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Filipenses 3:9 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

9 Quiero estar unido a él, pero eso no lo ganaré tratando de ser justo por mi obediencia a la Ley. Solo se gana al creer en Cristo, pues, por medio de él, Dios nos acepta como justos. Él nos acepta por medio de la fe.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 y llegar a ser uno con él. Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo. Pues la forma en que Dios nos hace justos delante de él se basa en la fe.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Y quiero encontrarme en él, no teniendo ya esa rectitud que pretende la Ley, sino aquella que es fruto de la fe de Cristo, quiero decir, la reordenación que Dios realiza a raíz de la fe.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que procede de la ley, sino la que es mediante la fe del Mesías, la justicia que procede de Dios basada en la fe,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 y ser hallado en él, no por retener una justicia mía -la que proviene de la ley-, sino la justicia por la fe en Cristo, la que proviene de Dios y está basada en la fe,

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Filipenses 3:9
56 Referencias Cruzadas  

Pero vayan y aprendan qué significa esto: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”. Pues no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.


De hecho, este mensaje nos dice que Dios nos declara justos. Y Dios hace esto solo porque hemos creído en él. Ese ha sido su plan desde el principio, tal como dicen las Escrituras: «El justo vivirá para siempre, gracias a la fe».


Pues, si crees de corazón, Dios te aceptará como justo y, si con tu boca confiesas que Cristo es el Señor, serás salvo.


Saluden a Andrónico y a Junías, mis parientes y compañeros de cárcel. Ellos se convirtieron a Cristo antes que yo, y gozan de buena reputación entre los apóstoles.


Así como reinó el pecado provocando la muerte, ahora reina el amor. Reina el inmerecido amor de Dios, que nos declara justos y nos da vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.


Por lo tanto, ya no hay ningún castigo para los que están unidos a Cristo Jesús.


La Ley no pudo liberarnos, porque nuestro pecado eliminó su poder. Por eso Dios envió a su propio Hijo en un cuerpo semejante al de nosotros los pecadores. Lo envió para que se ofreciera en sacrificio por el pecado, y de esa manera le quitó al pecado su poder.


Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, y esa unión los hizo sabios. Porque quien está unido a Cristo es declarado justo, es parte del pueblo de Dios y es liberado del pecado.


Por lo tanto, si alguno está unido a Cristo, es una nueva creación. ¡Nuestra vieja manera de vivir quedó en el pasado, ahora somos nuevas personas!


Cristo no cometió pecado alguno, pero, por amor a nosotros, Dios lo trató como pecador, para declararnos justos por medio de Cristo.


Sin embargo, reconocemos que nadie es aceptado como justo delante de Dios por hacer las cosas que demanda la Ley. Somos aceptados como justos por creer en Jesucristo. Nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús. Así que somos aceptados como justos por la fe en él y no por hacer las cosas que demanda la Ley. Porque nadie será aceptado por Dios como justo por hacer esas cosas.


Si de entusiasmo hablamos, fui perseguidor de la iglesia. Al cumplir la justicia que la Ley exige, lo hice de manera perfecta.


Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa. Esa vida no la obtenemos por medio de nuestras propias acciones. Ha sido Dios quien decidió amarnos aunque no lo merecíamos, y nos dio esa vida. Decidió amarnos así por medio de Cristo Jesús aun antes de crear el universo.


nos salvó. Y lo hizo no porque hiciéramos lo justo, sino por su misericordia. Nos salvó por medio del poder del Espíritu Santo, pues ese poder nos limpió de pecado y nos hizo nuevas personas.


Es imposible que Dios mienta, y por eso la promesa y el juramento son dos realidades que no cambian. Eso nos anima fuertemente a seguir buscando la protección de Dios y a seguir confiando en la promesa que él nos ha dado.


Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta. Esa persona es capaz también de controlar todo su cuerpo.


Los saluda Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo. Dirijo esta carta a los que han confiado en Cristo de manera tan preciosa como lo hemos hecho nosotros. Esa confianza nos la ha dado nuestro Dios y Salvador Jesucristo, quien ha demostrado ser justo.


Todo el que comete pecado desobedece la Ley. De hecho, el pecado es desobediencia de la Ley.


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