No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos.
Así Dios les dará su paz, esa paz que la gente de este mundo no alcanza a comprender, pero que protege el corazón y el entendimiento de los que ya son de Cristo.
Estén siempre contentos.
Oren en todo momento.
Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes, como cristianos que son.
Llámame y te responderé. Te haré conocer cosas maravillosas y misteriosas que nunca has conocido.
2 (3) «Cuando estaba sufriendo, tú, mi Dios, me ayudaste. Cuando estaba casi muerto, pedí ayuda y me la diste.
Yo haré todo lo que ustedes me pidan. De ese modo haré que la gente vea, a través de mí, el poder que tiene Dios el Padre.
No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes están dispuestos a hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas.»
»Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá.
Por eso, confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que Dios los sane. La oración de una persona buena es muy poderosa, porque Dios la escucha.
Cerca de la media noche, Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios, mientras los otros prisioneros escuchaban.
Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios. Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama.
»Si ustedes se mantienen unidos a mí y obedecen todo lo que les he enseñado, recibirán de mi Padre todo lo que pidan.
Yo haré todo lo que ustedes me pidan. De ese modo haré que la gente vea, a través de mí, el poder que tiene Dios el Padre.
Yo haré todo lo que ustedes me pidan.
Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo.
Luego Eliseo oró y dijo: «Dios, te ruego que lo ayudes a darse cuenta de lo que sucede». Entonces Dios ayudó al sirviente, y este vio que la montaña estaba llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo.
y le dijo: «He escuchado tus oraciones y tus ruegos. Este templo que has edificado será mío, y en él viviré para siempre. Voy a cuidarlo; no lo descuidaré ni un momento.
Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada.
Y así como sabemos que él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos pedido.
Después de que Job oró por sus amigos, Dios hizo que Job volviera a prosperar, y le devolvió el doble de lo que antes tenía.
22 (23) Estaba yo tan confundido que hasta llegué a pensar que no querías ni verme. Pero a gritos pedí tu ayuda, y tú escuchaste mis ruegos.
Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos, y todos ellos quedaron llenos del Espíritu Santo. A partir de ese momento, todos hablaban sin temor acerca de Jesús.
»Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los que no conocen verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan mucho, Dios les va a hacer más caso.
Mientras esperan al Señor, muéstrense alegres; cuando sufran por el Señor, muéstrense pacientes; cuando oren al Señor, muéstrense constantes.
Perdida ya toda esperanza, llamé a mi Dios, y él me respondió; ¡me liberó de la angustia!
Cuando estos llegaron, oraron para que los nuevos seguidores recibieran el Espíritu Santo,
»Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá.
Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.
6 (7) Lleno de angustia llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo, ¡mi oración llegó hasta sus oídos!
»Cuando alguno de ustedes ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en secreto.
El padre de Publio estaba muy enfermo de diarrea, y con mucha fiebre. Entonces Pablo fue a verlo, y oró por él; luego puso las manos sobre él, y lo sanó.
Y así como sabemos que él oye nuestras oraciones, también sabemos que ya nos ha dado lo que le hemos pedido.
Eso sí, debe pedirla con la seguridad de que Dios se la dará. Porque los que dudan son como las olas del mar, que el viento lleva de un lado a otro.
»Ustedes no fueron los que me eligieron a mí, sino que fui yo quien los eligió a ustedes. Les he mandado que vayan y sean como las ramas que siempre dan mucho fruto. Así, mi Padre les dará lo que ustedes le pidan en mi nombre.
8 (9) Te ruego, Dios de mi vida, que de día me muestres tu amor, y que por la noche tu canto me acompañe.
Pedro mandó que toda la gente saliera del lugar. Luego se arrodilló y oró al Señor. Después de eso, se dio vuelta hacia donde estaba el cuerpo de Tabitá y le ordenó: «¡Tabitá, levántate!» Ella abrió los ojos, miró a Pedro y se sentó.
Amado hermano, le pido a Dios que te encuentres muy bien, y también le pido que te vaya bien en todo lo que hagas, y que tengas buena salud.
No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos.
1 (1b) Dios mío, ¡escucha mi oración! ¡Atiende mis ruegos! Tú eres fiel y justo: ¡respóndeme!
cuando sepa que, por medio de las oraciones de ustedes, y con la ayuda del Espíritu de Jesucristo, pronto saldré de la cárcel.
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan.»
En ese momento, Jesús se dirigió a Dios y le dijo: «¡Padre, tú gobiernas en el cielo y en la tierra! Te doy gracias porque no mostraste estas cosas a los que saben mucho y son sabios, sino que las mostraste a los niños.
Mientras Pedro estaba en la cárcel, los miembros de la iglesia oraban a Dios por él en todo momento.
y decidieron vivir como una gran familia. Y cada día los apóstoles compartían con ellos las enseñanzas acerca de Dios y de Jesús, y también celebraban la Cena del Señor y oraban juntos.
12 (13) »Dios mío, oye mi oración, escucha mi queja, no desatiendas mi llanto. Para ti soy un peregrino; estoy de paso por esta vida, como mis antepasados.
Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse.
Nosotros nos dedicaremos entonces a servir a Dios por medio de la oración, y a anunciar el mensaje de salvación.
»Porque el Señor cuida a los que hacen el bien, escucha sus oraciones y está en contra del malvado.»
No se olviden de orar. Y siempre que oren a Dios, dejen que los dirija el Espíritu Santo. Manténganse en estado de alerta, y no se den por vencidos. En sus oraciones, pidan siempre por todos los que forman parte del pueblo de Dios.
Si alguno de ustedes no tiene sabiduría, pídasela a Dios. Él se la da a todos en abundancia, sin echarles nada en cara.
Del mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras para expresarlo.
Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo especial, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.
17 (18) Prestarás toda tu atención a los ruegos de los desamparados, y no dejarás de atenderlos.
Estos seguidores de Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos. Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la madre de Jesús. Todos los de este grupo eran como ciento veinte personas. Un día en que todos ellos estaban juntos, Pedro se levantó de pronto y les dijo:
Y nos dará lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que a él le agrada.
»Dios nuestro, ¡castígalos! Nosotros no podemos hacerle frente a un ejército tan grande. ¡Ni siquiera sabemos qué hacer! Por eso nos dirigimos a ti en busca de ayuda».
Cuando me llame, le responderé y estaré con él en su angustia; lo libraré y lo llenaré de honores,
Yo amo a mi Dios porque él escucha mis ruegos.
Demasiado pronto he dicho que no hay nadie en quien confiar.
¿Cómo podré, mi Dios, pagarte todas tus bondades?
Mostrándome agradecido y orando en tu nombre,
y cumpliéndote mis promesas en presencia de tu pueblo.
Dios nuestro, a ti te duele ver morir a la gente que te ama. ¡Líbrame de la muerte, pues estoy a tu servicio!
Llevaré hasta tu altar una ofrenda de gratitud, y oraré en tu nombre.
En los patios de tu templo, en el centro de Jerusalén, y en presencia de todo tu pueblo, te cumpliré mis promesas. ¡Alabemos a nuestro Dios!
Toda mi vida oraré a él porque me escucha.
Jesús les contestó: —Esta clase de espíritu malo solo se puede expulsar por medio de la oración.
Porque a Dios no le gusta que no confiemos en él. Para ser amigos de Dios, hay que creer que él existe y que sabe premiar a los que buscan su amistad.
»Les aseguro que si dos de ustedes se ponen de acuerdo, aquí en la tierra, para pedirle algo a Dios que está en el cielo, él se lo dará.
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos,
Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi nombre, allí estaré yo.
Dios tiene poder para hacer mucho más de lo que le pedimos. ¡Ni siquiera podemos imaginar lo que Dios puede hacer para ayudarnos con su poder!
Yo les ruego, hermanos míos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor que nos da el Espíritu Santo, que oren mucho a Dios por mí.
Muy temprano me levanto para pedirte que me ayudes, pues confío en tu palabra.
Me paso la noche en vela meditando en ella.
Mis familiares y yo hemos servido a Dios, y nadie puede acusarnos de nada malo. Siempre que oro, ya sea de día o de noche, te recuerdo y doy gracias a Dios por ti.