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1 Juan 3:2 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Sí, amados míos, ahora somos hijos de Dios, y no podemos ni siquiera imaginarnos lo que vamos a ser después. Pero de algo estamos ciertos: que cuando él venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.

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Biblia Reina Valera 1960

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Queridos amigos, ya somos hijos de Dios, pero él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como él, porque lo veremos tal como él es.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Amados, a pesar de que ya somos hijos de Dios, no se ha manifestado todavía lo que seremos; pero sabemos que cuando él aparezca en su gloria, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado° lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como es.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Queridos míos, ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él apareciere, seremos semejantes a Él, porque le veremos como Él es.

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1 Juan 3:2
37 Tagairtí Cros  

¡Y sé que después que este cuerpo se haya descompuesto, con este cuerpo veré a Dios!


Me has dejado saborear los gozos de la vida y los exquisitos placeres de tu presencia eterna.


Pero yo en justicia contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte.


¡Cuán grande es tu bondad para los que a la vista de la gente declaran que tú los rescatarás! Porque guardas grandes bendiciones para quienes en ti confían y te reverencian.


Yo les concederé el privilegio de tener sus nombres grabados de manera permanente en mi templo, dentro de mis muros. Tendrán un nombre eterno que nunca será borrado. ¡Eso es mejor que tener muchos hijos e hijas!


Pero, ¿quién podrá permanecer de pie cuando aparezca? ¿Quién podrá soportar el impacto que provocará su venida? Porque será tan poderosa como el intenso fuego que se utiliza para purificar metales preciosos, y actuará como una poderosa lejía de lavandero cuando empiece a purificarlos a ustedes.


¡Dichosos los que tienen un corazón limpio, porque verán a Dios!


»Así será el día en que el Hijo del hombre aparezca.


ni tampoco morirán. Serán como los ángeles, y serán hijos de Dios porque toman parte en la resurrección.


Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en él, les dio el derecho de ser hijos de Dios.


Y moriría no sólo por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos.


»Padre, quiero que los que tú me has dado, estén conmigo donde yo estoy. Así, ellos verán mi gloria, la gloria que me has dado porque tú me amaste desde antes que el mundo fuera creado.


porque el Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.


Sin embargo, lo que ahora sufrimos no tiene comparación con la gloria que se nos dará después,


pues la creación aguarda con ansiedad el día en que se manifieste que somos hijos de Dios,


A quienes Dios conoció de antemano, los destinó desde un principio para que sean como su Hijo, para que él sea el mayor entre muchos hermanos.


De la misma manera, nuestros conocimientos son ahora muy limitados, como si estuviéramos viendo una figura en un espejo defectuoso; pero un día veremos las cosas como son, cara a cara. Mis conocimientos son ahora imperfectos, pero en aquel día podré conocer tal y como él me conoce a mí.


Al igual que ahora hemos llevado la imagen de Adán, un día nos pareceremos a Cristo.


Esto es lo que las Escrituras dicen: «Ningún mortal ha visto, ni oído, ni imaginado las maravillas que Dios tiene preparadas para los que aman al Señor».


Así que todos nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos la gloria del Señor como si fuéramos espejos. Y el Espíritu del Señor nos va transformando de gloria en gloria, y cada vez nos parecemos más a él.


Pues nuestros pequeños y pasajeros sufrimientos producen una gloria eterna más grande y abundante.


Ahora todos ustedes son hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús.


Y como ustedes son sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y por eso lo llamamos «Papá, papá».


Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso. Esto lo hará por medio del poder con el que domina todas las cosas.


Cuando aparezca Cristo, que es la vida de ustedes, también ustedes resplandecerán con él y participarán de su gloria.


así Cristo fue ofrecido una sola vez en sacrificio para quitar los pecados de muchos. Y aparecerá por segunda vez, pero no para cargar con el pecado, sino para salvar a quienes lo esperan.


Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción de este mundo debido a los malos deseos, puedan ser partícipes de la naturaleza divina.


Y ahora, queridos hijos, permanezcan en comunión con el Señor, para que, cuando vuelva, puedan presentarse delante de él seguros y sin tener de qué avergonzarse.


Queridos hermanos, no me estoy refiriendo a ningún mandamiento nuevo, sino al mandamiento antiguo que desde un principio han tenido ustedes.


Miren cuánto nos ama el Padre que somos llamados hijos de Dios. ¡Y de veras lo somos! Como la mayoría de la gente no conoce a Dios, tampoco reconoce lo que somos.


Uno puede saber quién es hijo de Dios y quién es hijo del diablo. El que no practica la justicia ni ama a su hermano demuestra que no es hijo de Dios.


Pero, amados míos, si nuestro corazón no nos acusa, podemos estar confiados ante Dios,


Si creen ustedes que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y el Salvador, ustedes son hijos de Dios. Y el que ama al padre ama también a los hijos.


¡Y también le daré la estrella de la mañana!


y verán su rostro y llevarán su nombre escrito en la frente.