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Hebreos 9:24 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

24 En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, que era solo copia del verdadero santuario. Él entró en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

24 Pues Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos humanas, que era solo una copia del verdadero, que está en el cielo. Él entró en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios a favor de nosotros;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

24 Pues ahora no se trata de un santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro.

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La Biblia Textual 3a Edicion

24 Porque no entró el Mesías en un santuario hecho por manos, representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

24 Cristo no entró, en efecto, en un santuario de hechura humana, imagen del auténtico, sino en el propio cielo, para aparecer ahora en la presencia de Dios en favor nuestro.

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Hebreos 9:24
32 Referencias Cruzadas  

»Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Pues les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.


―Nosotros le oímos decir: “Destruiré este Templo hecho por hombres y en tres días construiré otro, no hecho por hombres”.


Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.


Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.


Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al Padre».


¿Qué tal si vieran al Hijo del hombre subir adonde antes estaba?


Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas. Así lo ha anunciado Dios desde hace siglos por medio de sus santos profetas.


¿Quién acusará a los que Dios ha elegido? Dios es el que los declara justos.


Nuestro cuerpo es como una tienda de campaña. Bien sabemos que, si esta tienda se destruye, Dios nos dará en el cielo un cuerpo mejor. Será un cuerpo parecido a un edificio, una casa eterna, no construida por manos humanas.


Concentren su atención en las cosas del cielo, no en las de la tierra.


El Hijo refleja el brillo de la gloria de Dios. Es la fiel imagen de lo que Dios es. Él es quien mantiene el universo en existencia, por medio del poder de su palabra. Después de morir para perdonarnos nuestros pecados, subió al cielo y se sentó a la derecha del trono majestuoso de Dios.


Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.


En Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos. Por eso, sigamos confiando firmemente en la noticia que anunciamos.


Jesús entró hasta allí por nosotros, para abrirnos camino. Por eso, llegó a ser sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.


Él es nuestro sacerdote en el santuario, es decir, en el verdadero Templo. Este Templo fue levantado por el Señor y no por ninguna persona de este mundo.


Estos sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo. Por eso, cuando Moisés estaba a punto de construir la tienda del pacto, Dios le dijo: «Procura que todo esto sea una copia exacta de lo que se te mostró en el monte».


Ahora bien, el primer pacto tenía sus normas para el culto, y un santuario terrenal.


Así que era necesario que todas las cosas del santuario, que eran copias de las que están en el cielo, fueran limpiadas de pecado por medio de esos sacrificios. Pero las cosas del santuario del cielo exigen sacrificios superiores a aquellos.


Esta es una enseñanza para nosotros hoy: las ofrendas y los sacrificios que allí se ofrecen no pueden hacer perfectos a ninguno de los que celebran ese culto.


Él subió al cielo y tomó su lugar a la derecha de Dios, y los ángeles y los espíritus con autoridad y poder lo obedecen.


Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un tazón de oro para quemar incienso, y se le entregó mucho incienso. Debía ofrecerlo junto con las oraciones de todos los creyentes. Y tenía que hacerlo sobre el altar de oro que está delante del trono.


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