Todo lo que está escrito en la Biblia es el mensaje de Dios, y es útil para enseñar a la gente, para ayudarla y corregirla, y para mostrarle cómo debe vivir.
De ese modo, los servidores de Dios estarán completamente entrenados y preparados para hacer el bien.
Anda, ponte en marcha a Egipto, que yo te ayudaré a que hables bien, y te enseñaré lo que debes decir.
Los ha hecho pasar hambre, pero les ha dado a comer pan del cielo, un alimento que ni ustedes ni sus antepasados conocieron. Con esto Dios quiso enseñarles que, aunque les falte el alimento, pueden confiar en sus promesas y en su palabra, y tener vida.
Lo que les digo es muy serio. Si ustedes obedecen, vivirán muchos años en el territorio que ahora van a conquistar, y que está al otro lado del río Jordán».
Nunca dejes de leer el libro de la Ley; estúdialo de día y de noche, y ponlo en práctica, para que tengas éxito en todo lo que hagas.
6-8 (7-9) Dios mío, tú siempre cumples tus promesas y lo has demostrado una y otra vez. Tus promesas son más valiosas que plata refinada. Podrá haber malvados en el mundo, y la maldad ir en aumento, pero tú siempre nos proteges y nos defiendes de esa gente.
7 (8) La ley de Dios es perfecta, y nos da nueva vida. Sus mandatos son dignos de confianza, pues dan sabiduría a los jóvenes.
8 (9) Las normas de Dios son rectas y alegran el corazón. Sus mandamientos son puros y nos dan sabiduría.
Él creó todo lo que existe por medio de su palabra. Bastó una orden suya para que todo quedara firme.
¡Obedezcan el mensaje de Dios! Si lo escuchan, pero no lo obedecen, se engañan a ustedes mismos y les pasará lo mismo que a quien se mira en un espejo: tan pronto como se va, se olvida de cómo era.
Pero Jesús le respondió: —¡Dichosa más bien la gente que escucha el mensaje de Dios, y lo obedece!
Dios mío, tú eres eterno y siempre fiel. Mientras el cielo y la tierra existan, tu palabra permanecerá; ¡todo lo creado está a tu servicio!
»El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme.
Dios mío, no me hagas quedar mal, pues confío en tus mandamientos y he decidido obedecerlos.
Jesús le contestó: —La Biblia dice: “No solo de pan vive la gente; también necesita obedecer todo lo que Dios manda.”
»Querido jovencito, escucha bien lo que te digo.
Grábate bien mis enseñanzas, y no te apartes de ellas,
pues son una fuente de vida para quienes las encuentran; son el remedio para una vida mejor.
Dios es digno de confianza; Dios ama lo que es justo y recto. Por todas partes se pueden ver sus grandes actos de bondad.
La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paran de hablar sufren las consecuencias.
Lo mismo pasa con mi palabra cuando sale de mis labios: no vuelve a mí sin antes cumplir mis órdenes, sin antes hacer lo que yo quiero.
Lo que digo es verdad, y mi palabra no dejará de cumplirse. Ante mí, todos doblarán la rodilla y me adorarán. Les juro que así será’.
Dios, el Salvador y santo de Israel, continuó diciendo: «Israel, yo soy tu Dios, que te enseña lo bueno y te dice lo que debes hacer.
»Si ustedes se mantienen unidos a mí y obedecen todo lo que les he enseñado, recibirán de mi Padre todo lo que pidan.
Dios dijo: «La lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven a subir sin antes mojar y alimentar la tierra. Así es como brotan las semillas y el trigo que comemos.
Lo mismo pasa con mi palabra cuando sale de mis labios: no vuelve a mí sin antes cumplir mis órdenes, sin antes hacer lo que yo quiero.
No se olviden nunca de las maravillosas enseñanzas de Cristo. Y cuando se enseñen unos a otros, o se corrijan, háganlo de manera inteligente. Canten salmos, himnos y cantos espirituales, dando gracias a Dios de todo corazón.
Todas tus palabras se basan en la verdad; todas ellas son justas y permanecen para siempre.
En Dios he puesto mi esperanza; con toda el alma confío en él, pues confío en sus promesas.
Estoy cansado de sus mentiras. ¡Y todavía se atreven a decir que hablan de mi parte! Estoy en contra de esos profetas que dicen haber recibido mensajes de mi parte, pero yo no les he comunicado nada. Esa clase de mentiras no le hace ningún bien a mi pueblo; al contrario, lo conducen al error. ”Mi palabra es tan poderosa como el fuego, y tan dura como un martillo; ¡hasta puede hacer pedazos una roca! Les aseguro que así es.
