Cuando estaba ya el sol para ponerse, cayó un sopor sobre Abram, y fue presa de gran terror, y le envolvió densa tiniebla.
Daniel 10:9 - Biblia Nacar-Colunga Oí el sonido de sus palabras, y, en oyendo el sonido de sus palabras, caí aturdido rostro a tierra. Dugang nga mga bersyonBiblia Reina Valera 1960 Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces oí que el hombre hablaba y cuando oí el sonido de su voz, me desmayé y quedé tendido, con el rostro contra el suelo. Biblia Católica (Latinoamericana) Oí lo que se decía y, al oírlo, caí desvanecido con el rostro en tierra. La Biblia Textual 3a Edicion Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí de bruces desfallecido, con mi rostro en tierra. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Oí el sonido de sus palabras y, al oírlo, caí rostro en tierra, desvanecido. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y oí la voz de sus palabras: y cuando oí la voz de sus palabras, estaba yo en un profundo sueño sobre mi rostro, y mi rostro en tierra. |
Cuando estaba ya el sol para ponerse, cayó un sopor sobre Abram, y fue presa de gran terror, y le envolvió densa tiniebla.
Hizo, pues, Yahvé Elohim caer sobre Adán un profundó sopor, y, dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar la carne,
En sueños, en visión nocturna, cuando desciende sobre los hombres el sopor, mientras duermen en el lecho,
al tiempo en que agitan el alma las visiones nocturnas, cuando duermen los hombres profundo sueño.
Esposa. Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del amado que llama: Esposo. ¡Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, inmaculada mía!
cuando he aquí que uno que parecía un hijo de hombre tocó mis labios; abrí la boca y hablé, diciendo al que delante de mí estaba: Mi señor, la visión me ha llenado de espanto y he perdido todo vigor.'
Al hablarme caí entontecido sobre el rostro, pero él me tocó y me hizo estar en pie,
Y lo oí y se estremecieron mis entrañas; al estruendo temblaron mis labios, se reblandecieron mis huesos, y mis pasos se hicieron vacilantes. Tranquilo espero el día de la aflicción, que vendrá sobre el pueblo que nos oprime,'
Levantándose de la oración, vino a los discípulos, y, encontrándolos adormilados por la tristeza,
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos varones que con El estaban.
Así que le vi, caí a sus pies como muerto; pero él puso su diestra sobre mí, diciendo:'