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Hebreos 9:25 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

25 Ni entró en el cielo para ofrecerse una y otra vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

25 y no entró en el cielo para ofrecerse a sí mismo una y otra vez, como lo hace el sumo sacerdote aquí en la tierra, que entra en el Lugar Santísimo año tras año con la sangre de un animal.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

25 El no tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote que vuelve todos los años con una sangre que no es la suya;'

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La Biblia Textual 3a Edicion

25 Y no para ofrecerse repetidamente a sí mismo, tal como entra el sumo sacerdote en el lugar santísimo cada año con sangre ajena;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

25 Ni tiene que ofrecerse muchas veces, como el sumo sacerdote, que entra, año tras año, en el 'lugar santísimo' con sangre ajena;

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Hebreos 9:25
9 Referencias Cruzadas  

Por esa obediencia somos declarados santos por Dios, por medio del sacrificio del cuerpo de Jesucristo. Este sacrificio fue ofrecido una sola vez y para siempre.


Así que, hermanos en la fe, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Esto es posible por medio de la sangre que Jesús derramó en la cruz.


Cristo entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No entró con sangre de chivos y toros, sino con su propia sangre. Así logró para nosotros una liberación eterna.


Si esto es así, ¡cuánto más poder tiene la sangre de Cristo! Porque, por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció sin pecado a Dios. Su sangre limpiará nuestra conciencia, y no se nos declarará culpables de pecados que conducen a la muerte eterna, para que sirvamos al Dios viviente.


En efecto, el santuario estaba construido de tal modo que en su primera parte se encontraba el Lugar Santo. Allí estaban el candelabro, la mesa y los panes dedicados a Dios.


Si Cristo hubiera tenido que hacer lo mismo, habría sufrido muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre. De este modo, por medio de su propio sacrificio, acabó con el pecado.


Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote. Y lo hace solo una vez al año, con un recipiente lleno de la sangre de los animales sacrificados. Esta sangre la ofrece a Dios para pedir perdón por sus propios pecados y por los del pueblo; pecados cometidos sin darse cuenta.


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