Simón Pedro le contestó: —¿Y a quién seguiríamos, Señor? Solo tus palabras dan vida eterna.
Por eso, ve y diles de mi parte que ya no tardan en cumplirse mis palabras. Lo que digo, lo cumplo. Yo soy el Dios de Israel, y no tardaré en cumplir mi palabra».
»Toda palabra de Dios ha pasado la prueba de fuego. Dios protege como escudo a los que buscan su protección.
Pero el capitán respondió: —Señor Jesús, yo no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él quedará sano.
Les aseguro que en el día del juicio final todos tendrán que explicar por qué hablaron para hacerles daño a los demás.
Dios juzgará a cada uno de acuerdo con sus palabras: si dijeron cosas buenas se salvarán, pero si dijeron cosas malas serán castigados.»
Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
De pronto, hubo un gran temblor. Un ángel de Dios bajó del cielo, movió la piedra que cerraba la tumba, y se sentó sobre ella.
Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo.»
Antes de que todo comenzara, ya existía aquel que es la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
»Les aseguro que todo el que preste atención a lo que digo, y crea en Dios, que fue quien me envió, tendrá vida eterna. Aunque antes haya vivido alejado de Dios, ya no será condenado, pues habrá recibido la vida eterna.
El que da vida eterna es el Espíritu de Dios; ninguna persona puede dar esa vida. Las palabras que les he dicho vienen del Espíritu que da esa vida.
Jesús les dijo a los judíos que habían creído en él: —Si ustedes obedecen mis enseñanzas, serán verdaderamente mis discípulos;
y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos, y todos ellos quedaron llenos del Espíritu Santo. A partir de ese momento, todos hablaban sin temor acerca de Jesús.
Los apóstoles siguieron anunciando el mensaje de Dios. Por eso, más y más personas se convirtieron en seguidores de Jesús, y muchos sacerdotes judíos también creyeron en él.
No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son.
Más bien, la Biblia dice: «El mensaje de Dios está cerca de ti; está en tu boca y en tu corazón.» Y ese mismo mensaje es el que les traemos: que debemos confiar en Dios.
Todo lo que está escrito en la Biblia es para enseñarnos. Lo que ella nos dice nos ayuda a tener ánimo y paciencia, y nos da seguridad en lo que hemos creído.
Hay quienes piensan que hablar de la muerte de Cristo en la cruz es una tontería. Pero los que así piensan no se salvarán, pues viven haciendo el mal. Sin embargo, para los que sí van a salvarse, es decir, para nosotros, ese mensaje tiene el poder de Dios.
No fui a ustedes como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Solo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera.
Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios.
Si continúan confiando firmemente en esa buena noticia, serán salvos. Pero si no, de nada les servirá haberla aceptado.
Algunos anuncian el mensaje de Dios solo para ganarse la vida, pero nosotros no lo hacemos así. Al contrario, Dios es testigo de que trabajamos con sinceridad y honradez, porque Dios nos envió y porque estamos muy unidos a Cristo.
No sentimos vergüenza de nada, ni hacemos nada a escondidas. No tratamos de engañar a la gente ni cambiamos el mensaje de Dios. Al contrario, Dios es testigo de que decimos solo la verdad. Por eso, todos pueden confiar en nosotros.
Ustedes oyeron y creyeron la buena noticia de su salvación, que es un mensaje verdadero, y gracias a Cristo pasaron a formar parte del pueblo de Dios y recibieron el Espíritu Santo, que nos había prometido.
Que la salvación los proteja como un casco, y que los defienda la palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo.
Nunca dejen de creer en el mensaje que da vida. Así, yo podré estar orgulloso de ustedes el día que Cristo vuelva, y sabré que mi trabajo y mis esfuerzos no fueron inútiles.
Ustedes se comportan así porque, desde que oyeron el mensaje verdadero de la buena noticia, saben bien lo que Dios les tiene guardado en el cielo.
Además, siempre damos gracias a Dios porque, al llevarles su mensaje, ustedes lo aceptaron como si lo recibieran de parte de Dios y no de un ser humano. Y es verdad, ese mensaje es de Dios, y hace que los que confían en él cambien su manera de vivir.
Mientras llego a visitarte, sigue leyéndoles la Biblia a los miembros de la iglesia, y no dejes de animarlos ni de enseñarles.
Haz todo lo posible por ganarte la aprobación de Dios. Así, Dios te aprobará como un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, y que enseña correctamente el mensaje verdadero.
Recuerda que desde niño has leído la Biblia, y que sus enseñanzas pueden hacerte sabio, para que aprendas a confiar más en Jesucristo y así seas salvo.
