porque he escogido y consagrado este templo como residencia perpetua de mi nombre. Siempre lo cuidaré y lo tendré presente.
Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas y mi templo se llenará de gloria.” El Señor todopoderoso lo afirma:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
“Graba en tu mente todas las cosas que hoy te he dicho,
y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes.
Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente, como señales,
y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa.
“Graba en tu mente todas las cosas que hoy te he dicho,
y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes.
dígnate, pues, bendecir la dinastía de tu siervo para que permanezca siempre bajo tu protección. Tú, Señor Dios, lo has prometido, y con tu bendición la dinastía de tu siervo será bendita para siempre.”
Pero si no queréis servir al Señor, elegid hoy a quién vais a servir: si a los dioses a los que vuestros antepasados servían a orillas del Éufrates, o a los dioses de los amorreos que viven en esta tierra. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.
y seguiré siendo el mismo cuando seáis viejos. Cuando tengáis canas, todavía os sostendré. Yo os hice, y seguiré cargando con vosotros; os sostendré y os salvaré.
Con sabiduría se construye la casa, y con inteligencia se ponen sus cimientos;
Pasé por el campo del perezoso y por la viña del hombre falto de seso:
y lo que vi fue un terreno lleno de espinos, con su cerca de piedras derrumbada.
Al ver esto, lo grabé en mi mente; lo vi y aprendí esta lección:
mientras tú sueñas y cabeceas, y te cruzas de brazos para dormir mejor,
la pobreza vendrá y te atacará como un vagabundo armado.
con conocimientos se llenan sus cámaras de objetos valiosos y de buen gusto.
Mi pueblo vivirá en un lugar pacífico, en habitaciones seguras, en residencias tranquilas,
Por lo tanto, mi Dios os dará todo lo que os falte, conforme a sus gloriosas riquezas en Cristo Jesús.
Yo sé los planes que tengo para vosotros, planes para vuestro bienestar y no para vuestro mal, a fin de daros un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.
Y ahora, gloria sea a Dios, que tiene poder para hacer muchísimo más de lo que nosotros pedimos o pensamos, por medio de su poder que actúa en nosotros.
Todos vivirán entonces sin temor, y cada cual podrá descansar a la sombra de su vid y de su higuera. ¡Son las propias palabras del Señor todopoderoso!
Que el mensaje de Cristo esté siempre presente en vuestro corazón. Instruíos y animaos unos a otros con toda sabiduría. Con profunda gratitud cantad a Dios salmos, himnos y cánticos espirituales.
“Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.
Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca.
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de vosotros sirva a los demás según el don que haya recibido.
Así que no debemos cansarnos de hacer el bien, porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos.
“Os dejo la paz. Mi paz os doy, pero no como la dan los que son del mundo. No os angustiéis ni tengáis miedo.
Era un hombre piadoso que, junto con toda su familia, adoraba a Dios. Daba mucho dinero para ayudar a los judíos y oraba sin cesar a Dios.
¡Tuyos son, Señor, la grandeza, el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo. Tuyo es también el reino, pues tú, Señor, eres superior a todos.
De ti vienen las riquezas y la honra. Tú lo gobiernas todo. La fuerza y el poder están en tu mano, y en tu mano está también el dar grandeza y poder a todos.
Que Dios, que da esperanza, os llene de alegría y paz a vosotros que tenéis fe en él, y os dé abundante esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Sed humildes y amables; tened paciencia y soportaos unos a otros con amor.
Pero vosotros no conocisteis a Cristo para vivir de ese modo,
si es que realmente oísteis acerca de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué consiste la verdad.
En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos.
Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu,
y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.
Por lo tanto no mintáis más, sino que cada uno sea veraz cuando hable con su prójimo, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo.
Si os enojáis, no pequéis: procurad que el enojo no os dure todo el día.
No deis oportunidad al diablo.
El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que compartir con los necesitados.
No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen.
Procurad manteneros siempre unidos, con la ayuda del Espíritu Santo y por medio de la paz que ya os une.
Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella.
Esto lo hizo para santificarla, purificándola con el baño del agua acompañado de la palabra
para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santificada y perfecta.
Así como el marido ama su propio cuerpo, así debe amar también a su mujer. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.
Hijos, obedeced a vuestros padres por amor al Señor, porque esto es justo.
Ahora, hermanos, fortaleceos en vuestra unión con el Señor y su fuerza poderosa.
Protegeos con toda la armadura que habéis recibido de Dios, para que podáis manteneros firmes contra los engaños del diablo.
Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo lleno de oscuridad.
Por eso, tomad toda la armadura que habéis recibido de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, después de haberos preparado bien, manteneros firmes.
Así que manteneos firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud.
Estad siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz.
Sobre todo, que vuestra fe sea el escudo que os libre de las flechas encendidas del maligno;
que la salvación sea el casco que proteja vuestra cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que os da el Espíritu Santo.
No dejéis de orar: rogad y pedid a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Permaneced alerta, sin desanimaros, y orad por todo el pueblo santo.
Orad también por mí, para que Dios me dé las palabras que debo decir, y para que pueda hablar con valor y dar así a conocer el designio secreto de Dios contenido en el evangelio.
El primer mandamiento que contiene una promesa es: “Honra a tu padre y a tu madre,
Dios me ha enviado como embajador de este mensaje por el cual ahora estoy preso. Orad para que yo hable de él sin temor alguno.
Tíquico, nuestro querido hermano y fiel ayudante en la obra del Señor, os llevará todas las noticias que se refieren a mí y a lo que estoy haciendo.
Por eso os lo envío, para que os diga cómo estamos y para que, de esa manera, os anime.
Que Dios el Padre, y el Señor Jesucristo, os den a los hermanos paz y amor, con fe;
y que den su gracia a todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con un amor inalterable.
para que seas feliz y vivas una larga vida en la tierra.”
Y vosotros, padres, no irritéis a vuestros hijos, sino criadlos con disciplina e instruidlos en el amor al Señor.
Tened paciencia unos con otros y perdonaos si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor os perdonó, perdonad también vosotros.
Sobre todo revestíos de amor, que es el perfecto lazo de unión.
Que el mensaje de Cristo esté siempre presente en vuestro corazón. Instruíos y animaos unos a otros con toda sabiduría. Con profunda gratitud cantad a Dios salmos, himnos y cánticos espirituales.
Y todo lo que hagáis o digáis, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Haya sobre todo mucho amor entre vosotros, porque el amor perdona muchos pecados.
Recibíos unos a otros en vuestras casas, sin murmurar de nadie.