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Jeremías 14:2 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

2 «Judá está de luto y sus ciudades desfallecen; hay lamentos en el país, y sube el clamor de Jerusalén.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

2 Se enlutó Judá, y sus puertas se despoblaron; se sentaron tristes en tierra, y subió el clamor de Jerusalén.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 «Judá desfallece; el comercio a las puertas de la ciudad se estanca. Todo el pueblo se sienta en el suelo porque está de luto, y surge un gran clamor de Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Judá está de duelo, y sus ciudades van a la ruina; están en el suelo, y de Jerusalén suben lamentos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 ¡Judá está cubierto de luto, Sus portales° languidecen, Se inclinan consternados hacia el suelo, Y sube el clamor de Jerusalem!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 De luto está Judá, y languidecen sus puertas; yacen en tierra desoladas, y el grito de Jerusalén asciende.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 Se enlutó Judá, y sus puertas languidecen; se oscurecieron hasta los suelos, y subió el clamor de Jerusalén.

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Jeremías 14:2
30 Referencias Cruzadas  

Hicieron llegar a su presencia el clamor de los pobres y necesitados, y Dios lo escuchó.


Que nuestros bueyes arrastren cargas pesadas; que no haya brechas ni salidas, ni gritos de angustia en nuestras calles.


quien al oír sus quejidos se acordó del pacto que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.


Mi corazón grita por Moab; sus fugitivos huyen hasta Zoar, hasta Eglat Selisiyá. Suben llorando por la cuesta de Luhit; ante el desastre, gritan desesperados por el camino de Joronayin.


Clamor hay en las calles porque falta el vino; toda alegría se ha extinguido; el júbilo ha sido desterrado.


La tierra languidece y se marchita; el mundo se marchita y desfallece; desfallecen los notables de la tierra.


Languidece el vino nuevo, desfallece la vid; gimen todos los corazones alegres.


Las puertas de la ciudad gemirán y se vestirán de luto; desolada, la ciudad se sentará en el suelo.


La tierra está de luto y languidece; el Líbano se avergüenza y se marchita; Sarón es como un desierto; Basán y el Carmelo pierden su follaje.


La viña del Señor de los Ejércitos es la nación de Israel; el pueblo de Judá es su huerto preferido. Él esperaba justicia, pero encontró ríos de sangre; esperaba rectitud, pero encontró gritos de angustia.


Por eso, así dice el Señor: “Les enviaré una calamidad de la cual no podrán escapar. Aunque clamen a mí, no los escucharé.


La han dejado en ruinas, seca y desolada ante mis ojos; todo el país ha sido arrasado porque a nadie le importa.


¿Hasta cuándo estará seca la tierra, y marchita la hierba de todos los campos? Los animales y las aves se mueren por la maldad de los que habitan el país, quienes se atreven a decir: «Dios no verá nuestro fin».


Que se oigan los gritos desde sus casas, cuando de repente mandes contra ellos invasores. Han cavado una fosa para atraparme, y han puesto trampas a mi paso.


Por eso la tierra estará de luto y los altos cielos se oscurecerán, pues ya lo dije y no me retractaré; lo he decidido y no me volveré atrás».


Las naciones ya saben de tu humillación; tus gritos llenan la tierra. Un guerrero tropieza contra otro, y juntos caen al suelo».


Por la herida de mi pueblo estoy herido; estoy de luto, el terror se apoderó de mí.


El Señor decidió derribar la muralla que rodea a la hija de Sión. Tomó la vara y midió; destruyó sin compasión. Hubo lamentos en rampas y muros; todos ellos se derrumbaron.


Las puertas se han desplomado; él rompió por completo sus cerrojos. Su rey y sus príncipes andan entre las naciones; ya no hay Ley y sus profetas no reciben visiones de parte del Señor.


La piel nos arde como un horno; de hambre nos da fiebre.


Por tanto, se resecará la tierra y desfallecerán todos sus habitantes. ¡Morirán las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar!


Los campos yacen devastados, reseca está la tierra; han sido arrasados los cereales, se ha secado el vino nuevo y agotado el aceite.


Laméntense ustedes, agricultores; giman, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se ha perdido la cosecha de los campos.


Entréguense al ayuno, convoquen a una asamblea sagrada. Reúnan a los ancianos del pueblo en la casa del Señor su Dios; reúnan a todos los habitantes del país, y clamen al Señor.


Ante él se estremecen las naciones; todo rostro palidece.


Yo hice venir una sequía sobre los campos y las montañas, sobre el grano y el vino nuevo, sobre el aceite de oliva y el fruto de la tierra, sobre los animales, las personas y sobre toda la obra de sus manos».


“Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen —dice el Señor de los Ejércitos—.


Los que no murieron fueron azotados por tumores, de modo que los gritos de la ciudad llegaban hasta el cielo.


«Mañana, a esta hora, te voy a enviar un hombre de la tierra de Benjamín. Lo ungirás como gobernante de mi pueblo Israel, para que lo libre del poder de los filisteos. Me he compadecido de mi pueblo, pues sus gritos de angustia han llegado hasta mí».


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