No deberán creer otro mensaje que no sea el verdadero mensaje recibido de Dios, y mucho menos enseñarlo. Así podrán animar a otros por medio de la buena enseñanza, y convencer a los que se oponen a ella.
El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre, y con su gran poder hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios nos perdonara nuestros pecados, y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.
Y nosotros creemos que Dios creó el universo con una sola orden suya. Lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no podían verse.
Piensen en los líderes que les anunciaron el mensaje de Dios, pues ellos confiaron siempre en Dios. Piensen mucho en ellos y sigan su ejemplo.
Además, quiso que fuéramos sus hijos. Por eso, por medio de la buena noticia de salvación nos dio una vida nueva.
Por eso, dejen de hacer lo malo, pues ya hay mucha maldad en el mundo. Hacer lo malo es como andar vestido con ropa sucia. Más bien, reciban con humildad el mensaje que Dios les ha dado. Ese mensaje tiene poder para salvarlos.
Y lo mismo pasa con nuestra lengua. Es una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo, pero es capaz de hacer grandes cosas. ¡Es una llama pequeña que puede incendiar todo un bosque!
Las palabras que decimos con nuestra lengua son como el fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal. Puede echar a perder toda nuestra vida, y hacer que nos quememos en el infierno.
Dios les ha cambiado su modo de vivir. Es como si ustedes hubieran vuelto a nacer, no de padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios. Y es que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo.
Pues la Biblia dice: «Todo ser humano es como la hierba; y su grandeza es como las flores: la hierba se seca, y las flores se caen,
pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esa Palabra es la buena noticia que el Señor Jesucristo les ha enseñado.
Más bien, busquen todo lo que sea bueno y que ayude a su espíritu, así como los niños recién nacidos buscan ansiosos la leche de su madre. Si lo hacen así, serán mejores cristianos y Dios los salvará,
Si alguno sabe hablar bien, que anuncie el mensaje de Dios. Si alguno sabe cómo ayudar a los demás, que lo haga con la fuerza que Dios le da para hacerlo. De este modo, todo lo que ustedes hagan servirá para que los demás alaben a Dios por medio de Jesucristo, que es maravilloso y poderoso para siempre. Amén.
Por eso estoy completamente seguro de que el mensaje de Dios que anunciaron los profetas es la verdad. Por favor, préstenle atención a ese mensaje, pues les dirá cómo vivir hasta el día en que Cristo vuelva y cambie sus vidas.
Le pido a Dios que los ame mucho y les permita vivir en paz, y que ustedes estén siempre dispuestos a conocer más a Dios y a nuestro Señor Jesús.
Pero, antes que nada, deben saber que ninguna enseñanza de la Biblia se puede explicar como uno quisiera.
Ningún profeta habló por su propia cuenta. Al contrario, todos ellos hablaron de parte de Dios y fueron guiados por el Espíritu Santo.
Esa gente no quiere darse cuenta de que, hace mucho tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que con solo una orden separó la tierra y los mares.
Además, Dios usó el agua del diluvio para destruir al mundo de esa época;
pero, con ese mismo poder, ha dado la orden de que, en el momento indicado, los cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados el día en que Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal.
Esta carta habla de la Palabra de vida, la cual ya existía desde antes de que Dios creara el mundo. La escribimos para contarles lo que hemos visto y oído acerca de ella, para que juntos podamos alegrarnos completamente. Así ustedes se mantendrán unidos a nosotros, como nosotros nos mantenemos unidos a Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo. La Palabra de vida es Jesucristo, que es quien da la vida verdadera: la vida eterna. Jesucristo estaba con Dios el Padre, pero vino a nosotros. Y nosotros, sus discípulos, lo vimos con nuestros propios ojos, lo escuchamos hablar, y hasta pudimos tocarlo.
Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada.
Y así como sabemos que él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos pedido.
¡Dios bendiga a quien lea en público este mensaje! ¡Y bendiga también a los que lo escuchen y lo obedezcan! ¡Ya viene el día en que Dios cumplirá todo lo que se anuncia en este libro!
‘Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que, a pesar de que tienes poco poder, me has obedecido en todo y nunca has negado conocerme. Por eso, pon atención: Voy a darte la oportunidad de servirme, y nadie te lo podrá impedir. Yo te he abierto la puerta, y nadie podrá cerrarla.
»La muerte del Cordero y el mensaje anunciado han sido su derrota. Los nuestros no tuvieron miedo, sino que se dispusieron a morir.
Querido jovencito, grábate bien mis enseñanzas; memoriza mis mandamientos.
así nunca te faltará ni comida ni bebida.
Querido jovencito, no rechaces la instrucción de Dios ni te enojes cuando te reprenda.
