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Filipenses 3:8 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

8 Cuando comparo todo con el inmenso valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, me doy cuenta de que nada tiene importancia. Por él lo he dejado todo, y lo considero basura, pues todo cuanto quiero es a Cristo.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. A causa de él ya nada tiene valor para mí y todo lo considero como pelusas mientras trato de ganar a Cristo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Y ciertamente aun considero todas las cosas como pérdida por la superioridad° del conocimiento de Jesús el Mesías, mi Señor, por el cual perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol,° para ganar al Mesías,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Pero aún más: incluso todas las demás cosas las considero como pérdida comparadas con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien me dejé despojar de todo, y todo lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo,

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Filipenses 3:8
53 Referencias Cruzadas  

Pero ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme?


Pero, si echo fuera a los demonios con el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino de Dios.


En aquel día ustedes sabrán que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes.


Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto.


Actuarán de este modo porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí.


Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.


Les he entregado las palabras que me diste, y ellos las aceptaron. Saben con certeza que salí de ti y han creído que tú me enviaste.


―¿Por qué lloras, mujer? —le preguntaron los ángeles. ―Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto —les respondió.


―¡Señor mío y Dios mío! —dijo Tomás.


Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo. Lo que me importa es terminar la tarea que me dio el Señor Jesús. Quiero cumplir mi misión: anunciar el mensaje de la buena noticia del inmerecido amor de Dios.


De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que Dios nos dará.


ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.


Me propuse más bien olvidarme de muchas cosas y solo hablarles de lo que Jesucristo hizo en la cruz.


o lo dice más bien por nosotros? Por supuesto que lo dice por nosotros. Pues, cuando el agricultor prepara la tierra para sembrar y el que cosecha desgrana el trigo, deben hacerlo con la esperanza de recibir su parte de la cosecha.


El dios de este mundo ha impedido que los que no creen entiendan esto. Lo hace para que no entiendan cuán maravilloso es el mensaje de Cristo, quien nos muestra cómo es Dios.


Pues Dios, que ordenó: «¡Que la luz brille en la oscuridad!», hizo brillar su luz en nuestra mente para que viéramos con claridad la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo.


me reveló a su Hijo para que yo hablara de él entre los no judíos. Cuando él me llamó no le pedí a nadie su opinión.


De este modo, todos llegaremos a creer lo mismo y a tener el mismo entendimiento acerca del Hijo de Dios. Y esto debemos hacerlo hasta que seamos creyentes maduros y nuestra manera de vivir sea como la de Cristo.


Los saludan Pablo y Timoteo, servidores de Cristo Jesús. Esta carta va dirigida a todos los creyentes en Cristo Jesús que están en Filipos, junto con los líderes y diáconos.


Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder con el que Dios lo resucitó. Quiero sufrir como él sufrió y morir como él murió.


No estoy diciendo que ya haya conseguido hacer todo eso, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo luchando, con la esperanza de lograrlo, porque Cristo Jesús me salvó para eso.


Sin embargo, gracias a lo que Cristo hizo por mí, todo eso que antes consideré de valor, ahora lo considero sin valor.


Yo, por mi parte, ya estoy a punto de morir. El tiempo de mi muerte ha llegado, y será una ofrenda para Dios.


Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.


Para ustedes, que creen, esta piedra es preciosa. En cambio, para los que no creen: «la piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra principal».


Le pido a Dios que les permita disfrutar de su inmerecido amor y que les dé mucha paz. Disfrutarán de ese amor y esa paz por medio del conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.


Dios, por su poder, nos ha dado todas las cosas que necesitamos para vivir como él manda. Todo esto lo recibimos cuando Dios nos permitió conocer a Cristo, quien nos llamó a disfrutar de su gloria y perfección.


Si se esfuerzan en vivir así, crecerán en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Así vivirán de manera útil, haciendo el bien.


Más bien, sean cristianos maduros que cada día conocen mejor al Señor y Salvador Jesucristo, y que cada día disfrutan más de su amor inmerecido. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.


Así que, lo que les anunciamos es algo que hemos visto y oído. Lo hacemos para que ustedes tengan una relación de amistad con nosotros, del mismo modo que nosotros tenemos una relación de amigos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.


Aunque esos enemigos salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros.


Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero. Y nosotros somos amigos de su Hijo Jesucristo, quien es el Dios verdadero y nos da vida eterna.


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