mi Señor y Dios, ¿para qué me servirá todo lo que me vas a dar, si no tengo hijos? En ese caso, como no me has dado un hijo, todo lo que me regales le quedará a Eliezer de Damasco, que es uno de mis criados.
Génesis 24:2 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Un día Abraham le dijo a su mayordomo, que era el más viejo de sus siervos: ―Coloca tu mano en mi entrepierna, Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo, Biblia Nueva Traducción Viviente Cierto día Abraham le dijo a su siervo más antiguo, el hombre que estaba a cargo de su casa: —Haz un juramento poniendo tu mano debajo de mi muslo. Biblia Católica (Latinoamericana) Abrahán dijo a su servidor más antiguo, que era su mayordomo: 'Pon tu mano bajo mi muslo, La Biblia Textual 3a Edicion Y dijo Abraham a su siervo, el más antiguo de su casa, el cual gobernaba todo lo que tenía: Pon ahora tu mano bajo mi muslo, Biblia Serafín de Ausejo 1975 Dijo Abrahán a su siervo, el más antiguo de su casa, el que administraba todos sus bienes: 'Pon tu mano bajo mi muslo, Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y Abraham dijo a su siervo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo, |
Pero Abram contestó: ―Mi Señor y Dios, ¿para qué me servirá todo lo que me vas a dar, si no tengo hijos? En ese caso, como no me has dado un hijo, todo lo que me regales le quedará a Eliezer de Damasco, que es uno de mis criados.
Y mi amo hizo que yo le prometiera que no dejaría que Isaac se casara con una de las mujeres de Canaán, que es la tierra donde él vive. Por eso, me pidió que viniera a esta lejana tierra, para buscar entre sus familiares una esposa para su hijo.
Cuando sus hermanos estuvieron listos para emprender el regreso, José ordenó a su mayordomo que llenara cada una de sus costales con todo el trigo que pudieran contener, y pusiera en cada uno de ellos el dinero que habían pagado por el trigo.
Cuando se le acercaba el momento de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo: ―Júrame solemnemente que harás lo que te voy a pedir. ¡Si de veras me amas, por favor, no me entierres en Egipto!
―¡Júrame que lo harás! —insistió Jacob. Y José se lo juró. Luego, Israel se recostó sobre la cabecera de la cama.
Sus consejeros le rogaban que se levantara y comiera con ellos, pero él se negaba a hacerlo.
Luego el general Zimri, que había estado a cargo de los carros reales, se levantó en su contra. Un día el rey Elá estaba bebiendo y se había embriagado en casa de Arsá, administrador de su palacio.
Los dirigentes de la nación, los oficiales, y los hijos del rey David le prometieron lealtad al rey Salomón.
Los ancianos que cumplen bien con su deber en la iglesia, especialmente los que se dedican a predicar y enseñar, deben ser doblemente apreciados y recompensados.