Porque Dios corrige a quienes ama, como corrige un padre a sus hijos.
Dios bendice al joven que actúa con sabiduría,
y que saca de ella más provecho que del oro y la plata.
La sabiduría y el conocimiento valen más que las piedras preciosas; ¡ni los tesoros más valiosos se les pueden comparar!
Por un lado, te dan larga vida; por el otro, buena fama y riquezas.
Qué grato es seguir sus consejos, pues en ellos hay bienestar.
¡Dios bendice al joven que ama a la sabiduría, pues de ella obtiene la vida!
Con sabiduría y gran cuidado Dios afirmó cielo y tierra.
Así te irá siempre bien por el resto de tu vida.
Querido jovencito, cumple al pie de la letra con los mandamientos de tu padre y con las enseñanzas de tu madre.
Grábatelos en la memoria, y tenlos siempre presentes;
te mostrarán el camino a seguir, velarán tu sueño mientras duermes, y hablarán contigo cuando despiertes.
»Yo les dije lo que deben decir, y los protegeré con mi poder. Yo he extendido los cielos y afirmado la tierra, y ahora digo: “Habitantes de Jerusalén, ¡ustedes son mi pueblo!”»
Dios dijo: «Yo hago un pacto con ustedes: les prometo que mi poder, y las enseñanzas que les he dado, nunca se apartarán de ustedes ni de sus descendientes».
»Finalmente, las semillas que cayeron en buena tierra representan a los que oyen el mensaje y lo entienden. Estos sí cambian sus vidas y hacen lo bueno. Son como esas semillas que produjeron espigas con cien, con sesenta, y hasta con treinta semillas.»
Y los discípulos, por su parte, salieron a anunciar por todas partes las buenas noticias del reino. El Señor Jesús los acompañaba y los ayudaba por medio de señales milagrosas, y así Dios demostraba que los discípulos predicaban el mensaje verdadero. Amén. 9-10 Las tres mujeres fueron a ver a Pedro y a los otros discípulos, y les dieron un corto informe de lo que ellas habían oído. Después, Jesús envió a los discípulos a todos los países del mundo, para anunciar el mensaje especial de Dios, que durará para siempre.
Jesús le contestó: —Si alguien me ama, también me obedece. Dios mi Padre lo amará, y vendremos a vivir con él.
El mensaje del Señor Jesús se anunciaba en más y más lugares, y cada vez más personas creían en él, porque veían el gran poder que tenía.
Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos.
Así que las personas llegan a confiar en Dios cuando oyen el mensaje acerca de Jesucristo.
Dios les ha cambiado su modo de vivir. Es como si ustedes hubieran vuelto a nacer, no de padres humanos, que finalmente mueren, sino gracias al mensaje de Dios. Y es que ese mensaje da vida y nada puede destruirlo.
»Todopoderoso Dios de Israel, cuando tú me hablaste, tomé en serio tu mensaje. Mi corazón se llenó de alegría al escuchar tus palabras, porque yo soy tuyo.
Antes de que todo comenzara, ya existía aquel que es la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Aquel que es la Palabra estaba en el mundo. Dios creó el mundo por medio de aquel que es la Palabra, pero la gente no lo reconoció.
La Palabra vino a vivir a este mundo, pero su pueblo no la aceptó.
Pero aquellos que la aceptaron y creyeron en ella, llegaron a ser hijos de Dios.
Son hijos de Dios por voluntad divina, no por voluntad humana.
Aquel que es la Palabra habitó entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad.
Juan habló de aquel que era la Palabra, y anunció: «Ya les había dicho que él estaba por llegar. Él es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo existiera.»
Dios nos dio a conocer sus leyes por medio de Moisés, pero por medio de Jesucristo nos hizo conocer el amor y la verdad. Nadie ha visto a Dios jamás; pero el Hijo único, que está más cerca del Padre, y que es Dios mismo, nos ha enseñado cómo es él. Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones.
Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente: —Yo no soy el Mesías.
Cuando Dios creó todas las cosas, allí estaba la Palabra.
Y ellos volvieron a preguntarle: —¿Eres Elías? Juan les respondió: —No; no soy Elías. Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron: —¿Eres tú el profeta que Dios iba a enviar? —No —dijo Juan.
Finalmente, le dijeron: —Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú?
Juan les hizo recordar: —Yo soy el que grita en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor”.
Entonces los mensajeros de los fariseos le dijeron a Juan: —Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?
Juan contestó: —Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen.
Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo.
Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.
Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente: «¡Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados.
Todo fue creado por la Palabra, y sin la Palabra nada se hizo.
Aquel que es la Palabra habitó entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad.