Han sido ellos quienes lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por medio del mensaje con que testificaron, sin que su amor a la vida les hiciera rehuir la muerte.
Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—, mi siervo, a quien he elegido, para que comprendáis y creáis en mí, para que entendáis que yo soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, y ninguno habrá después de mí.
Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más valioso que el de Caín; por ella fue proclamado justo al dar Dios testimonio a favor de sus ofrendas. Y por su fe, aunque muerto, sigue hablando todavía.
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder salvador de Dios para todo creyente, tanto si es judío como si no lo es.
Que nadie te haga de menos por ser joven. Al contrario, que tu palabra, tu conducta, tu amor, tu fe y tu limpio proceder te conviertan en modelo para los creyentes.
Id, pues, y haced discípulos a los habitantes de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
Por eso, si creemos en el Hijo de Dios, es que hemos aceptado el testimonio de Dios. Pero quien no se fía de Dios ni presta crédito al testimonio que él ha dado en favor de su Hijo, está acusando a Dios de mentiroso.
Y también vosotros seréis mis testigos, pues no en balde habéis estado conmigo desde el principio.
Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones. Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto,
Pregonará mi boca tu justicia y tus actos salvadores todo el día, aunque no puedo contarlos.
Recitaré las hazañas de Dios mi Señor, recordaré tu triunfo, solo el tuyo.
Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y os capacitará para que deis testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra.
Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que viendo el bien que hacéis alaben a vuestro Padre celestial.
Así que no te avergüences de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero; al contrario, sostenido por el poder de Dios, sufre juntamente conmigo por la propagación del evangelio.
Todo aquel que se declare a mi favor delante de los demás, yo también me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en los cielos.
No obstante, Pablo y Bernabé permanecieron allí por algún tiempo hablando resueltamente acerca del Señor, quien confirmaba el mensaje de bendición con las señales milagrosas y los prodigios que realizaba por medio de ellos.
ni os convirtáis en instrumentos del mal al servicio del pecado. Presentaos, más bien, ante Dios como lo que sois: muertos retornados a la vida, y haced de vuestros cuerpos instrumentos del bien al servicio de Dios.
Por tanto, hermanos míos muy queridos, manteneos firmes y constantes; destacad constantemente en la tarea cristiana, seguros de que el Señor no permitirá que sea estéril vuestro afán.
Esto es lo que pido a vuestros dirigentes yo, que comparto con ellos la tarea y soy testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que está a punto de revelarse:
Orad también por mí, para que Dios ponga en mis labios la palabra oportuna y pueda dar a conocer libre y valientemente el plan de Dios encerrado en el evangelio,
así será la palabra que sale de mi boca, no volverá a mí sin cumplir su cometido, sin antes hacer lo que me he propuesto: será eficaz en lo que la he mandado.
Como no los encontraron, llevaron a rastras a Jasón y a algunos otros hermanos ante los magistrados, diciendo a gritos: —¡Esos individuos que han revolucionado el mundo entero, también se han presentado aquí!
Damos por ello gracias a Dios constantemente, pues al acoger el evangelio de Dios que os proclamamos, no fue un mensaje humano el que acogisteis sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en vosotros los creyentes.
Estudiáis las Escrituras pensando que contienen vida eterna; pues bien, precisamente las Escrituras dan testimonio a mi favor.
Pues bien, Jesús ha sido quien nos ha mandado anunciar su mensaje al pueblo y proclamar que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos.
Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo.
Yo soy Juan, vuestro hermano; unido a Jesús, participo con vosotros en el sufrimiento y en la espera paciente del Reino. Me hallaba desterrado en la isla de Patmos por haber proclamado la palabra de Dios y por haber dado testimonio de Jesús,
Por su causa soporto todas estas penalidades. Pero no me avergüenzo; sé en quién he puesto mi confianza y estoy seguro de que tiene poder para proteger hasta el día del juicio la enseñanza que me ha confiado.
Pues anunciar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo; es una necesidad que se me impone, ¡y pobre de mí si no anuncio el evangelio!
Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello.
Pero lo que constituía para mí un motivo de gloria, lo juzgué deleznable por amor a Cristo.
Más aún, sigo pensando que todo es deleznable en comparación con lo sublime que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él renuncié a todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.
Anda, levántate y ponte en pie; me he aparecido a ti para hacerte mi servidor y para que des testimonio de haberme visto y de lo que aún tengo que mostrarte.
Pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar ese nombre.
El que da fe de todo esto proclama: —Sí, estoy a punto de llegar. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
A mí, que soy el más insignificante de todos los creyentes, se me ha concedido este privilegio: anunciar a los paganos la incalculable riqueza de Cristo
¡Qué grato es oír por los montes los pies del que trae buenas nuevas, que proclama la paz y el bienestar, que lanza el pregón de la victoria, que dice a Sion: «Tu Dios es rey»!
—se trata de la vida eterna que estaba junto al Padre y que se ha manifestado, que se nos ha hecho visible y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella y os la anunciamos—,
Por causa de mí os llevarán ante gobernadores y reyes para que deis vuestro testimonio delante de ellos y de los paganos.
Pedro y los otros apóstoles respondieron: —Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres.
Simón Pedro le respondió: —Señor, ¿a quién iríamos? Solo tus palabras dan vida eterna.
Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
Y no es que pretendamos controlar vuestra fe, una fe en la que os mantenéis firmes; lo que deseamos es contribuir a vuestra alegría.
Los discípulos que tuvieron que dispersarse iban de pueblo en pueblo anunciando el mensaje.
Jesús le contestó: —Felices, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.
En todo caso, la fe surge de la proclamación, y la proclamación se realiza mediante la palabra de Cristo.
Estamos, pues, rodeados de una ingente muchedumbre de testigos. Así que desembaracémonos de todo impedimento, liberémonos del pecado que nos cerca y participemos con perseverancia en la carrera que se nos brinda.
Y no solo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la palabra del Señor, sino que vuestra fe en Dios se ha extendido por todas partes, hasta el punto de hacer innecesaria cualquier palabra nuestra.
—Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo. El hombre se marchó y fue proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.
Y ese mismo Espíritu es el que, uniéndose al nuestro, da testimonio de que somos hijos de Dios.
Pero vosotros sois raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su posesión, destinado a proclamar las grandezas de quien os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado a su Hijo como salvador del mundo.
Así nos lo ha indicado el Señor: Te he puesto como luz de las naciones y como portador de salvación para el mundo entero.
Solo os pido que vuestra conducta sea digna del evangelio de Cristo para que, tanto si voy a visitaros y yo mismo lo veo, como si estoy ausente y llega a mis oídos lo que se dice de vosotros, compruebe que permanecéis unidos, luchando todos a una por manteneros fieles al evangelio.
Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Muchos de los habitantes de aquel pueblo creyeron en Jesús movidos por el testimonio de la samaritana, que aseguraba: —Me ha adivinado todo lo que he hecho.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él.
Y bien se os nota que sois carta de Cristo redactada por nosotros; una carta escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en frías tablas de piedra, sino en las páginas palpitantes del corazón.
eso que hemos visto y oído, os lo anunciamos ahora para que viváis en unión con nosotros como nosotros vivimos en unión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Pero el Abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo.
Y nosotros somos testigos de ello junto con el Espíritu Santo, que Dios ha concedido a quienes lo obedecen.
No he escondido tu justicia en lo más hondo de mí, sino que he proclamado tu fidelidad y salvación; no he ocultado tu amor y tu verdad ante la gran asamblea.
Yo mismo, hermanos, cuando llegué a vuestra ciudad, no os anuncié el proyecto salvador de Dios con alardes de sabiduría o elocuencia.
eso es lo que Dios nos ha revelado por medio del Espíritu. Pues el Espíritu todo lo sondea, incluso lo más profundo de Dios.
¿Quién, en efecto, conoce lo íntimo del ser humano, sino el mismo espíritu humano que habita en su interior? Lo mismo pasa con las cosas de Dios: solo el Espíritu divino las conoce.
En cuanto a nosotros, no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para poder así reconocer los dones que Dios nos ha otorgado.
Esto es precisamente lo que expresamos con palabras que no están inspiradas por el saber humano, sino por el Espíritu. Y así acomodamos las cosas espirituales a los que poseen el Espíritu.
La persona mundana es incapaz de captar lo que procede del Espíritu de Dios; lo considera un absurdo y no alcanza a comprenderlo, porque solo a la luz del Espíritu pueden ser valoradas estas cosas.
En cambio, la persona animada por el Espíritu puede emitir juicio sobre todo, sin que ella esté sujeta al juicio de nadie.
Porque ¿quién conoce el modo de pensar del Señor hasta el punto de poder darle lecciones? ¡Ahora bien, nosotros estamos en posesión del modo de pensar de Cristo!
Decidí que entre vosotros debía ignorarlo todo, a excepción de Cristo crucificado;
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; con todo, vosotros rechazáis nuestro testimonio.
Aquel día diréis: Dad gracias al Señor, invocad su nombre; contad entre los pueblos sus gestas, proclamad que su nombre es excelso.
Si de algo nos sentimos orgullosos es de que la conciencia nos asegura que nuestro comportamiento con todo el mundo, y particularmente con vosotros, ha estado presidido por la sencillez y la franqueza que Dios inspira; es decir, ha sido fruto del favor divino y no del humano saber.
Pues bien, si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de su gloria, de la gloria del Padre y de la de los santos ángeles.
Juan dio testimonio de él proclamando: «Este es aquel de quien yo dije: el que viene después de mí es superior a mí porque existía antes que yo».
si hablamos, es porque Dios nos ha juzgado dignos de confiarnos el evangelio. Y no tratamos de complacer a la gente, sino a Dios, que examina lo más profundo de nuestro ser.
Seréis así irreprochables y sencillos, seréis hijos de Dios, intachables en medio de gentes depravadas y perversas, y brillaréis entre ellas como lumbreras que iluminan el mundo.
Así que en todo momento ofrezcamos a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza que no es otro sino la ofrenda de unos labios que bendicen su nombre.
En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz al estar unidos al Señor. Portaos como hijos de la luz,
como quien tiene limpia la conciencia, para que quienes critican vuestra buena conducta cristiana queden avergonzados de sus calumnias.
Así pues, yo, prisionero por amor al Señor, os exhorto a que llevéis una vida en consonancia con el llamamiento que habéis recibido.
Os digo, además, que a todo aquel que me reconozca delante de los demás, también el Hijo del hombre lo reconocerá delante de los ángeles de Dios.
Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Solo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado su favor.
Nadie vive ni muere para sí mismo.
Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. Así pues, en vida o en muerte, pertenecemos al Señor.
Y este evangelio del reino se anunciará por todo el mundo, para que todas las naciones lo conozcan. Entonces llegará el fin.
que proclames el mensaje e insistas tanto si parece oportuno como si no lo parece. Argumenta, reprende y exhorta echando mano de toda tu paciencia y competencia en enseñar.
Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales,
ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro.