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Esdras 9:5 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Finalmente, a la hora de ofrecer el holocausto, recobré el ánimo y me levanté. Y con mi túnica y mi manto rasgados, me arrodillé y levanté mis manos hacia el Señor mi Dios

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Biblia Reina Valera 1960

Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

A la hora del sacrificio, me levanté de donde había estado sentado haciendo duelo con mis ropas rasgadas. Caí de rodillas y levanté las manos al Señor mi Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

En el momento de la ofrenda de la tarde, salí de mi abatimiento y con la túnica y el manto rasgados me puse de rodillas. Extendí las manos hacia Yavé mi Dios

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y al sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y rasgado mi vestido y mi manto, hinqué mis rodillas y extendí mis palmas hacia YHVH mi Dios,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

A la hora del sacrificio de la tarde, salí de mi abatimiento y, con mis vestidos y manto rasgados, caí de rodillas, extendí las manos hacia Yahveh, mi Dios,

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción; y habiendo rasgado mi vestidura y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios,

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Esdras 9:5
15 Tagairtí Cros  

Mientras todo el pueblo observaba, Salomón se paró delante del altar del Señor con las manos extendidas hacia el cielo y dijo: «Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, porque tú eres amoroso y misericordioso, y guardas las promesas hechas a tu pueblo, si hace tu voluntad.


cuando el pueblo reconozca su pecado y ore en este templo,


Salomón había estado arrodillado, con las manos extendidas hacia los cielos. Cuando terminó de orar, se levantó delante del altar del Señor, y pronunció esta bendición sobre todo el pueblo de Israel:


Cuando oí esto me senté y lloré. Durante varios días ayuné y oré así al Dios del cielo:


Que suba a tu presencia mi oración como una ofrenda de incienso; que hacia ti levante mis manos como un sacrificio vespertino.


Extiendo las manos hacia ti; me haces falta como la lluvia a la tierra seca.


Vamos, arrodillémonos ante el Señor nuestro hacedor,


―Muy bien —respondió Moisés—. Tan pronto como yo haya salido de la ciudad, levantaré las manos hacia el Señor, y los truenos y el granizo se detendrán. Esto te probará que el Señor reina en la tierra.


Moisés salió de la presencia del faraón, y ya fuera de la ciudad levantó las manos hacia el Señor. Al instante, los truenos y el granizo se detuvieron, y cesó la lluvia.


De ahora en adelante, cuando oren con las manos levantadas al cielo, no miraré ni escucharé. Por más oraciones que hagan, no escucharé, porque sus manos son manos de asesinos, están manchadas con la sangre de víctimas inocentes.


«En aquellos días, yo, Daniel estuve angustiado por tres semanas.


Entonces se alejó de ellos a una buena distancia, se arrodilló y se puso a orar:


Al cabo de la semana, cuando regresamos al barco, la congregación en pleno, incluyendo esposas e hijos, nos acompañaron hasta la orilla del mar, donde oramos


Por ello me arrodillo ante el Padre,