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Jeremías 30:5 - Biblia Martin Nieto

Esto dice el Señor: Un grito de terror se ha oído, espanto, que no paz.

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Biblia Reina Valera 1960

Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Esto dice el Señor: «Oigo gritos de temor; hay terror y no hay paz.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Esto dice Yavé: He oído un grito de terror, de pánico, no de paz.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Así dice YHVH: ¡Gritos de terror hemos oído, De espanto y no de paz!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Así dice Yahveh: 'Oigo gritos de terror, de temor, y no de paz.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Porque así dice Jehová: Hemos oído voz de temblor, de temor, y no de paz.

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Jeremías 30:5
22 Tagairtí Cros  

Habrá aquel día contra él un bramido como el bramido de la mar; mirarán al país, y habrá sólo oscuridad; la luz quedará oscurecida por espesas nubes.


Gruñimos todos como osos, gemimos como palomas, esperamos el derecho, pero ¡nada!; la justicia, y sigue lejos de nosotros.


A todas las alturas peladas del desierto han llegado los devastadores -porque el Señor blande una espada que devora-; de un extremo al otro del país no hay paz para nadie.


Escuchad el clamor de los pastores, el griterío de los mayorales del rebaño, porque el Señor devasta sus pastos.


He aquí las palabras que ha pronunciado el Señor acerca de Israel y Judá.


¿Qué veo? Están asustados, retroceden; los más valientes son despedazados, huyen a la desbandada sin volver la cabeza. ¡Terror por todas partes! -dice el Señor-.


Esto dice el Señor: Mirad, un pueblo llega del país del norte, una gran nación se levanta de los confines de la tierra.


Hija de mi pueblo, vístete de saco, échate en la ceniza, ponte de luto como por un hijo único, con amargos lamentos. Porque cae de improviso el devastador sobre nosotros.


Desde Dan se siente el relinchar de sus caballos; al grito estrepitoso de sus corceles, toda la tierra tiembla. Vienen a devorar el país y sus bienes, la ciudad y sus habitantes.


El grito de angustia de la hija de mi pueblo se escucha a todo lo largo del país. '¿Ya no está el Señor en Sión? ¿Su rey ya no está allí?'. ¿Por qué me han irritado con sus ídolos, con sus divinidades extranjeras?


¡Vosotras, mujeres, escuchad la palabra del Señor, reciban vuestros oídos la palabra de su boca! Enseñad a vuestras hijas esta elegía, decíos unas a otras esta lamentación:


Cambiaré en duelo vuestras fiestas y en lamentos todos vuestros cánticos; cubriré de saco todos vuestros lomos y toda cabeza de calvicie; haré de este duelo un duelo de hijo único, y su final será como día de amargura.


Esa gente se ríe de los reyes, y se burla de los príncipes; las fortalezas son para ellos como un juego, levantan terraplenes y las toman.


Voy a poner en pie de guerra a los caldeos, ese pueblo cruel e impetuoso, que recorre la anchura de la tierra para apoderarse de moradas ajenas.